Markel R. Méndez H.
Nadie puede alcanzarnos con sus juicios a menos que ya nos hayamos juzado nosotros antes. Por eso cuando alguien emite una opinión sobre mí o alguna de mis acciones, y esa expresión me afecta emocionalmente y me desequilibra, se que me están mostrando un aspecto de mi mismo que me resulta difícil aceptar y amar, que probablemente estoy enganchado en un patrón que no me apoya a obtener los resultados que espero o me gustaría alcanzar.
En ocasiones es más fácil reconocer cuando los juicios de otros nos afectan: la perspectiva de nuestros padres, de nuestra pareja, de los seres que más amamos o queremos, o de aquellos que admiramos y tenemos como modelos. Para algunos de nosotros es más retador poder darnos cuenta de ese mismo fenómeno en la comunicación intrapersonal: cuando la perspectiva o idea de como “debo ser” o “debo comportarme” (que se puede traducir en cosas como aquello que debo conocer, las cosas que debo tener, los logros que debo alcanzar en tal o cual momento de mi vida, la claridad que debo tener, etc…) se traduce en una presión continua sobre mi, como la voz de un juez implacable e invisible que vive en mi cabeza y mi cuerpo.
Pero aunque sea un desafío, lo importante para mí ha sido comprender que mis relaciones con otras personas no son más que un reflejo de la relación que mantengo conmigo, que en la medida en que soy más abierto y honesto en mi interior, que mejor me reconozco y acepto, que más amor manifiesto, mayor es la conexión que puedo generar con otros, produciéndose relaciones de calidad, y con un apoyo más claro para aprender y crecer.
Mis formas expresivas mejoran naturalmente y el modo en que me comunico con otros alcanza nuevos niveles de fluidez y aceptación. Entonces las opiniones, los juicios o cualquier otra expresión de quienes me rodean, se convierte en una oportunidad para entender un aspecto de mi mismo, o darle un giro completo a la situación con creatividad, o quizás se produce una señal para retirarme y reconsiderar lo que sea que esté sucediendo.
Todo este proceso es ya sumamente conocido y existen muchas formas de describirlo, sin embargo es la experiencia la única vía para realmente reconocer cómo funciona este mecanismo en nosotros. Tener la vivencia, probar alternativas y observar la forma en que se desarrolla la dinámica y se producen los resultados, es una forma perfecta para saber cómo está mi comunicación conmigo y con otros, encontrando nuevas formas de abordar mis relaciones.
El amor es una de las claves, amor por mi, por los otros y por aquello que está sucediendo.