Para este año, establecí la intención de reflexionar sobre las Maestrías de la International Association of Coaching. La meta concreta ha sido la de explorar cada una de ellas, enfocándome de manera intencional en su sentido durante al menos cuatro semanas.
La idea sigue en desarrollo, la de aproximarme a estos planteamientos de manera personal y completamente subjetiva, mirando lo que produce en mí esta reflexión, resaltando algunas de las imágenes que pueden emerger de cada planteamiento particular.
En esta oportunidad voy a disertar alrededor de la maestría establecer y mantener intenciones claras, la cual se refiere claramente a que el proceso de coaching siempre debe evolucionar sobre la base de los objetivos y las metas que se plantea el o la cliente.
Encuentro interesante realizar una distinción, relacionada con aquello que entiendo como intención, distinto a objetivo y meta. En mi experiencia, cuando establezco una intención genuina está relacionada con una búsqueda o una imagen que emerge dentro de mí, que en cierto modo me guía y me permite reconocer un camino que estoy transitando. Por supuesto, la noción de intención es para mí dinámica, movible, hasta podría decir inestable, porque en ella se encuentran aquellos elementos que no están bajo mi control o que incluso pueden transformarse desde el inconsciente. Una intención es más una disposición a determinadas experiencias que yo creo querer tener, generar o compartir.
Con los objetivos y las metas pasa algo diferente, ellas tienden a ser más concretas, visibles y están asentadas sobre la ilusión de que tenemos control sobre nuestras vidas y los resultados de nuestras acciones. Creo que esta paradoja es central en el proceso: es fundamental plantearnos objetivos y metas claras, al tiempo que reconocemos que alcanzarlas no depende únicamente de nosotros o nuestras acciones. En un sentido, esta es una lección para el ego, tanto como una forma de plantearnos la danza de la vida, un proceso de navegar en aguas siempre cambiantes desde los ámbitos interior y exterior.
Desde esta perspectiva y por muy extraño que parezca, los objetivos y las metas se plantean no tanto para alcanzarlas, sino para generar el movimiento en una dirección. Ello genera energía, foco y por supuesto amplía nuestra visión.
Veo todo esto en un continuo donde se incluye mi identidad, mis valores, mis intenciones (búsqueda, exploración, actitudes, formas de ser y de estar) y mis objetivos y metas (proyectos, planes, propuestas). Esta complejidad es parte esencial de nuestra experiencia, tocando cada elemento de la cotidianidad, nos demos o no cuenta de ello.
Por eso creo que el plantearse intenciones claras, más que referirse a metas y objetivos concretos, está anclada en valores e intenciones, en un abordaje más amplio del bienestar y de la reflexión necesaria para abordar la propia vida. Finalmente, seguir ciegamente una meta y asociarse a las particulares perspectivas colectivas en torno al éxito, puede generar mucho daño en las personas y las sociedades. Dicho de otro modo: la vida humana, la realización personal y el vínculo, no pueden supeditarse a un conjunto de objetivos preexistentes.
En el diálogo del coaching entonces debe abrirse el espacio de cuestionamiento, valorando las experiencias de fracaso, los momentos de inacción, las dudas, la confusión, como los tesoros que realmente son dentro del proceso de escuchar el alma, lo que es decir, lo genuino que hay en cada uno de nosotros y que es el hogar de las intenciones y el particular camino que nos corresponde.
Entonces así podrá desarrollarse una narrativa conducente a mirar el ámbito de los objetivos y las metas en su adecuada dimensión, como un reflejo de nuestros deseos, ideas preconcebidas sobre aquello que queremos, no siempre en armonía con lo que realmente necesitamos o somos.
Los objetivos y metas, que son tan importantes, están en la superficie y reflejan solamente una coyuntura, un momento en la vida personal, una manera en que se visualiza alcanzar determinadas experiencias con la ilusión de que son las adecuadas para nuestro viaje individual. Habría que cuestionar también cuanto de ello se realiza en función de las expectativas sociales: la validación y el reconocimiento de los demás como eje de nuestras decisiones.
Mantener intenciones claras es un llamado a la conciencia, porque ellas van a estar en movimiento constante y la idea de alcanzarlas es únicamente un estado temporal que produce el impulso necesario para producir aprendizajes y la expansión de nuestras posibilidades de acción.
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También puedes leer sobre otras de las Maestrías de la IAC: (1) establecer una relación de confianza; (2) percibir, afirmar y expandir el potencial del cliente; (3) escuchar con compromiso; (4) procesar en el presente; (5) expresar.; (6) Clarificar.
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