Arteterapia, Coaching

Lo grande de ser pequeños


No Comments

Thomas Merton, el monje, escritor, teólogo y místico, es citado por Stephen Cope en su libro La gran obra de tu vida, del siguiente modo:

“… no podemos alcanzar la grandeza a menos que perdamos todo interés en ser grandes. Porque nuestra propia idea de grandeza es ilusoria, y si le prestamos demasiada atención nos veremos atraídos fuera de la paz y la estabilidad del ser que Dios nos dio, y buscaremos vivir en un mito que hemos creado para nosotros mismos. Por lo tanto, es una cosa muy grande ser pequeño, es decir: ser nosotros mismos”.

Cope, Stephen. La gran obra de tu vida (p. 255). Grupo editorial Random House. Edición Kindle.

Ser nosotros mismos es una expresión sencilla que habla de algo misterioso, pues hace referencia a un elemento esencial que todos los seres humanos compartimos: un propósito, una misión. Este es un aspecto que con frecuencia es subestimado, tratado superficialmente y hasta ignorado por muchos. Claro está que cada camino es personal y no hay nada que se imponga a un individuo, que solamente experimentará la vida en su propia circunstancia y según su particular destino.

Pero si creemos en que somos, si tenemos la certeza de nuestra existencia, sabremos que somos conscientes de una guía interior, que va llevándonos a ciertas experiencias como un proceso de evolución y, si cabe la palabra, refinamiento.

De acuerdo a lo que nos dice el místico, en la búsqueda de realizar ese propósito podemos caer en la confusión de creer que se trata de “un mito que hemos creado para nosotros mismos”, algo que dentro del colectivo nos ofrezca reconocimiento y grandeza. Al poner el énfasis afuera, donde se abren posibilidades que parecen ilimitadas, es posible que se genere un distanciamiento interior que tiene como efecto la pérdida momentánea de aquello que somos, de lo que podríamos denominar nuestro llamado particular.

Hay muchas oportunidades para este debilitamiento del ser, sobre todo en la multiplicación de imágenes que se produce a través de las redes sociales, donde lo aparente sustituye a lo real y se invierten recursos en intentar una escala masiva y general. Pero si lo que estamos esperando es la conexión con una búsqueda verdadera, se requiere la concentración de la atención, la pausa y la reflexión, la espera para que pueda aparecer la voz que nos corresponde y que es única.

Lo misterioso de este proceso y de esta experiencia, es que posiblemente no se experimente como reafirmación, sino como desafío y entrega, como pérdida de la conciencia habitual y operativa, para acceder a una verdad más profunda que nos abarca. Allí nos encontramos en eso que nos da curiosidad, que nos apasiona, que despierta nuestro interés.

Así empezamos a dedicar nuestra energía a ese material y esa obra que nos corresponde. Sea cual sea nuestro oficio, cuando entramos en la dimensión del propósito personal y del compromiso con lo que es real en el ámbito interior, todo cobra otra dimensión y el producto de lo que hacemos cobra relevancia, por su efecto transformador en nosotros y en otros.

Pero esa importancia no nos pertenece, sino que es producto de algo que nos trasciende y que se expresa a través de nuestras acciones e interacciones. Allí está la grandeza de ser pequeños, la fuerza de escuchar y escucharnos, para cocrear la realidad que compartimos.

En los procesos de coaching, arteterapia y trabajo con la imaginación y la creatividad, buscamos la experiencia de este ser verdadero que nos habita, al abrir el diálogo con un ámbito que es único, que nos brinda la posibilidad de ofrecer nuestros dones y crecer desde adentro.

Psicodrama

La necesidad de ser escuchados


No Comments

Ya son 30 años de trabajo con grupos y comunidades, asistiendo al privilegio de escuchar historias, de compartir experiencias y sobre todo de trabajar para transformar las narrativas de las personas y los colectivos, apostando por la comprensión, la reconciliación y la convivencia pacífica.

El proceso creativo es fundamental porque, algunas veces, puede pasar que en la comunidad ya no se crea en la posibilidad de algo diferente. Tan sobrepasados por los problemas cotidianos, podemos llegar a la certeza de que no hay cambio posible, y la vida se detiene sin la posibilidad de transformación.

Recientemente he vuelto a pasar por una vivencia exigente e intensa de trabajo con grupos, para abordar aquello que nos separa; específicamente: la xenofobia, ese rechazo a la persona extranjera que surge del miedo a lo diferente, del temor a ser afectado por aquello que desconozco.

Ha sido claro, en primer lugar, el entrecruzamiento de la xenofobia con otras formas de discriminación y violencia: el racismo, el clasismo, la violencia basada en género; todo ello se mueve en un complejo de oscuridades que necesita reflexión y sensibilidad. No podemos vivir mejor si estamos divididos y la confrontación con el otro allá afuera es un reflejo de la división interior.

En segundo lugar, ha resaltado en toda la experiencia la necesidad de ser reconocidos y escuchados, de mirarnos y asumir que cada vivencia y expresión es digna de ser considerada y, en cierto sentido, validada. En el trabajo dentro de comunidades estigmatizadas, se desubre un profundo sentido de humanidad y un llamado constante a espacios donde se pueda compartir el propio relato, donde el dolor tiene cabida como una puerta de entrada hacia otra vida posible.

La escucha es la base del encuentro y logra que la persona se abra, no solamente a compartir su relato (en este caso asociado a discriminación, rechazo, desencuentro y hasta violencia) sino a descubrir que está acompañada y que tiene posibilidades para hacer algo diferente, para cambiar las cosas en su entorno inmediato e incluso influir más allá.

Es sorprendente descubrir como el acto de comunicación más básico, que tiene como centro la escucha comprometida, ya produce el fortalecimiento de las propias capacidades. A partir de ello es posible descubrir y crear nuevas narrativas, las que van hacia la colaboración y el respeto.

Con la aplicación de técnicas psicodramáticas y procesos de pedagogía de la comunicación, se producen aprendizajes anclados en la experiencia concreta. Esto lo conduce el grupo participante, porque quienes facilitamos estamos al servicio de sus prioridades, sus ritmos y sus saberes. No se impone la agenda externa, se reconocen las necesidades presentes, para que sean esas otras voces genuinas las que guían las reflexión y sus resultados.

Es importante no subertimar la fuerza de este proceso, que lleva a mirar más profundo para superar separaciones, para reconocer lo humano en cada una de las personas involucradas. Esto es lo que permite el surgimiento del saber, en el movimiento desde las dimensiones individuales a las comunitarias. Este es el relato que hay que reconstruir, el de la valoración de las propias cualidades y la regeneración del contexto, donde ese otro diferente viene a ser un aliado, un compañero de viaje.

Recordemos siempre que el punto de partida es la escucha. Todos necesitamos ser escuchados.

Sueños

Dialogar con los sueños


No Comments

Soñar y corporizar: el proceso imaginativo

Los sueños están vivos, son un material dinámico, en constante movimiento. Me acompañan en todo momento, dialogando con mis sensaciones, emociones, pensamientos y acciones. Se transforman en un instante cuando intento recordarlos, o incluso en el momento de experimentarlos.

Las imágenes que aparecen durante la noche, cuando estoy dormido, y las que emergen en vigilia cuando estoy atento, se conectan para traerme preguntas e infinitas posibilidades. El trabajo diario de encontrar allí una narrativa propia se hace tanto exigente como parte de mi naturaleza.

He estado aprendiendo, al pasar de los años, a reconocer el imaginar y el soñar como uno de los elementos más relevantes de mi propia existencia, algo que es inherente a toda la humanidad.

… El hombre produce símbolos inconsciente y espontáneamente en forma de sueños (…) Por regla general, el aspecto inconsciente de cualquier suceso se nos revela en sueños, donde aparece no como pensamiento racional sino como imagen simbólica.

JUNG, Carl G. El Hombre y sus Símbolos. Ediciones Paidós Ibérica S.A. España, 1995.

Todos imaginamos, simbolizamos, creamos. Seres imaginativos y creativos por naturaleza, otorgamos sentido a nuestras vivencias y a todo lo que está en el mundo a través del diálogo subjetivo que nos vincula. Al respirar, estoy recibiendo y entregando aquello que me compone y, en conjunción con otros, creo y soy creado por el universo simbólico que nos contiene, que se expande y cambia continuamente.

Cambia así el modo de percibir, en una multiplicación de significados que nos implica por entero. La imagen es entonces movimiento y emoción, sensación y diálogo, melodía y danza. Así tal vez se va recuperando la vitalidad, el sentido de un camino particular que nos es propuesto transitar, para retornar a una nueva posibilidad del ser esencial.

Así como en la escena (teatral o psicodramática), la exploración de las narrativas, de las personas y los objetos, el abordaje de los sueños también se realiza en relación con las sensaciones que producen, el movimiento que se percibe dentro. Cuando se sigue la pista de alguna vibración, se empieza a crear un espacio para la interacción creativa con el contenido que ha surgido de la imaginación.

La Dra. Leslie Ellis, al referirse a planteamientos de Gendlin, afirma:

Nuestros sueños representan un proceso potencial que está todavía desplegándose y por lo tanto está disponible para la interacción. Los sueños pueden revelar nuestros procesos internos en la medida en que se desenvuelven, lo cual permite que nuestra consciencia participe de ello. Por esto, los sueños representan grandes oportunidades. Gendlin escribió que incluso pequeñas adiciones a eventos inconclusos pueden producir grandes y extensas diferencias… Es por eso por lo que eventos inconclusos son, a su propia manera, más memorables y abiertos a la interacción que las experiencias ordinarias.

ELLIS, Leslie. Gendlin’s Unique Contribution to Dreamwork: Embodying Helpful and Contrary Elements to Bring in the New. 2021.

Me conecta y moviliza el hecho de concebir el sueño como algo vivo que está en proceso de elaboración o desenvolvimiento, en lo cual somos convocados a participar. Esto desplaza el proceso de abordaje del sueño hacia lo experiencial y dinámico, asumiendo la indispensable otredad. El material simbólico de los sueños no me pertenece, sino que es parte de “otro” (ámbito, ser, presencia) que me invita a la interacción creativa.

En este proceso de diálogo y relación con el sueño, el otro terapeuta, el otro del inconsciente, es quien posibilita la difícil consideración de lo nuevo, de aquello que nos es desconocido. Esto puede asemejarse al proceso actoral de explorar un contenido (un personaje, un texto, un algo constituido en imagen) que no me es natural o habitual, en el cual requiero ingresar desde el cuerpo psíquico: la experiencia vital integradora.

Por ello quizás no es útil dar a las imágenes una interpretación cerrada, como si se completara algo en el instante en que lo ubico claramente en determinada dimensión y significado, cuando en realidad estos símbolos producen múltiples posibilidades que rodean una narrativa, un conjunto de emociones, experiencias que apuntan a contenidos inconscientes, complejos personales o aspecto de ese otro universal.

Un símbolo representa algo vago, desconocido u oculto para nosotros. (…) Así es que una palabra o una imagen es simbólica cuando representa algo más que un significado inmediato y obvio. Tiene un aspecto inconsciente más amplio que nunca está definido con precisión o completamente explicado.

JUNG, Carl G. (1995). El Hombre y sus Símbolos. Educiones Paidós Ibérica S.A. España, 1995.

El sueño se aborda a través de lo inconcluso o lo que está incompleto: el juego imaginativo y creativo que se ancla en el cuerpo, donde anidan sensaciones y emociones. Así, no se interpreta sino que primero se experimenta.

Soñar es parte natural de nuestra corporalidad, un proceso dinámico. Todo lo que hagamos para alinearnos con esta manifestación vital la va a fortalecer. (…) Únicamente encarnando y sintiendo los espacios plenos de recursos nuevos, o corporizando de forma auténtica la experiencia subjetiva de los más extraños elementos, podremos tener acceso a la sensación sentida de aquello que el sueño está trayendo y que nos llevará hacia adelante.

LESLIE, Ellis (2021). Gendlin’s Unique Contribution to Dreamwork: Embodying Helpful and Contrary Elements to Bring in the New. 2021.

Se trata de un proceso imaginativo que nos implica por completo, en una interacción dentro de la cual es imposible no transformarnos. Somos absorbidos y a la vez contenemos esas imágenes, ellas constituyen la otredad inaccesible que sin embargo nos es revelada constantemente.

Habiendo tanto que desconocemos de nosotros mismos, nuestra naturaleza esencial y todo aquello que nos rodea (desde adentro y desde fuera), la imaginación y aquello que emerge a través de los sueños constituyen elementos orgánicos y autónomos que nos ofrecen un saber auténtico y original. Son aspectos fundamentales para nuestra sobrevivencia y desarrollo.

Para abordarlos, trabajar con ellos, fortalecer nuestro vínculo con su dimensión misteriosa, es indispensable la experiencia vital (corporal, física concreta), que incorpora la reflexión, la sensación y la emoción: todo aquello que integra también un artista en su proceso creativo. Todos somos, por supuesto, seres creativos y creadores.

Es el cuerpo el contenedor de todo esto, es allí donde reside la posibilidad orgánica de los sueños y sus imágenes. En la dinámica de exploración, se abren las posibilidades creativas de corporizar el contexto, las presencias, los personajes, los sucesos e incluso de ir más allá en el desarrollo de las escenas presentes, las implícitas y las emergentes. No hay imagen sin cuerpo que la experimente.

Así se manifiesta una aproximación por fases, donde volvemos a entrar en el sueño para experimentarlo en detalle o enfocarnos en un determinado elemento. Así percibimos el movimiento que produce dentro de nosotros, las reacciones físicas y emocionales que evoca. Esto ofrece un territorio tan amplio como preciso para integrar la vivencia y percibir el diálogo que abren sus contenidos.

La exploración no se detiene, porque es un devenir, la forma en que nos desenvolvemos y revelamos progresivamente en la existencia. La facultad (o la experiencia) de soñar e imaginar, es inherente a la existencia humana y tal vez la más importante característica de nuestra especie.

Coaching

Que surjan las posibilidades


No Comments

En julio de 2018 estaba todavía en el proceso de formación en Coaching, en la International School for Coaching and Human Development (ISCD). En ese marco me invitaron a realizar una reflexión abierta sobre una de las Maestrías de la International Association of Coaching: Hacer Surgir Posibilidades (aquí puedes ver esa presentación).

El proceso de que surjan posibilidades me parece misterioso, porque desde mi perspectiva es producto de la espontaneidad o, dicho de otro modo, de una chispa creativa. En el proceso de coaching, también en la dinámica psicodramática o arteterapéutica, de pronto miramos las cosas desde otra perspectiva, nos ponemos en un lugar en el cual no habíamos estado antes y observamos con un sentido inédito que nos permite reconocer otros caminos.

Esto se produce gracias a ciertas condiciones: de confianza, de apertura suficiente para permitirnos ver más allá de las limitaciones sentidas a priori. Es decir que, a través de la exploración (del diálogo, de la acción espontánea, del trabajo creativo) superamos barreras que creíamos infranqueables.

Me siento muy cerca de este abordaje porque en mi experiencia no lo veo únicamente como un acto de voluntad, sino como un proceso de conexión con algo esencial dentro de cada uno de nosotros, el descubrimiento de la propia narrativa sostenida desde el interior, repitiéndose en una dinámica que nos atrapa y de la cual podríamos no ser conscientes.

El primer paso es atreverse a realizar algo diferente, aunque sea pequeño en apariencia; es el principio de cualquier experiencia de aprendizaje: dejar que algo nuevo entre o emerja de nuestro sistema. Es importante decirlo así porque no todo contenido novedoso viene del exterior, sino que en realidad se produce como un entrecruzamiento de nuestra búsqueda y el contexto, un diálogo que nos moviliza.

Una palabra, una pregunta que no había sido planteada, un movimiento inesperado del cuerpo (con su respectiva sensación), un dibujo, un poema, todas son puertas de entrada a lo desconocido, al ámbito desde el cual surgen las posibilidades. Cuando ocurre ese destello en una sesión de trabajo, entonces se pueden mirar con mayor claridad las opciones presentes en determinada situación.

El enfoque entonces está en generar las condiciones adecuadas para el acto de atreverse a avanzar en la incertirumbre, un espacio de escucha suficientemente seguro para transgredir las propias creencias con respecto a sí mismo o a determinada situación. Esta sería la vía para una expansión de la conciencia.

Como desafío común está entonces el permitir el silencio generativo, el provocar con preguntas abiertas, el valorar hasta el mínimo atisbo de novedad, la expresión de las propias narrativas hasta en lo más pequeño. Así se va fortaleciendo una voz genuina, la espontaneidad indispensable que generalmente perdemos en el devenir cotidiano, cuando nos volvemos rígidos en determinados roles.

Probar otras formas de estar y de actuar es desafiarnos a ser diferentes, lo que constituye la esencia de nuevas posibilidades. En el experimento de llevar a mi propia vida cada uno de estos planteamientos, lo que ha resaltado es la necesidad de valorar lo presente, de darle un espacio digno a mi particular perspectiva para luego poder desprenderme de creencias limitantes, en un proceso que no podría hacer sino por medio de una profunda introspección, de la reflexión y del acompañamiento.

Estas son las lecciones que han resaltado en mi experiencia:

  • No creer que hacer surgir posibilidades depende únicamente de mí y de mi forma de voluntad.
  • Reconocer una fuerza genuina que desde adentro de nosotros genera posibilidades, si tenemos la adecuada actitud de apertura y escucha.
  • Contar siempre con un apoyo externo dentro del proceso.
  • Llevar un registro de las experiencias y confiar en lo que va evolucionando, fortaleciendo el diálogo interno y la relación con el entorno.
  • Valorar la espontaneidad que permite generar nuevas alternativas, incluso en las pequeñas cosas (o quizás especialmente en ellas).

El ancla es el propio llamado, el camino particular que nos toca transitar, esto es lo que nos facilita establecer un centro, tener una raiz desde la cual abrirnos a lo posible. De otro modo, nos perderíamos en la infinidad de lo factible y nos dispersaríamos hasta no poder concretar nada.


Este es un ejercicio de reflexión libre en torno a las Maestrías de la International Association of Coaching (IAC). También puedes leer sobre otras de ellas: (1) Establecer una relación de confianza; (2) Percibir, afirmar y expandir el potencial del cliente; (3) Escuchar con compromiso; (4) Procesar en el presente; (5) Expresar.(6) Clarificar; (7) Establecer y mantener intenciones claras.

Coaching

Clarificar


3 Comments

Este texto forma parte de la serie de reflexiones en torno a las Maestrías de la IAC: (1) establecer una relación de confianza; (2) percibir, afirmar y expandir el potencial del cliente; (3) escuchar con compromiso; (4) procesar en el presente; (5) expresar.


Del conjunto de Maestrías de la International Association of Coaching (IAC), la de clarificar es una de las que más me ha impulsado a comprender mis propias dinámicas de desarrollo y de conocimiento de mí, de mi entorno y circunstancia.

En mi experiencia es uno de los procesos que más caracteriza la práctica del coaching, oficio en el cual se hace énfasis en trabajar con lo que está presente y poner todo a la vista, es decir, en la medida posible acompañar al cliente a que sea capaz de disminuir la confusión que muchas veces pueden producir vivencias complejas, tensiones en la toma de decisiones, distorsiones de la percepción, creencias contraproducentes y emociones intensas.

Imagino generalmente el proceso de clarificar como uno de discernimiento, en el cual cada cosa va tomando su lugar. Es posible así establecer algunas distinticiones en función de los objetivos planteados por el cliente, para apoyar su búsqueda particular de sentido.

Podríamos pensar que el acto de clarificar plantea una acción superficial, en la cual se elige esto o aquello, pero esto no refleja lo que realmente implica el proceso (que no la acción única) de clarificar. Precisamente esta maestría podría abordarse como una herramienta que nos apoya a navegar la complejidad y la incertidumbre, a reconocer la duda y las múltiples posibilidades presentes en cada momento de la vida.

Es lo que he experimentado al integrar la maestría de clarificar a mi vida cotidiana. En algunos momentos, ha hecho la diferencia entre la cooperación y el conflicto. Ampliando su alcance, incluso más allá de la práctica del coaching, creo que clarificar apoya en cualquier interacción humana:

  • Cuando tenemos una conversación ¿estamos captando verdaderamente lo que la otra persona nos quiere decir? También vale preguntar ¿está esa otra persona recibiendo realmente lo que nosotros expresamos? El proceso de comunicación es tan dinámico y de múltiples niveles, que se hace indispensable clarificar constantemente: “¿Es esto lo que quieres decir?”
  • En el momento de hacer elecciones en la propia vida, también es necesario clarificar repetidas veces. En el instante previo a la decisión, al momento de tomar una opción determinada, e incluso una vez que ya hemos avanzado por un camino elegido. Esto implica volver a preguntarnos cómo nos sentimos y si queremos mantener esa dirección, o si estamos considerando nuevas posibilidades.

Se trata de un elemento clave de la brújula interna y también de la retroalimentación de otros. Quizás como un reforzamiento de lo que otras maestrías de la IAC nos han planteado, esta exige abrir los sentidos y fortalecer la vinculación con nuestros deseos genuinos para poder establecer una relación dinámica de ubicación en nuestra vida.

¿Estaré avanzando por el camino que quiero? ¿Me estoy acercando a mi meta? ¿Esto que hago apoya mi bienestar? ¿Cómo me siento con respecto a esta experiencia determinada? ¿Cómo está mi relación con estas personas?

Para poder clarificar necesito, además, tener a mano mis aprendizajes, mis experiencias previas, mis capacidades. No necesariamente para trasladarlos al presente sin modificarlos, sino porque funcionan como puntos de referencia incluso en situaciones en las cuáles necesito desarrollar nuevas competencias o transformar mi perspectiva.

En la dinámica del coaching esto se impulsa a través de las preguntas abiertas y el uso de técnicas como el parafraseo y la expresión (cuando el coach comparte lo que percibe). En esos momentos la persona cliente puede percibir “desde afuerta” su propia lógica, el sentido de sus palabras y proposiciones, para avanzar en la estructuración de una narrativa coherente que le permita avanzar en la dirección que propone.

Clarificar es, desde este punto de vista, la llave para crear una historia diferente, la que todos necesitamos en un proceso de adaptación o cambio. Si bien no todo lo que pasa en nuestra vida podremos comprenderlo, es el rol de la conciencia actualizarse constantemente, en su papel de testigo de nuestras experiencias. Crear el propio relato y que tenga sentido para nosotros es indispensable en el proceso de fortalecimiento de la identidad y de la resiliencia, también una base importante para el desarrollo de la creatividad.

Estar en el mundo es un constante proceso de clarificación de todos los elementos que conforman nuestro relato: expectativas, inquietudes, retrasos y avances, cambios inesperados, momentos oscuros, encuentros y desencuentros etc.

De este modo podemos percibir a la persona que somos como unidad, como un ente coherente que interactúa con sus dinámicas interiores y los otros seres a su alrededor, se establece metas y actúa para alcanzarlas. Se trata de un esfuerzo constante por iluminar los rincones oscuros que llevamos todos los seres humanos, mantener encendida una linterna incluso en los momentos de tormenta.

Coaching, Psicodrama

Expresar


2 Comments

Volvemos al recorrido por las 9 Maestrías de la International Association of Coaching, esta vez para compartir ideas y reflexiones relacionadas con expresar.

Ya antes he hablado de procesar en el presente; escuchar con compromiso; percibir, afirmar y expandir el potencial del cliente; y establecer y mantener una relación de confianza. En la medida en que nos vamos adentrando en el entramado que constituyen las Maestrías de la IAC, podemos percibir la fuerte conexión que existe entre cada una de ellas y cómo en su conjunto dibujan la constelación de la práctica del coaching.

Sobre expresar, lo primero que quiero decir es que el compartir de la visión del coach dentro de una sesión, siempre ocurre para el cliente, en función de sus ritmos y propuestas, preocupaciones y búsquedas. Esto puede constituir un gran desafío, dado que no se trata de un acto de demostración de conocimiento o sabiduría, sino de una interacción que expande o profundiza el asunto que está presente y la comprensión que se puede lograr sobre el mismo.

Además, la maestría de expresar es posible únicamente en el momento del proceso en el cual el cliente posee la suficiente confianza y fuerza para responder a lo que el coach le propone, incluso contradecir sus ideas y percepciones, en una dinámica donde es siempre este cliente quien tiene el rol de protagonista.

Por otra parte, veo esta práctica como una forma de elaborar comprensión y conocimiento, de transitar por los espacios internos y reflejar en el mundo concreto aquello que se está produciendo en el territorio íntimo. No hay expresión sin conexión emocional e imaginativa, sin contacto vital entre los seres humanos que están imbricados en la dinámica del diálogo movilizador. De alguna forma, esta línea de acción que es el expresar configura la idea del coaching como escuela de pensamiento, como generadora de filosofía.

Es posible reconocer el movimiento en distintos niveles: uno práctico, de abordaje de una situación, conflicto, tensión, que se trae a la sesión; otro simbólico que permite acceder a experiencias del pasado, proyecciones hacia el futuro (incierto y movible), o reconocer los aprendizajes del presente. En este último ámbito, se incluye el reconocimiento de aspectos personales que necesitan ser vistos y, de cierto modo, sostenidos o integrados.

Pienso como paralelismo, por ejemplo, en el compartir que se produce como etapa final de una sesión de psicodrama. En ella, la clave es la expresión de las resonancias que han tenido las escenas desplegadas por el o la protagonista durante la escenificación, evitando el análisis de la situación o el brindar consejos o recomendaciones, para poner todo el foco en lo que se ha sentido o experimentado, ya sea en la ejecución de un rol o como audiencia.

Una primera fase de esta maestría de expresión puede ser vista, entonces, como un compartir, por parte del coach, de las resonancias y percepciones que se generan en él o ella a partir de lo que expone su cliente. No para tomar el protagonismo o demostrar sus capacidades, sino para acompañar en el proceso de mirar y reconocer; así ocurre una expansión de la conciencia en ambas partes.

Quizás en un proceso más largo y en la dinámica de interacción sostenida entre coach y cliente, se pueda producir más tarde una experiencia similar a la que se produce en el rol del doble en psicodrama. El doblaje, como técnica psicodramática, requiere de esa doble conexión: lo que pasa con la persona que dobla y lo que está moviéndose dentro del protagonista, siendo esto último lo que marca la pauta a seguir.

Así podemos ver las múltiples posibilidades de la maestría expresar, que emerge en la relación de las dos personas vinculadas durante las sesiones de apoyo. Concretamente hemos visto:

  • La expresión siempre está en función y se produce para el cliente.
  • Es un proceso de elaboración y comprensión de múltiples elementos, desde lo práctico y hasta lo simbólico.
  • Incluye lo que el coach puede percibir y sentir (lo que le toca internamente), y a veces incluso aquello que el cliente no dice.

Cuando llevamos esta maestría a la vida cotidiana, para retomar la dinámica en la cual las experimento una a una en mis interacciones y experiencias, es inevitable que venga acompañada del silencio. La expresión sólo puede surgir del silencio, de la escucha, de la espera; es un estado de receptividad donde la palabra aparece cuando es necesaria.

Expresión y silencio son inseparables. La primera produce realidades, la segunda abre pasadizos hacia ámbitos profundos y desconocidos; juntas facilitan transformaciones.

En mi experiencia, encontrar mi propia expresión es el desafío mayor y también la tarea ineludible que me corresponde en vida. Tal vez de eso se tratan los procesos de apoyo y acompañamiento a otros, de que cada una y cada uno encontremos nuestro propio camino y empecemos a expresarnos de forma genuina, creativa y espontánea.

Coaching

El Presente


3 Comments

Seguimos esta serie referida a las 9 maestrías del Coaching, planteadas y promovidas por la International Association of Coaching, revisadas de una forma vivencial y privilegiando el movimiento emocional e imaginativo al trabajar con cada una de ellas. Siguiendo el método planteado me dediqué durante una semana a experimentar mantenerme procesando todo en el presente. Es curioso que me percibí haciendo un esfuerzo por lograr esta propuesta, pues me pregunto dónde más podemos estar si no es en nuestro presente.

Recordemos que venía del proceso de escuchar con compromiso y que antes de ello habíamos estado percibiendo potencialidades sobre la base de la confianza. Mi vivencia ha sido que solamente al conectar con el momento presente todo lo anterior cobra su verdadero sentido. El ahora permite aceptar el devenir constante de nuestra experiencia subjetiva, la actualización indetenible de nuestras percepciones. Desde mi perspectiva se trata de cierta renuncia al “pretender”, al “creer ser” y al “aspirar”.

A veces se concibe el presente como el momento en el cual estamos construyendo el mañana, pero lo que he estado sintiendo está lejos de la idea de edificar, actuar para avanzar hacia algo (una visión que hemos creado). Me parece que podría tratarse de algo muy diferente, y me atrevo a decir que estar en el momento presente y procesar desde ese espacio-tiempo toda la información y estímulos, no consiste en otra cosa que escuchar-nos sin expectativas.

Esta constituye una fase en la cual involucramos todos nuestros recursos perceptivos y el amplio instrumental que tenemos para reconocer nuestras transformaciones interiores. Especialmente se manifiestan las intuiciones, las emociones, las movilizaciones de creencias sostenidas artificialmente, en un movimiento casi instantáneo que nos sacude desde adentro.

Sorprendentemente estar en el presente nos habilita para viajar en el tiempo y renovar la experiencia subjetiva relacionada con nuestros apegos pasados y futuros. Lo que se nos exige al trabajar en el ahora es abrazar la incertidumbre, que contiene posibilidades múltiples, para que pueda emerger lo nuevo a través de la tensión creciente que produce soltar los paradigmas antiguos y aceptar que no estamos en control del futuro. Cualquier otro procesamiento se quedaría en la superficie y fortalecería la distancia existente entre nuestra conciencia y la autenticidad que nos habita.

En este sentido es esta una exigencia inmensa, que requiere un acto de mucho valor, porque demanda abandonar la idea de “lo que creo que fui y lo que creo que seré”, para asumir un estado de no saber, de fluidez con aquello que emerge de forma espontánea a través de nuestra presencia. En un nivel profundo, se experimenta una especie de reconciliación radical con todo lo que fue y lo que será, dado que hay un movimiento intuitivo y creativo que otorga sentido a la experiencia personal.

Todavía diré una cosa más sobre mi experiencia procesando en el presente: lo importante no es el destino, el objetivo o la meta; tampoco el camino recorrido; lo más relevante es la innovadora vivencia de aquello que se va actualizando minuto a minuto, la chispa que se mantiene encendida creando y recreando nuestras posibilidades. Ese flujo indetenible es lo que realmente estamos buscando recuperar, lo demás es ruido fútil sin consecuencia.

Ello también nos permite vincularnos de forma más completa a vivencias compartidas, a la presencia de la naturaleza, de los seres vivos y al devenir del planeta, pues en la medida en que somos más conscientes de nuestra individualidad también lo somos del colectivo. Somos presencia y movimiento constante para la regeneración de todo lo que existe.

¿De qué forma esto se manifiesta en nuestra vida cotidiana? Sobre todo a través del silencio y un profundo sentido de compasión, una flexibilidad radical y adaptación constante a eso que nos saca del camino que creímos era el nuestro. Dicho de otro modo, es en el presente cuando se manifiestan las potencialidades, pero no de la forma en que creemos debe ser (relacionadas con el éxito o la realización de nuestros sueños), sino de la manera en que es (verdaderamente). El fracaso tiene un papel fundamental aquí, porque asienta nuestro ser en una dimensión genuina.

Lo que no deja de sorprenderme es que esto nos lleva al movimiento constante, a la conexión con el profundo sentido de nuestra existencia personal, al sentido de nuestros actos en función de lo que necesitamos y el encuentro con otros, a la realización constante de eso que hemos venido a aportar al mundo.

Coaching

Escuchar con compromiso


4 Comments

En este viaje de conexión y exploración por las Maestrías de la International Association of Coaching (IAC), hemos seguido un método sencillo: nos enfocamos en experimentar cada noción durante un período de 7 a 10 días, para percibir lo que emerge de ese enfoque.

Trabajé recientemente con la tercera maestría: escuchar con compromiso. La vivencia que he tenido ha sido sencilla y profunda, la de estar presente y mantenerme percibiendo los estímulos que provienen tanto del entorno como del mundo interior, sin responder a ello inicialmente, solamente recibiendo información.

Sumado al proceso que traía de percibir posibilidades, el flujo de mi atención se transformó hacia algo más concreto que, sin embargo, no dejó de multiplicarse continuamente. Desde mi experiencia subjetiva podría decir que percibir potencialidades me lleva al mundo de lo sutil, a la fuerza y multiplicidad de todas las posibilidades; mientras que escuchar con compromiso me traslada al devenir de todos los sonidos, movimientos, sensaciones y emociones que van generándose momento a momento.

Dentro de este recorrido tiene mucho sentido entonces la interconexión entre afirmar-expandir el potencial y la escucha comprometida. Este último acto es indispensable para poder dar forma a todo lo que es posible, para elegir, si cabe esa palabra, la potencialidad que se va a desarrollar o a seguir.

Pero la dinámica debe llevar, naturalmente, a procesar en el presente (que es la cuarta Maestría), para darle todavía un contexto más sólido a la dinámica en evolución. Sobre ello ahondaré en la siguiente entrega.

Por lo pronto, quiero quedarme conectado con la escucha, que me exigió suspender cualquier argumento o juicio interno, para poder abrir progresivamente mi percepción a lo que es, a lo que voy recibiendo en ese ámbito limítrofe que es la atención dirigida. En este ejercicio se hace claro que lo que hay adentro y lo que hay afuera está interconectado, en una interacción constante de la cual emergen o en la cual se reflejan las experiencias.

De pronto cada cosa, fenómeno, presencia, incluso las más sutiles, comenzaron a manifestarse con mayor claridad. Los flujos de las relaciones, de los momentos a lo largo del día, cobraron nuevos sentidos y me sentí, curiosamente, más partícipe y co-creador de mi propia experiencia cotidiana.

Con la escucha se abren nuevas dimensiones. Hay una cualidad especial allí, una especie de espera atenta, de la cual emergen otras capacidades, quizás insospechadas. Quizás esto ocurre porque al escuchar necesito dejar de hablar o de prepara mis respuestas, lo que me coloca en una posición vulnerable y de apertura; ello me obliga a conectar con otros recursos y a desarrollar habilidades que había dejado a un lado.

En ese proceso hay un elemento adicional que se ha hecho radicalmente importante: la escucha comprometida me permite ingresar y sumergirme en la perspectiva del otro. Ese otro que no soy yo, que tiene sus particulares perspectivas y vivencias, se abre a través de mi silencio y yo puedo asumir su posición y comprenderle. Se trata de un acto de compasión y conexión profunda en la cual puedo ser aquel que está delante de mí sin dejar de ser yo.

Entiendo que este es el acto transformador del comunicarnos, de donde provienen las posibilidades de cambio del coaching. La escucha ancla las posibilidades en el ámbito intermedio entre el uno y el otro, para que ellas emerjan con su propia fuerza; para ello, el silencio que existe en la escucha debe ser sostenido significativamente, operación a la cual no estamos habituados.

Encontré en el ejercicio una espera y un ritmo más pausado, que no me empuja a buscar soluciones a determinada situación, o a resolver de inmediato una tensión reconocida. Por el contrario, la escucha comprometida me lleva a conectarme más profundamente, percibir con todos mis instrumentos, reconocer la situación en toda su extensión. Sólo así se produce una conexión genuina de la cual la acción resultante será inevitable.

Refinar la escucha, fortalecerla, requiere de valor y paciencia, de fuerza interna y disciplina, para permitir el reconocimiento de otros recursos que aguardan más hondo dentro de nosotros y en las situaciones que atravesamos.