El fenómeno llamado “miedo escénico” es experimentado la mayor parte de las veces como un bloqueo significativo que disminuye la capacidad de expresión espontánea y de comunicación adecuada con otros. Aunque generalmente se reconoce como una emoción básica, este temor se manifiesta tanto en el ámbito del pensamiento -tomando la forma de sentencias y fantasías negativas-, como en el del cuerpo -sudoración exagerada, ausencia o exceso de salivación, temblor, tensión generalizada, respiración caótica, etc.-, de modo que se trata de un estado que toma al individuo integralmente.Se presenta además de forma tal que parece autónomo, un conjunto de reacciones que no pueden ser controladas por aquel que las sufre, quien se resigna a ser afectado por ellas y a sufrir las consecuencias de ello: la parálisis total o parcial, la baja calidad del discurso o presentación, la disminución de la fluidez y del impacto de la intervención, entre otras.
Existen sin embargo formas de trabajar el miedo escénico y superarlo. Algunas de estas formas son:
1. Cambiar la forma de percibirlo, reconociéndole como un aliado antes y durante nuestras intervenciones o actuaciones frente a cualquier audiencia. El miedo escénico puede ser una vía para conectarnos con todo nuestro instrumental expresivo, con la audiencia y con la circunstancia. Cuando sentimos miedo frente a una amenaza real (alguien que viene a atacarnos, un perro enfurecido) nuestros sentidos se agudizan y la sangre fluye por todo nuestro cuerpo con mayor fuerza para que las extremidades respondan con mayor rapidez (para huir o enfrentar); del mismo modo, una dosis de miedo escénico antes y durante una presentación nos mantiene más alertas y con los sentidos despiertos en función de la tarea que vamos a realizar. Lo importante aquí es que este temor no nos sobrepase o abrume.
2. Sustituir las fantasías o creencias negativas por otras que nos impulsen más en la tarea. La labor sobre la mente requiere de disciplinas específicas: preparación adecuada del discurso, visualización de la situación de presentación, meditaciones para calmar el flujo de pensamientos, la construcción y repetición de frases que apoyen una visión positiva y optimista de mi presentación, entre otras.
3. Observar y alinear las emociones, a través del reconocimiento del modo en que se manifiestan, el uso del pensamiento y la visualización creativa para una mejor conexión con los impulsos y movimientos internos.
4. Preparar el cuerpo a través del movimiento y de la relajación muscular. El uso consciente de la respiración es vital en este sentido, pues permite al cuerpo expandirse y oxigenarse en función de alcanzar un estado de mayor balance.
5. Practicar y realizar simulaciones, presentando distintas opciones de la situación y contexto en los cuáles realizaremos nuestro discurso o presentación.
Algo sumamente interesante del miedo escénico, es que es justamente la energia que el sentirlo o sufrirlo produce, lo que permite realizar una buena presentación oral, dado que son las emociones una vía de contacto real conmigo y con otros, así cómo el impulso que perite sostener un discurso.
Más que superarlo, creo que la clave es usarlo o, dicho de otro modo, experimentarlo de la forma más completa que nos sea posible, para impulsarnos a través de esa energía en movimiento a un contacto más profundo con nosotros y con otros. De esta manera se irá transformando en otro tipo de emoción, que nos permita un desarrollo óptimo de nuestras capacidades de comunicación.
El Miedo Escénico es la señal de un camino de autoconocimiento y evolución de nuestras aptitudes expresiva, por ello no puedo recomendar “trucos” para solventarlo, sino el desarrollo de un método para su abordaje real:
I. Hay que observar claramente cuándo se manifiesta y percibir específicamente cuál es su intensidad y forma de moverse, lo cual puede reconocerse a través del seguimiento de las sensaciones presentes (generalmente viene acompañado de sensaciones específicas, como por ejemplo el hueco sobre la boca del estómago, temblor, respiración caótica, entre otros).
II. Reconocer con total honestidad aquello que está produciendo y amplificando ese temor: creencias repetidas (tales como “no sirvo para esto”, “mi voz es muy chillona” o “no se lo suficiente”), fantasías negativas, desconfianza.
III. Practicar constantemente las formas de abordar el miedo escénico que se mancionaron anteriormente: meditar, respirar, estirar el cuerpo, hacer simulaciones, repetir pensamientos y fantasías que alienten y apoyen, etc.
La exploración y el contacto con el Miedo Escénico puede convertirse en un rico y profundo camino de aprendizaje. Sentirlo tenerlo es signo de un alto nivel de compromiso y sensibilidad en la situación de contacto presencial con otros.
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