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Hablemos de Expresión y Oratoria


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Mejorar nuestras habilidades y capacidades de comunicación nos llevará a experimentar un mayor grado de libertad personal y fluidez vital.

Markel R. Méndez H.

He puesto energía en mejorar mi capacidad de contacto con otros. Progresivamente, he encontrado maneras de sentirme más seguro en el mundo y en relación con los demás, además de desarrollar más capacidad para hacer escuchar mi voz, integrar mi cuerpo a lo que estoy expresando, entre otros aspectos fundamentales de la comunicación presencial.

La mayor parte de estos elementos los manejamos o abordamos de forma empírica y natural. Cuando se trata de aspectos que podríamos considerar “subjetivos” o “vinculados a nuestra dimensión emocional”, generalmente entramos en un patrón de lucha afirmando que estamos trabajando para controlar el miedo escénico, o luchando para lograr más fluidez y claridad en nuestra expresión.

Por otro lado, aquello que reconocemos como si estuviese fuera de nosotros, de modo que es más mesurable y observable, esperamos corregirlo de forma inmediata nada más con haberlo reconocido. Es así como identificamos y nos colocamos frente al desafío de mejorar nuestra dicción, el uso del espacio escénico, la forma de movernos o nuestra gestual. He encontrado que muchas veces las personas esperan que alguien les de un “truco” para transformar estos aspectos, y aunque ya saben qué les pasa y cómo podrían mejorarlo no se involucran en el trabajo de hacerlo.

El asunto es, muchas veces, que el hablar (con otros) es un acto natural que hemos aprendido a lo largo de nuestra vida como elemento fundamental de nuestra supervivencia. Comunicarnos es ineludible e indispensable, y no parece que sea algo que debamos mejorar en un nivel profundo, porque después de todo ya sabemos cómo hacerlo.

Sin embargo, el aprendizaje en torno a la acción de comunicarnos es un eje central de nuestra existencia, la forma en que avanzamos y crecemos en nuestra vida, y el modo en que logramos cooperación para generar nuevas y mejores condiciones de vida.

Es en la interacción con otros que podemos conocernos y experimentarnos completamente. La comunicación es también un acto transformador, por lo cual vale la pena colocar nuestra atención en sus aspectos sutiles, tanto los evidentes como los menos visibles.

Me dispongo entonces a señalar el conjunto de elementos que constituyen, desde mi perspectiva, las áreas del trabajo y preparación del orador. Cada uno de ellos está vinculado con los demás, de modo que al trabajar sobre uno de ellos ya estamos generando cambio en los demás.

Veamos en primer lugar los aspectos que constituyen las capacidades técnicas del orador:

  1. Estructurar el discurso.

Esta es generalmente el área en la cual se hace mayor énfasis al momento de prepararnos para una presentación oral. Es un área de trabajo de complejo abordaje si se consideran sus diversas aristas: coherencia de ideas presentadas, claridad en el enfoque general del tema (vinculado a la claridad del objetivo, definido en función de la audiencia), forma de estructurar las frases y elaborar conectivos entre las ideas presentadas, modo de conclusión y adecuación del vocabulario.

  1. Uso del espacio (Proxemia).

Ello se desarrolla en primer lugar percibiendo la disposición de la audiencia, el grado de proximidad física que deseamos tener con ella, de lo cual se generará una forma de desplazarnos por la sala donde estamos ofreciendo nuestro discurso.

Por otra parte, nuestros desplazamientos pueden servir de apoyo para ilustrar una idea, trasladar y ubicar una imagen en el espacio, marcar cambios de ritmo, etc. Muchas veces nuestros pasos pueden funcionar como signos de puntuación a lo largo de la presentación oral.

  1. Gestual y Expresión Corporal (Kinesia).

Como mínimo el 90% del mensaje, cuando se trata de la comunicación presencial, se transmite a través de signos no verbales. Por eso los aspectos relativos a nuestros gestos y el movimiento de nuestro cuerpo se hacen tan relevantes al momento del contacto y la interacción cara a cara.

Nuestro cuerpo y sus formas expresivas son el soporte esencial de nuestro discurso. Es nuestro rostro, nuestros brazos, manos, piernas, pecho, abdomen, las vías de acceso a la emoción como soporte del contacto con otros seres humanos.

Es desde este elemento (la gestual) que se producen las imágenes en un discurso, la posibilidad de percibir un conjunto de palabras como un transcurrir orgánico que se produce como experiencia transformadora de sus participantes o interlocutores.

  1. Voz – Proyección, Volumen y Matices.

Cuando estamos frente a otros individuos la voz es una de las principales vías de contacto. La vibración que hacen nuestras cuerdas vocales y que se transmiten a todo el cuerpo llega a los otros, quienes nos escuchan, de forma tal que les permite percibir las imágenes, emociones e ideas que estamos expresando.

Un primer nivel de trabajo es el trabajo de sensibilización sobre las sensaciones corporales que produce la emisión de sonido con la voz. Generalmente, es a través de la percepción de estas señales corporales, que puede mejorarse el uso de la voz, su proyección, matices y volumen, en función de objetivos específicos ante determinadas audiencias.

La voz es también una vía de acceso a información sobre nosotros mismos, nuestros estados internos y modos de conexión con otros.

  1. Dicción y Ritmo.

La articulación de las palabras produce un matiz específico en el proceso de comunicación oral, que puede facilitar u obstaculizar la comprensión del mensaje y el proceso de retroalimentación.

Lo primero que hay que considerar es que la pronunciación de las palabras sea lo suficientemente clara y fluida como para que existe entendimiento de los códigos verbales.

En segundo lugar hay que considerar el ritmo en el cual se expresan las ideas  se emiten los sonidos que constituyen palabras y frases a través de la dicción. En conjunto, estos elementos permiten mayor o menor claridad en la emisión y recepción del mensaje, siendo aspectos tanto observables y fácilmente verificables, como subjetivos en su abordaje y percepción.

En todos estos aspectos lo que buscamos es la coherencia, y la capacidad del individuo (el orador o comunicador) de colocarlos al servicio del contacto con otros individuos en la emisión de su mensaje.

Todos ellos están interrelacionados entre si. Poseen además un vínculo estrecho con las habilidades naturales del orador:

  1. Claridad de la Intención.

Lo más evidente del aspecto de la intención es lo relativo al objetivo del discurso. Generalmente pueden diferenciarse tres objetivos generales para las alocuciones o presentaciones orales: informar, entretener y persuadir.

Por otro lado, podemos vincular el elemento “intención” al propósito que tiene el orador con relación a su audiencia, vale decir lo que desea, quiere o pretende logar en sus interlocutores: dejarles clara una idea, impactarlos con imágenes, sacudirlos, hacerlos reflexionar, etc.

En un nivel más profundo tenemos lo relativo a la intención de los individuos que se comunican, vale decir su conexión con aquello que los moviliza vitalmente, que les coloca en circunstancias particulares y momentos específicos para dar un mensaje.

El campo de la intención es una fuerza subjetiva que se manifiesta en múltiples ámbitos de la realidad, lo que puede ser tanto la experiencia que quiere tener el sujeto (libertad, autonomía, claridad, poder), como la forma en que se genera su impacto en los demás (impulso a la solidaridad, a la competencia, a la elevación de la conciencia, al desarrollo, a la acción conjunta).

Mientras mayor conexión o claridad interna tiene el orador o comunicador con respecto al ámbito de la intención, mayor profundidad, claridad y fluidez logrará en sus intervenciones. Esta es un área de trabajo amplia y de gran alcance.

  1. Capacidad Creativa.

Todo acto de comunicación es transformador, de modo que en cada encuentro entre sujetos se abre una oportunidad creativa y de aprendizaje.

Vemos la creatividad vinculada también a la espontaneidad, y ello aparece cuando dos o mas individuos se comunican en estado de relajación y conciencia abierta, que es una forma particular de atención y mantenimiento del foco en el proceso de interrelación con otros.

Tanto la espontaneidad como la creatividad pueden entrenarse y desarrollarse, a través de técnicas de improvisación, trabajo escénico y práctica constante en situaciones cambiantes.

  1. Balance.

Nos referimos tanto al balance corporal como al equilibrio expresivo en general, considerando todos los aspectos que hemos mencionado hasta ahora.

El balance se genera cuando hay conexión interna suficientemente fuerte como para percibir e integrar a la expresión el movimiento emocional, las sensaciones corporales (que nos dan información sobre nosotros y el entorno), el ritmo de las ideas en nuestra mente, todo lo cual se manifiesta en movimientos físicos, expresiones, voz y palabra.

También puede entenderse como armonía, y es una noción subjetiva que nos conecta con lo que consideramos adecuado, hermoso y de proporciones correctas.

  1. Empatía.

Se trata de la conexión con la audiencia, el grado de reconocimiento positivo que se manifiesta entre los interlocutores (o entre el orador y su audiencia).

A través de esta conexión el orador o comunicador puede percibir cambios sutiles en el estado de atención o ánimo de quienes le escuchar, de modo que es capaz de adaptar su discurso o intervención a lo que va percibiendo. Este es un proceso intersubjetivo que se produce constantemente en tiempo presente, lo que puede generar la sensación de alta velocidad pero que en realidad facilita el fluir de la comunicación.

Habilidades y Capacidades expresivas y de comunicación son aspectos esenciales para el desarrollo personal, el logro de mejores niveles de contacto con otros, aumento de la capacidad persuasiva y de aprendizaje.

Son también aspectos esenciales en el estado de nuestras relaciones interpersonales. Su abordaje y mejoramiento nos llevará a experimentar un mayor grado de libertad personal, fluidez en nuestras actividades cotidianas y claridad en nuestra vida.

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