Arteterapia

Arteterapia, Coaching

Lo grande de ser pequeños


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Thomas Merton, el monje, escritor, teólogo y místico, es citado por Stephen Cope en su libro La gran obra de tu vida, del siguiente modo:

“… no podemos alcanzar la grandeza a menos que perdamos todo interés en ser grandes. Porque nuestra propia idea de grandeza es ilusoria, y si le prestamos demasiada atención nos veremos atraídos fuera de la paz y la estabilidad del ser que Dios nos dio, y buscaremos vivir en un mito que hemos creado para nosotros mismos. Por lo tanto, es una cosa muy grande ser pequeño, es decir: ser nosotros mismos”.

Cope, Stephen. La gran obra de tu vida (p. 255). Grupo editorial Random House. Edición Kindle.

Ser nosotros mismos es una expresión sencilla que habla de algo misterioso, pues hace referencia a un elemento esencial que todos los seres humanos compartimos: un propósito, una misión. Este es un aspecto que con frecuencia es subestimado, tratado superficialmente y hasta ignorado por muchos. Claro está que cada camino es personal y no hay nada que se imponga a un individuo, que solamente experimentará la vida en su propia circunstancia y según su particular destino.

Pero si creemos en que somos, si tenemos la certeza de nuestra existencia, sabremos que somos conscientes de una guía interior, que va llevándonos a ciertas experiencias como un proceso de evolución y, si cabe la palabra, refinamiento.

De acuerdo a lo que nos dice el místico, en la búsqueda de realizar ese propósito podemos caer en la confusión de creer que se trata de “un mito que hemos creado para nosotros mismos”, algo que dentro del colectivo nos ofrezca reconocimiento y grandeza. Al poner el énfasis afuera, donde se abren posibilidades que parecen ilimitadas, es posible que se genere un distanciamiento interior que tiene como efecto la pérdida momentánea de aquello que somos, de lo que podríamos denominar nuestro llamado particular.

Hay muchas oportunidades para este debilitamiento del ser, sobre todo en la multiplicación de imágenes que se produce a través de las redes sociales, donde lo aparente sustituye a lo real y se invierten recursos en intentar una escala masiva y general. Pero si lo que estamos esperando es la conexión con una búsqueda verdadera, se requiere la concentración de la atención, la pausa y la reflexión, la espera para que pueda aparecer la voz que nos corresponde y que es única.

Lo misterioso de este proceso y de esta experiencia, es que posiblemente no se experimente como reafirmación, sino como desafío y entrega, como pérdida de la conciencia habitual y operativa, para acceder a una verdad más profunda que nos abarca. Allí nos encontramos en eso que nos da curiosidad, que nos apasiona, que despierta nuestro interés.

Así empezamos a dedicar nuestra energía a ese material y esa obra que nos corresponde. Sea cual sea nuestro oficio, cuando entramos en la dimensión del propósito personal y del compromiso con lo que es real en el ámbito interior, todo cobra otra dimensión y el producto de lo que hacemos cobra relevancia, por su efecto transformador en nosotros y en otros.

Pero esa importancia no nos pertenece, sino que es producto de algo que nos trasciende y que se expresa a través de nuestras acciones e interacciones. Allí está la grandeza de ser pequeños, la fuerza de escuchar y escucharnos, para cocrear la realidad que compartimos.

En los procesos de coaching, arteterapia y trabajo con la imaginación y la creatividad, buscamos la experiencia de este ser verdadero que nos habita, al abrir el diálogo con un ámbito que es único, que nos brinda la posibilidad de ofrecer nuestros dones y crecer desde adentro.

Arteterapia, Sueños

Imaginación: de lo interior y lo exterior


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Recientemente, revisando notas, me encontré con notas y libros que han sido muy significativos para mí y que he ido integrando a mi cosmovisión de tal modo, que por momento olvido que constituyeron cambios de perspectiva.

Lo primero fueron unos poemas que había perdido, escritos en tiempos de mi adolescencia y que fueron productos del dolor causado por un amor no correspondido. Recordé que su rechazo, su indiferencia, me hirió en el justo lugar para empezar a tocar las cosas con otros nombres.

Ese sufrimiento adolescente me cambio la forma de ver y sentir, al generar ecos infinitos que me permitieron comenzar a escribir, componer versos y registrar historias que más tarde podría compartir. En otras palabras, aquella vivencia me llevó a ser consciente de mi capacidad de imaginar y crear.

El otro material que apareció ante mis ojos, de consulta más reciente, es el libro de Susan Cain titulado QUIET. Allí también encontré ideas muy interesantes relacionadas con los talentos, la sensibilidad, la imaginación y la creatividad, generada desde la riqueza del mundo interior.

“De acuerdo al psicólogo Mihaly Csikszentmihalyi, quien entre 1990 y 1995 estudió las vidas de noventa y un personas extraordinariamente creativas en arte, ciencias, negocios y gobierno, muchos de ellos fueron marginados durante la adolescencia, en parte porque una intensa curiosidad y un interés enfocado parecían raros para sus pares.”

De este modo, he podido conectar dos ideas que me parecen relevantes:

  1. La conexión emocional es esencial para el trabajo con la imaginación. Esta nos implica por entero, nos produce sensaciones y despierta nuestra comprensión.
  2. El proceso de abordar nuestras imágenes y nuestra facultad creativa requiere de tiempo a solas, de mirar hacia dentro.

Creo que solamente en una fase posterior se puede compartir con otros lo que se genera en ese proceso, para percibir las resonancias que va generando la propia búsqueda y sus hallazgos.

El reconocimiento del mundo interior y la relación con otros en el afuera, facilitará la elaboración de las propias experiencias y la generación de imágenes transformadoras y significativas.

Es por ello que considero tan esencial el abordaje de la imaginación y la creatividad en nuestras vidas.

Arteterapia, Psicodrama

La importancia de imaginar


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No escribo desde la certeza, sino alrededor de la duda. Titubeante, comparto lo que a ratos de lucidez puedo reconocer en mí y en otros, en una senda de descubrimiento y reconocimiento personal.

Esta pandemia también ha tenido un impacto significativo en mi rutina, apenas sospecho lo que este período representará como transformación personal y de vida.

Buscando miradas distintas, pues siempre he sido muy curioso y me conecta lo diverso, me encontré con los planteamientos del analista Jungiano Robert Bosnak, quien ha estudiado por muchos años el mundo imaginal, a través de su método de “imaginación encarnada” (embodied imagination). En un curso relacionado a formas de enfrentar los tiempos críticos actuales, Bosnak se refirió a la imperiosa necesidad de imaginar, como una vía para integrar lo que es distinto, nuevo, raro.

Esta idea me impactó por mostrarme una posibilidad que yo intuía pero no había logrado articular aún: la imaginación como vía para conectar, comprender o abordar eso que identificamos como lo real. Ahora se trata además de establecer una relación con lo extraño, lo nuevo que es el virus y todo el impacto que ha tenido en la vida humana alrededor del mundo.

En los años recientes he estado experimentando un retorno interior al teatro y el psicodrama, un recorrido personal en el cual he explorado en diversos talleres las posibilidades que ofrece compartir historias, abordar un mito a través de nuestros cuerpos. En un ritual grupal, es posible desarrollar un recorrido significativo por las historias universales que se conectan con nuestras vivencias personales y nos enriquecen (nos expanden).

Yo me había mantenido enfocado en la creatividad, en esa búsqueda metódica que facilita la emoción, es ese proceso estructurado que ofrece el marco perfecto para la expresión libre, al permitir la espontaneidad y el desarrollo de la creatividad, para reinterpretar y recrear los hechos en un movimiento que integra a la memoria en la acción del ahora.

Allí estaba, ante mis ojos, la imaginación (las imágenes, los signos, las experiencias, las emociones) presente, de forma tan evidente que yo no lograba captarla. Ahora entiendo que es una facultad humana absolutamente indispensable para el vivir, el adaptarnos a las circunstancias cambiantes, el reconocernos y encontrarnos; porque sin imaginación, no es posible el encuentro.

Imaginar es el acto que crea el lazo con todos los fenómenos, seres y cosas. Se amplían nuestras percepciones y caen dogmatismos, por lo que intuyo que es también parte central de la vivencia del amor. Cuando imaginamos conectados por entero a esa experiencia, como en los sueños o en los juegos de la infancia, estamos implicados por entero.

Así comprendo hoy lo que Francisco Pancho Salazar nos transmitió durante seis años de entrenamiento actoral en Pantheo: la imagen escénica sólo se produce cuando estamos allí conectando cuerpo, emoción, mente y espíritu.

Creo entonces, tal vez hoy esto sea más pertinente todavía, que todos los seres humanos necesitamos entrenar y experimentar (con un marco concreto) nuestra capacidad imaginativa. Mi hipótesis es que si lo hacemos conscientemente y con las herramientas adecuadas, eso nos conducirá a una vida más plena, con sentido, con conexiones más significativas.