¿De dónde proviene la seguridad al comunicarnos con otros? ¿Cómo se presenta o manifiesta aquello que nos permite tener impacto en nuestro entorno y completar nuestros procesos de interacción?
He estado trabajando, cuando se trata de abordar los procesos de comunicación interpersonal, con tres niveles bien visibles: el corporal, el mental y el emocional. El equilibrio y fuerte conexión entre estos tres niveles de nuestra experiencia y percepción del mundo, son los aspectos claves para tener el impacto justo que nos es dado en nuestras interacciones con otros.
No se trata del impacto que deseamos a fuerza de pura voluntad o imposición, tampoco me refiero a las técnicas de persuasión utilizadas a veces sin ética como métodos o vías para manipular. Entramos aquí en otro ámbito, más sutil y si se quiere profundo: el del contacto personal, desde un lugar esencial hacia las personas con quienes nos relacionamos.
En ese punto de contacto puede producirse un equilibrio, que se experimenta como un balance entre nuestra creatividad natural, el flujo del impulso expresivo en el cuerpo y las ideas que estamos manifestando. He allí los tres niveles: el cuerpo como vía de percepción y contacto concreto con el otro, las emociones como flujo de las percepciones que establecen relación a través del universo intra-subjetivo de quienes interactúan, y los pensamientos constituyendo constructos abstractos y elaborados para explicar y explicarnos.
Habría que incluir en esta dinámica un cuarto elemento: el espiritual. Este es el aspecto de conexión con un nivel de experiencia que nos sobrepasa como individuos, que no guarda relación con el yo (el Ego) y que nos permite experimentar un sentido mayor en nuestras comunicaciones.
He visto como esto se manifiesta en prácticas de oratoria, en talleres de comunicación presencial o en asesorías individuales. También lo he vivido en mis relaciones. Cuando un individuo quiere comunicar una idea, esa idea representa parte de su objetivo expresivo (la otra parte es el efecto que busca lograr en sus interlocutores), lo cual está en el nivel mental; esa idea y el objetivo de comunicarla a alguien lo pone en movimiento, involucrando sus sentidos (percibiendo el entorno y a quienes le escuchan) y su cuerpo en movimiento que acompaña todo el acto de comunicación (esto es el elemento no verbal); estas ideas y la acción física que las sostiene en el contacto con otros, están a su vez moviéndose sobre o a través de las emociones, las cuáles ofrecen valor y permiten realmente producir un contacto entre dos o más personas.
Pero a lo largo de la vida de una persona el propósito mayor, la intención amplia de sus interacciones, está vinculada a la existencia espiritual, un ámbito inabarcable que estando siempre presente nos coloca en circunstancias de movilizar o completar experiencias y relaciones, acciones de cooperación y proyectos, separaciones o desafíos compartidos.
¿No han notado como a veces un discurso puede contar con todos los elementos formales y sin embargo no comunicar nada? ¿No han percibido el vacío que se produce cuando un individuo, incluso hablando de forma coherente, con el vocabulario y los gestos adecuados, dice cosas sin conexión interna alguna? Todos tenemos la capacidad de percibir estas cosas.
El flujo de información, objetivo, intención o propósito, emoción, gesto y movimiento, es una dinámica que no puede controlarse a voluntad. Por ello, el trabajo de quien se comunica presencialmente constituye un entrenamiento continuo, similar al que debe desarrollar un actor o cualquier clase de intérprete escénico. Se trata de abrir espacios donde aparecen los bloqueos, obstáculos o limitaciones. Esta es la tarea real y requiere de conciencia y dedicación.
La única decisión que podemos tomar es estar abiertos, el único trabajo prepararnos y darle mantenimiento continuo a nuestro instrumental: el cuerpo, la psique o el alma, la razón. Esta es nuestra decisión cotidiana y la labor por asumir.
El potencial comunicativo real, la fuerza transformadora de nuestras interacciones, viene otorgada desde el nivel espiritual. A nosotros nos toca ocuparnos sólo de los otros niveles.
Permítame diferir en cuanto a que no nos toca ocuparnos del nivel espiritual. En el alma, en el espíritu (nuestra esencia), reside la verdad y el amor. Cuando nos comunicamos desde nuestra más profunda verdad y lo que nos mueve a comunicarnos es el amor, dejando de lado al personaje, al actor, a la escena constante, a cualquier intención proveniente del ego; lo que expresamos nos transforma y transforma al otro (en eso coincido). Lo demás es pura interpretación de lo superficial, de lo visible, de lo expresamente manifiesto.Es verdad que aquí también hay comunicación, pero se trata de otro nivel, y es una decisión personal elegir a qué nivel optamos por comunicarnos.
Gracias Anónimo por su comentario.
En realidad estoy de acuerdo con usted, y no diferimos. Creo que no me expresé del todo bien en mi texto. Lo que quise decir es que el nivel espiritual está siempre presente y no podemos controlarlo. En el trabajo cotidiano sobre nuestras formas de comunicación, no es posible usarlo o manipularlo, sólo podemos trabajar sobre los otros niveles, manteniéndonos abiertos al ámbito de conexión espiritual.
Ello nos es otorgado, está presente en cada cosa que hacemos más allá de nuestra voluntad.
Esto es lo que quise decir con “no nos toca ocuparnos de ello”. Gracias por su comentario, quizás luego escriba algo más al respecto.
Por favor no deje de comentarnos.
Maroma (Markel)
Excelente…