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LA IMPORTANCIA DEL PROPÓSITO


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Markel R. Méndez H.

Un asunto que considero fundamental para hacer contacto con otras personas, impactar a nuestros interlocutores y permitir que la transformación de una comunicación viva ocurra, es el mantener vibrando nuestro propósito. Esto tiene distintos niveles de manifestación en nuestros procesos de interacción o expresión.
En primer lugar encontramos el aspecto más evidente: el objetivo del acto concreto de comunicación. Trátese de una conversación informal, una presentación académica o una conferencia empresarial, siempre estará presente un objetivo que, hágase o no explícito, se hace evidente para todos los involucrados: resolver un malentendido, lograr una cita, vender un producto, presentar una campaña o proyecto, etc.
En este nivel la conexión del objetivo con nuestros recursos expresivos puestos a su servicio puede parecer bastante evidente y se da, principalmente, en el ámbito de lo racional. Sabemos entonces que en esa situación específica, contexto determinado y frente a ese interlocutor particular debemos actuar, lógicamente, de tal o cual manera, proceder a este ritmo (y no otro), presentarnos y usar el vocabulario adecuado. Podemos incluso generalizar al respecto de que nuestro objetivo en este nivel está ubicado en una de tres dimensiones: informar, entretener o persuadir.
Pero en todo acto de comunicación, sea cual sea el contexto, la situación e incluso la audiencia, existen otros niveles de intención o propósito, más sutiles y de vital importancia. En el otro extremo del objetivo específico se encuentra el propósito de nuestras interacciones, lo que impulsa nuestra expresión y la finalidad mayor de aquello que buscamos en nuestro encuentro con otras personas.
Comunicarnos es contactar, la forma que tenemos de hacer contacto con otros está profundamente relacionada con el modo en el cual nos relacionamos con nosotros mismos en el interior. Por ello la clarificación de estos otros niveles de intención o propósito se torna fundamental.
Por un lado, esa intención puede ser elegida, respondiendo de forma consciente a la pregunta: ¿Cómo queremos ser percibidos por lo demás (familiares, amigos, colegas)? Ello enmarca ya un nivel de intención mayor al objetivo concreto de nuestra interacción presente, y hayamos o no respondido a esta pregunta, las creencias en torno a la percepción de los otros existe y afecta nuestra forma de expresión.
También puede existir una brecha entre lo que yo creo que los demás perciben acerca de mi persona y lo que realmente perciben, de modo que podría estar funcionando siguiendo ideas que no corresponden a la verdad, fantasías inexactas. He encontrado a muchas personas que en sus comunicaciones e interacciones, deciden dejarse llevar por imágenes negativas acerca de sí mismas, llegando a conclusiones catastróficas en torno a las reacciones de los demás, de modo que pueden bloquearse profundamente en la situación de relación con otros.
Un ejemplo de ello es cómo leemos los gestos de nuestra audiencia cuando realizamos una presentación oral: es mejor verificar antes de sacar conclusiones. Quizás un grupo silencioso sea signo de alto nivel de atención y concentración, y no necesariamente producto de desinterés. (Generalmente estas señales se clarifican cuando prestamos atención a lo que nos dice nuestro cuerpo, pero estas ideas las desarrollaremos en un trabajo posterior).
Si encontramos una brecha entre lo que yo creo que los demás perciben de mi y lo que yo en particular percibo de mi, ello podría significar que no estoy alineado internamente, quiere decir que no me estoy presentando, manifestando o expresando con honestidad o coherencia. Esto puede ser muy sutil y hasta inconsciente. Estamos refiriéndonos aquí al aspecto de la congruencia en nuestras comunicaciones.
Todavía existe un nivel más amplio y, si podemos verlo de ese modo, más profundo, relativo a la intención de nuestros actos de comunicación, el cual ya no está directamente vinculado a nuestra voluntad, sino que es, en cierto sentido, un propósito que nos ha sido dado. Hay muchas maneras de ver esto:
Es posible que por el rol que nos toque jugar en determinadas situaciones o contextos, se nos imponga (de cierta manera) ese propósito o intención; también es posible que un conjunto de personas perciba ciertas cualidades en nosotros y tiendan a presentarnos repetidamente situaciones particulares que nos llevan a expresarnos de una manera concreta; quizás se nos presenten de forma natural oportunidades para comunicarnos siguiendo una vía que pareciera no ser elegida por nosotros, sino que se presenta una invitación constante a lo largo de nuestra vida.
Estas son maneras en que ese propósito mayor se manifiesta en nuestras interacciones con otros. Recordemos siempre que se trata de un doble flujo, hacia dentro y hacia fuera de nosotros, en el tiempo presente pero también a lo largo de un lapso determinado, con repercusiones inmediata en todos los involucrados (la comunicación es un acto transformador) que tanto se ajusta a las circunstancias dadas como mantiene su eco más allá de ellas y de lo evidente. A veces pasan meses antes de entender un momento de encuentro o de realmente incorporar una frase dicha en el instante justo.
Es así que podemos aproximarnos a la importancia del propósito o intención en los actos de comunicación. Si logramos sentir, percibir, visualizar o incluso declarar qué mueve nuestras interacciones en ese nivel más profundo y nos mantenemos conectado con ello, probablemente sentiremos una vibración que guiará nuestros movimientos y sostendrá nuestra voz, de forma tal que haremos un contacto más profundo con los demás, en cualquier situación que se presente.
Todo esto es posible trabajarlo a través de técnicas concretas que permiten alinear los niveles físico, mental, emocional y producen un mejor flujo de la energía expresiva, mayor balance y coherencia en nuestras interacciones. Sobre todo esto seguiremos hablando en este espacio.

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