Autor: Markel R. Méndez H.

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¡ESCUCHA! El necesario ejercicio de no juzgar


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De los ejercicios más importantes en los procesos de comunicación, está el escuchar. Practicar la escucha nos puede llevar a experiencias y aprendizajes profundos. Escuchar implica una posición de apertura, que podemos llevar al nivel que decidamos en función de nuestra visión y postura ante las cosas y las personas que nos rodean.

Recientemente me he propuesto llevar mi escucha a un nuevo nivel, intentando ser más consciente de los prejuicios que tengo al respecto de las personas. Ha sido un proceso desafiante y muy interesante, porque me he percatado, y estoy seguro no ser el primero en pasar por esto, que tengo más prejuicios de lo que creía.

Piensa por un momento en ello: hay personas que consideramos «menos», de distinta manera, a veces de modos muy sutiles. Sé que nuestra primera reacción al plantear esto, la mía también la fue y todavía a veces me resisto, es decir «no, no, en mi caso no es así, yo he trabajado mucho y acepto a cualquier persona». Pero lo cierto es que juzgamos de manera inmediata, sólo por el aspecto físico, o por la forma de hablar, entre otros elementos.

Incluso es una práctica natural conocer a alguien y luego revisar el conjunto de prejuicios que nos hemos hecho. Nos encontramos con alguien nuevo y más tarde estamos comentándole a alguien de confianza las cosas extrañas que dice o hace, y si nos ha caído mal por alguna razón entonces nos esforzamos por indicar lo que está fuera de lugar. Usamos muchos calificativos de manera muy alegre e irresponsable, por así decirlo.

Por supuesto el juzgar es inevitable, lo hacemos para procesar nuestras interacciones a mayor velocidad, ahorrar energía y poder ubicarnos ante los otros rápidamente, utilizando nuestras referencias del pasado. Entonces no se trata de eliminar el juicio (o prejuicio) sino de hacerlo consciente, saber que está allí y, lo que es más difícil, entender que eso no es la verdad, que puede estar equivocado (y la mayor parte del tiempo lo estará).

En realidad lo que hacemos la mayor parte del tiempo es lanzar nuestras proyecciones, nuestras ideas preconcebidas, a veces hasta nuestra «basura» sobre los otros. Lo que percibimos no son ellos, sino lo que nosotros creemos que son según nuestros estándares.

Este es el primer ejercicio que propongo, darme cuenta de que estoy equivocado, que coloco sobre las personas con quienes interactúo mis propias percepciones, que intervengo en niveles que producen a confusión, malos entendidos, porque en el fondo estoy intentando forzar a los demás a que vivan como yo creo que deben hacerlo, a que actúen ajustados a mis estándares, y les reclamo, sobre todo a los más cercanos, cuando esto no ocurre de esa manera.

¿Qué pasaría si recojo mi basura y la proceso dentro de mí en vez de lanzarla sobre los demás? ¿Con qué nos quedamos si juntamos nuestras proyecciones y las detenemos por un instante para intentar percibir lo que hay más allá?

No tengo respuestas para estas interrogantes, pero vale la pena intentarlo. Escuchar es un camino para el entendimiento, para la cooperación, para el fortalecimiento de nuestros vínculos como seres humanos.

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COMUNICAR: La conexión primero


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Para poder comunicarnos mejor hay que lograr realizar una afirmación interior: conectar con una motivación propia y permitir que ello movilice nuestra percepción en grado tal, que aparezca claramente esa necesidad de interactuar con otros para que compartan nuestra visión.

De esto se trata realmente el acto de comunicación: conexión. Creemos que los efectos de persuasión, impacto, elocuencia, son todos consecuencia de un compromiso verdadero con aquello que decimos y a quien se lo decimos. La mayor búsqueda, la que tiene más sentido, es la de ser genuino, lo que implica responder desde adentro.

Con frecuencia se insiste en los efectos del acto de comunicación, de modo que los entrenamientos para oradores o presentadores se centran en la forma, lo cual por supuesto resulta muy útil: trabajar la voz, el gesto, la postura, el ritmo. Todo ello es necesario y cuando está bien abordado produce notorios avances.

Pocas veces sin embargo se complementa este trabajo o se aborda lo que consideramos todavía más relevante: la motivación, el reconocimiento de un propósito, la identificación del propio estilo de expresión y la consciencia sobre el nivel de responsabilidad que implica comunicarnos mejor.

Es interesante sin embargo que no se puede trabajar un ámbito sin movilizar el otro, de modo que aun cuando solamente entrenemos la forma, o nos esforcemos únicamente en mejorar el uso de nuestro instrumental expresivo (voz y cuerpo), estaremos de todas maneras afectando otros elementos de nuestra percepción y experiencia subjetiva (autoestima, seguridad personal, claridad, empatía, espontaneidad).

El peligro está en que si sólo se insiste en los elementos de la forma, el camino es mucho más largo, repleto de dificultades y los efectos difícilmente serán duraderos, además de la tensión que se genera en cualquiera cuando intenta hablar o realizar una presentación siguiendo una lista interminable de indicaciones técnicas.

Cuando se trabajo de manera directa sobre los elementos de la conexión, el propósito y la motivación sin embargo, la forma adecuada de expresión parece llegar por sí misma, sin presiones innecesarias, como si ese conocimiento está alojado en el cuerpo desde el nacimiento. La forma necesaria (la voz, el gesto, el ritmo, la mirada, el cuerpo) aparece cuando existe una verdadera necesidad de comunicación.

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Comunicar espacios de convivencia


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Hoy se ha renovado dentro de mi la idea de crear y expandir espacios de solidaridad, convivencia e inclusión. Esta vez ha ocurrido a través de la campaña de la ONG RET Internacional, con su mensaje «Lo que nos Une».

Creo firmemente que estas nociones tienen una vida propia, y que nos alcanzan cuando tenemos la apertura necesaria para captarlas e involucrarnos, en cierto nivel, con su realización.

Como una flecha de cupido, esta necesidad de abordar y difundir un mensaje de paz y mayor responsabilidad social se me ha clavado en el pecho. Es lo que desde el fondo le da sentido a todo el trabajo que hacemos.Jóvenes La Cañada

A veces esto se olvida y se cree que saber comunicarnos con otros en el ámbito personal u organizacional, cara a cara o con mediación tecnológica, tiene como propósito vender y posicionar. Pero esto es solamente cierto en un nivel, porque si ampliamos la perspectiva nos daremos cuenta de que todos estamos involucrados en un proceso que puede conducirnos a vivir mejor, en armonía y plenitud.

En el cuadro mayor estamos todos buscando, y compartimos la necesidad de espacios de paz, donde sea posible la realización personal, la evolución de la sociedad, el desarrollo de una conciencia de cuidado de nosotros, de los otros y del medio ambiente.

Esta es entonces la misión: generar, crear, impulsar, ayudar a sostener, espacios seguros para los seres humanos, nuestro compartir consciente y cercano, en respeto y conexión. Si producimos esos espacios de encuentro, virtuales y presenciales, se facilita la producción de iniciativas hacia una mejor calidad de vida.

Iniciemos entonces la promoción y la búsqueda de estas posibilidades. Mira como ejemplo esta campaña LO QUE NOS UNE.

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4 errores del aprender a expresarnos


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La conciencia sobre nuestras tensiones, movimientos emocionales, bloqueos, prejuicios, sigue siendo la mejor forma de avanzar en los procesos de comunicación en los que participamos. No hay forma de aprender a expresarnos mejor, de alcanzar los más altos niveles de conexión y de persuasión, que el conocimiento de nosotros mismos.

Este es un hecho muchas veces minimizado o menospreciado, porque la frase que reza «conócete a ti mismo» se toma a la ligera, cuando lo cierto es que esconde una gran sabiduría. Por eso quisiera hoy compartir con ustedes algunos errores típicos del aprendizaje en comunicación humana (oratoria, expresión, trabajo de la voz y afines) que son difíciles pero no imposibles de superar:

1. Separar lo técnico de lo ético.

Muchos talleres de oratoria, cursos para mejorar la capacidad de comunicación con otros, se enfocan exclusivamente en lo técnico, prometiendo aquello que no pueden garantizar. Basan todo su trabajo en «tips», lo que se presenta como una forma rápida de mejorar las habilidades expresivas e impactar a otros en muy corto tiempo.

En general, no puedo afirmar que sea siempre, estos «atajos» son un engaño, y tienen un efecto de muy corto plazo. Además cuando un instructor o facilitador se enfoca sólo en la forma, haciendo indicaciones externas sobre cómo pararse, cómo mirar, qué tipo de palabras usar, sin ningún proceso que le sustente, lo que produce en el participante o cliente es tensión, que puede ir en aumento en la medida en que se intenta controlar el conjunto de elementos que intervienen en el acto de comunicación cara a cara.

No existe técnica sin ética, esto es: sin la reflexión sobre nuestro lugar en el mundo, la relación con otros y qué esperamos aportar o alcanzar al desarrollar nuestras habilidades de comunicación.

2. Creer que conocer es lo mismo que saber hacer.

Mejorar nuestra expresión es un proceso de entrenamiento, similar al que se requiere cuando queremos desarrollar una nueva competencia. Es imprescindible invertir tiempo de entrenamiento consciente, como si se tratara de un músculo. De modo que conocer una técnica, leer sobre ella en un libro, es el primer paso necesario, pero el proceso no debe terminar allí.

El desafío siempre será encontrar los espacios para, por cuenta propia, entrenar la expresión.

3. Fantasear con la idea de controlar a otros.

Me ha tocado numerosas veces acompañar a clientes que inicialmente desean controlar a otros, o se plantean objetivos muy externos que no en general no conducen a un buen proceso ni adecuada resolución.

Si el propósito está colocado en un efecto en extremo externo, como desear que los otros (compañeros de trabajo, miembros del equipo, supervisores o supervisados, amigos, pareja) hagan exactamente lo que yo deseo, se está partiendo de un imposible y seguramente de no corregir se generará frustración al no alcanzar los resultados esperados.

4. Sobrestimarse o subestimarse.

Creo finalmente que es muy importante trabajar con el propio ego. En general concibo que fenómenos como el miedo escénico o el exceso de confianza son distracciones, juegos internos que nos sacan del verdadero objetivo de un acto de comunicación.

El interactuar con otros lleva implícito la intención de cooperar, coordinar, comprender, colaborar; todos desafíos que requieren de mucha energía para ser alcanzados, aunque muchas veces los damos como alcanzados antes de tiempo. En este sentido, es crucial no permitir que el ego interfiera con un juego de comparación con otros.

Atajos como «piensa que nadie más sabe de esto como tú» o «imagina que la audiencia está desnuda», son juegos que no recomiendo, o en todo caso sólo podrían ser utilizados en un caso concreto en donde sean realmente un recurso para un obstáculo particular, nunca son vías universales.

El ego tiene su lugar por supuesto, es el elemento que nos permite de forma consciente presentar y defender nuestra perspectiva en el proceso de comunicación, pero sugiero que siempre estemos muy conscientes si estamos comparándonos ya sea que nos creamos mejores o peores que otros (es el mismo juego), para colocar esa tendencia de lado y poner nuestra energía en el acto de comunicación.

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3 creencias limitantes al comunicarnos


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Comparto con ustedes algunas claves sobre el acto de comunicarnos, especialmente para aquellos que están buscando hacerlo con mayor impacto, o quienes sienten que necesitan más fluidez y seguridad por el desarrollo de sus carreras o porque su profesión les lleva a ello.

Hay mucho que se piensa y dice sobre el acto de comunicación que siento no ayuda a facilitar el camino hacia una expresión más fluida, de mayor conexión, y que lleva a muchas personas por un camino que les aleja de si mismos y por lo tanto del otro. En mis años como profesor y facilitador en estos campos, especialmente en Artes Escénicas, Oratoria y Comunicación Persuasiva, me he encontrado muchas veces con creencias instaladas que limitan el encuentro, bloquean la espontaneidad y por lo tanto disminuyen la efectividad del comunicador u orador.

Veamos algunas de las que identifico como más importantes:

– Hay una forma correcta de hacerlo. Es de las ideas que más bloquea no solamente la libre expresión personal, sino la creatividad y las posibilidades de aprendizaje. Realmente no hay una sola forma correcta de hablar en público, o de comunicarse cara a cara con otras personas, o de expresarse frente a una cámara de televisión. Esta idea de «lo correcto» genera mucha tensión, porque produce que una persona que quiere plantear una idea o proponer algo a otros (sus servicios, sus ideas, sus proyectos, sus creaciones) coloque una tensión artificial sobre sí mismo y sobre los otros, colocando en su interior una imagen de «cómo debería ser», alejándose de «lo que es o de lo que está siendo». Es sumamente difícil comunicarse realmente por esta vía.

Recomendación: olvidemos lo que «debería ser» y  pongamos el foco en «lo que es». 

– Debemos controlar nuestros impulsos y emociones. Muchas veces toda la energía se coloca en lo racional, por lo tanto en elementos como estructuración del discurso (que por supuesto es muy importante, pero no necesariamente lo más relevante), y en el control sobre impulsos y emociones. Sobre todo me preocupa aproximarnos al acto de la comunicación humana desde una perspectiva de «control», con afirmaciones como «no quiero que se note que estoy nervioso o nerviosa», «no quiero que se den cuenta si no se algo»; todo el énfasis está colocado sobre el control. Esto también tiene que ver con la forma en que se comprende en nuestros tiempos el acto de comunicación: centrado en sus efectos; hoy en día no se concibe que la interacción con otras personas no se realice para obtener algún resultado. Pero yo propongo que cambiemos de enfoque por el de contacto: comunicarnos con otras personas, incluso si estamos vendiendo un servicio o proponiendo el desarrollo de un proyecto, se trata de hacer una conexión real y transmitir (casi podríamos decir contagiar) nuestra perspectiva o entusiasmo acerca de algo. Para lograr eso debemos estar conscientes de nuestros impulsos y emociones, y canalizar toda esa energía en el acto de comunicación.

Recordar: los seres humanos nos conectamos (nos comunicamos) realmente a través de las emociones.

Yo comunico, entonces dirijo mi energía hacia los otros. Este es un elemento sutil en la práctica pero muy importante, y en mi experiencia de profundo significado. Cuando una persona se propone hablar en público, dialogar con un potencial cliente en una reunión, o manifestar sus ideas por los medios de comunicación, generalmente concibe este acto como un proceso de emisión activa hacia perceptores pasivos; vale decir que imagina que su mensaje (verbal y no verbal) sale como una flecha hacia el otro: las palabras viajan de su boca a los oídos de los demás, los gestos son percibidos por quienes le escuchan. Esto por supuesto es correcto, pero genera tensión adicional, pues nos impone la exigencia de conducir intencionalmente todo el acto de comunicación. Por el contrario, el acto de comunicar, desde mi perspectiva, es primero una acción de escucha activa. En mi experiencia es el otro, o los otros, realmente quien conduce el proceso, quien decide el ritmo e incluso la forma en que quiere recibir la información que estoy ofreciendo. Así que siempre el elemento más importante a trabajar si quiero ser un orador o comunicador excepcional, es la escucha, la capacidad de percepción. Esto es el centro de mi trabajo.

Recomendación: empieza escuchándote, abriéndote a percibir la relación que tienes contigo y a partir de allí percibe a los demás.

Todos estos aspectos son importantes al momento de comunicarnos, y abren una perspectiva totalmente diferente del entrenamiento de oradores y voceros, así como del desarrollo de nuestras habilidades expresivas. Todo está enfocado en el contacto humano, en la relación que se establece entre nosotros y los otros.

Las implicaciones prácticas son innumerables, y es eso lo que cada día espero difundir y dar a conocer a amigos, colegas e interesados.

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Al comunicarnos nos creamos una «identidad»


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Hace un par de días me encontré en la siguiente situación: entré en un local de impresión, de esos que tienen desde diseño hasta fotocopias, para retirar unas tarjetas de presentación que me habían dicho ya estaban listas. De hecho lo estaban, pero eso no evitó que estuviera allí por casi una hora. Se dio la coincidencia que, desde el instante en que entré, fueron apareciendo personas con las que tuve breves conversaciones e intercambio de tarjetas; era como si fuese parte del servicio probar entregarlas en el momento y verificar su efecto.

En esos diálogos se repitió más o menos el mismo esquema: apretón de manos, intercambio de nombres y oficios, entrega de cartas de presentación, dos o tres comentarios superficiales sobre lo que cada uno anda haciendo en el momento, y despedida cordial con sonrisa y mirada breve. Hasta aquí, nada extraordinario ¿cierto? Lo que se me hizo interesante de este ejercicio, que he hecho muchas veces antes por supuesto, es la forma de elegir lo que cada uno dice que hace.

A estas alturas, tengo 40 años de vida y voy a cumplir 20 como graduado universitario, sé que son muy pocos los casos en que la carrera ha sido lineal, o que se ha desarrollado una sola cosa de forma inamovible a lo largo de la vida. O incluso si nos hemos desempeñado en un particular campo, esto ha tenido sus giros y sus tropiezos. Las cosas en general nunca son como nos las imaginamos.

Puedo afirmar que soy comunicador, pero esto no me define, es sólo uno de mis roles. Podría presentarme diciendo que soy experto en estrategias de comunicación para ONG, o facilitador, o docente universitario, o actor… También puedo enfocarme en otros aspectos y decir que soy padre, hermano, hijo, amigo… Todo lo anterior es cierto. Somos esto y somos aquello, porque se trata de papeles que representamos, se trata de, como afirmé antes, los roles que jugamos en nuestras vidas.

Por eso aquella hora en ese local de impresión se me hizo un interesante ejercicio de interacción escénica, donde cada uno de los presentes representamos para los demás distintos personajes. Entiéndase bien, no estoy hablando de representación en el sentido de mentir o engañar, tampoco estoy afirmando que jugar estos roles es un acto de hipocrecía. Por el contrario, esta dinámica es lo que nos define, es lo que genera eso que llamamos «persona», es lo que va constituyendo el ser. Es así: lo que somos se va generando en la interacción con otros. De modo que se trata de un acto honesto y comprometido.

Sin embargo: un rol, un título, un oficio, una palabra, no nos define, no nos limita. Las palabras, los actos de comunicación, nos van constituyendo: así que desde este punto de vista no es lo que somos, sino lo que «vamos siendo», o quizás sea mejor decir «lo que vamos haciendo». De allí que sea tan importante no identificarnos con lo que «decimos que somos», pues el hacer es lo que genera cierto sentido de identidad. Mantengamos, si es posible al menos a ratos, al ego en su lugar. Que sea ese testigo consciente y ese yo que opera en lo que reconocemos como realidad, entrando en la dinámica de representar para nosotros y para otros un papel, con el único propósito de poder entendernos. Nada más.

Es hermoso verlo así: como estamos cambiando continuamente, y realmente nuestra identidad se mueve orgánicamente y va mutando de acuerdo a los roles que jugamos, lo que hacemos es ponernos una máscara (como dije antes, con honestidad y compromiso) para que los demás puedan percibirnos y decir «tú eres el hijo de…», «tu eres comunicador… o ingeniero…», y de ese modo sea más fácil interactuar.

Lo que creo que hay más allá, son posibilidades infinitas en el proceso de recrearnos, de reinvertarnos continuamente. Esto es lo que hacemos a diario en cada acto de comunicación, y en esa dinámica también transformamos el mundo en que vivimos.

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Escena para el Encuentro y la Reconciliación (Caso Aldeas Infantiles Venezuela)


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Por Markel R. Méndez H. (Director-Fundador de ECreativa)

IMG_0057Cuando compartimos con apertura la propia memoria recuperamos el sentido de comunidad, y recobramos la fuerza de tener un propósito en nuestra vida. Lo pude corroborar hace apenas unas semanas, trabajando con los adolescentes y las madres de Aldeas Infantiles Venezuela.

Para realizar este trabajo me trasladé al estado Zulia, primer día y medio en la Aldea de La Cañada de Urdaneta, luego idéntica jornada en la Aldea de Ciudad Ojeda. El objetivo estaba claro: sensibilizar y conectar a los participantes con sus Planes de Desarrollo Individual, es decir revitalizar la noción de proyectar un futuro posible y trabajar para alcanzarlo.

Los adolescentes que hacen vida en estas Aldeas han perdido el cuidado de sus padres y familias, de modo que esta organización les brinda un entorno seguro y amoroso para crecer y desarrollarse. Las mujeres que los cuidan, cumplen con el rol de Madres a tiempo completo, lo que permite el desarrollo de vínculos y la recuperación de la experiencia vital de ser protegidos y orientados.

El propósito de las Madres en Aldeas Infantiles Venezuela es atender y criar a los niños, niñas y adolescentes que han llegado; los jóvenes por su parte tienen la oportunidad de conducir su vida hacia un futuro mejor, partiendo de la comprensión de su situación y proyectando nuevas posibilidades para la realización personal.

Uno de los procesos que se impulsan en las Aldeas, es que tanto Madres como Adolescentes creen un «Plan de Desarrollo Individual» (PDI), actualizado cada año, para identificar metas y vías posible para alcanzarlas. Desde un punto de vista amplio, se les invita a soñar y visualizar en camino para mejorar personalmente y realizar objetivos concretos en sus estudios, actividades extracurriculares y potencial trabajo al momento de independizarse.

Para esto es necesario creer que es posible tomar decisiones sobre la propia vida, conducir el particular destino en cierta medida, comprender en definitiva que las elecciones que hacemos y las acciones que realizamos tienen un impacto significativo en nuestro futuro. En el presente puedo transformar lo que vendrá.

Desde mi punto de vista también es indispensable la reconciliación con el pasado, el perdón por las circunstancias que viví y la movilización hacia un lugar de aceptación con el ahora, para poder establecer bases que nos permitan perfilar un mañana de oportunidades.

Así que en esta oportunidad llegué a las Aldeas para explorar lo que cada uno de los Jóvenes y de las Madres sienten con respecto a sí mismos, lo que visualizan como proyección hacia el futuro posible. Mi intención fue desde el inicio escuchar sus voces y reforzar la particularidad de necesidades y deseos de cada uno, siempre como posible realización.

 

El trabajo con los Adolescentes

ImagenMe encontré con dos grupos de 40 jóvenes entre 14 y 18 años. Realicé una propuesta idéntica en cada caso, comenzando con una pregunta abierta acerca de si tenían conciencia de su capacidad para decidir su propia vida, establecer una ruta de acción hacia un futuro imaginado y posible. En general todos reaccionaron como si se tratara de una reflexión nueva, y enfocados más en las limitaciones de cada caso, todo lo que no es posible hacer o lo que puede obstaculizar el logro de sus objetivos.

Pero el proceso creativo exige que cuando visualicemos no limitemos, así que volví sobre la misma pregunta pidiéndoles que imaginaran cualquier posibilidad con la que se sintieran conectados: ¿qué quieres para tu futuro? ¿cuál es la experiencia que deseas tener? ¿cómo te gustaría llevar tu vida? ¿en qué oficio o profesión?

Rápidamente se entregaron al ejercicio, porque los jóvenes tienen esa energía creadora a flor de piel. Rápidamente empezaron aIMG_0087 surgir imágenes, posibilidades, proyectos. La energía constructiva de unos pocos empezó a contagiar a los demás, y una vez que este caldeamiento grupal hubo ocurrido nos pusimos en la tarea de improvisar escenas. Uno tras otro pasaron a un escenario demarcado en una de las paredes del salón para representar sus visiones: aparecieron oficios, profesiones, aparecieron encuentros con viejos amigos adelantándonos 20 años al presente, se realizaron promesas de apoyo mutuo, se generaron sonrisas y esparcieron sensaciones de orgullo por lo logrado. Así se comprendió, porque se experimentó, que todo eso era posible.
Finalmente aparecieron los consejos, pero no los que yo como facilitador iba a dar a un grupo de adolescentes, tampoco los que suele ofrecerles día a día el Asesor Juvenil o la Trabajadora Social, sino los que ellos mismos, desde su posición, podían ofrecerse unos a otros. Así se reconocieron como válidas sus voces y sus perspectivas, así también entendieron que tienen su propia brújula interior y que depende de ellos mantenerse en el camino que han trazado para sí, o perderse en desvíos vanos.

Todo esto ha sido una primera etapa de trabajo con estos muchachos que tienen todo para forjarse un buen destino.

 

El trabajo con las Madres

Con las madres, unas 20 en cada Aldea, trabajé más la identidad y la memoria. Así como invité a los adolescentes a proyectarse hacia el futuro, a estas les propuse revisar el pasado.

¿Por qué una mujer cuya edad está entre los 35 y los 45 años en promedio, decide dedicar su vida a cuidar unos niños que no son los propios? ¿Cómo sienten su propia vida en esta circunstancia? Fuimos reflexionando sobre estos aspectos en las conversaciones iniciales.

IMG_0041La mayoría de ellas vienen de sus propias desgarraduras. En su pasado, a veces en la infancia, a veces en la juventud, se albergan duros conflictos, situaciones de ruptura, eventos que cambiaron para siempre la concepción que tenían de sí misma o de sus seres cercanos. Circunstancias que no estaban bajo su control las llevaron a recibir las consecuencias de malas decisiones tomadas en su entorno, o a generar ellas mismas opciones de vida que no fueron las mejores vistas ahora en la distancia.

De esas heridas emergió el amor y la entrega que ahora son capaces de ofrecer a los niños, niñas y adolescentes en las Aldeas. De allí también la fuerza para levantarse cada mañana y comprender la misión que les ha tocado cumplir, su valor y trascendencia.

Este planteamiento nos llevó a la improvisación escénica: todas las situaciones representadas, todos los roles generados, nos llevaron a la reconciliación con el ayer, el perdón e incluso la risa. Muchas de ellas retornaron a su infancia para recordar los juegos que disfrutaban, otras viajaron a su adolescencia y revivieron la primera amistad, el primer amor, los atrevimientos iniciales.

Apuesto a que esta experiencia los acerca a lo que están viviendo los adolescentes a su cargo, y facilitará el diálogo para construir hoy el mañana próspero y pleno que todos deseamos y esperamos.

 

Escena para el Encuentro y la Reconciliación

Fue una gran oportunidad la que tuve de experimentar este proceso de encuentro y reconciliación. Fue la escena, específicamente las técnicas del psicodrama (Juego de Roles, Improvisación Escénica) las que me permitieron esta aproximación. Todo fue compartir, escuchar y crear, con libertad, dejando a un lado los prejuicios, liberados de expectativas.

Esto siempre me devuelve la fe en el elemento humano, y en la posibilidad de los procesos de comunicación cara a cara, la dinámica del grupo que revitaliza también lo individual y sobre todo la posibilidad creativa que todos tenemos, que puede tener un alto y positivo impacto en nuestra propia vida.

Esto ha ocurrido en la Venezuela de hoy (Febrero 2014), donde todavía hay espacio para el encuentro.

Psicodrama

Psicodrama y Cambio


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Hace pocos días tuve la oportunidad de facilitar sesiones de trabajo en las que integré técnicas del Psicodrama, en el abordaje de un conjunto de madres y de adolescentes que se plantean el desafío de pensar sobre su futuro.

Madres La CañadaLas madres se encuentran frente a la presión de ofrecer a sus muchachos guía y dirección para que se aseguren un mejor futuro del que ellas mismas han tenido; los adolescentes enfrentan la incertidumbre de no saber realmente qué quieren desarrollar en sus vidas, en una realidad que perciben como limitada en opciones para su crecimiento personal y profesional.

Así nos encontramos, para empezar, con muchos obstáculos que superar:

  • El pasado de esas mujeres determina su presente. Habiendo vivido múltiples carencias a lo largo de sus vidas, muchas de ellas no pudieron realizar estudios formales, algunas apenas saben leer o escribir, y sólo les quedan sus valores y el amor por sus hijos.
  • El entorno es limitado, no hay realmente muchas opciones por distintos motivos: gran distancia de las capitales del país por ubicación geográfica, escasos recursos económicos para sostener alternativas de estudio, en algunos casos mala base recibida en la educación básica y media.
  • Gran parte de los adolescentes deben encontrar formas de sustento lo más pronto posible, de modo que muchos de ellos van a salir a trabajar para poder subsistir y dejarán de lado cualquier posibilidad de estudio o desarrollo profesional.

El panorama, como vemos, es bastante desalentador. Visto en términos generales pareciera que difícilmente las cosas van a cambiar o a mejorar para estas familias, y que sus dudas con respecto a un mejor futuro están buen fundamentadas, sobre la base de unas limitaciones reales difíciles de superar.

Jóvenes La CañadaSin embargo, ya que estamos allí reunidos para abordar el tema del «futuro», o deberíamos decir mejor del «porvenir», quizás existan posibilidades que todavía no hemos valorado en su justa medida. Por otra parte la técnica del Psicodrama ofrece oportunidades para recrear la realidad, transformar nuestra percepción y reconducir nuestras acciones.

He aquí los caminos que nos ofrece esta perspectiva ante la situación planteada. De hecho, así pude conducir las sesiones de trabajo tanto con las madres, como con sus hijos adolescentes.

  1. Revisemos nuestra percepción del pasado. Hoy estamos en un lugar y en una posición que nos permite reflexionar sobre lo ocurrido en el ayer y plantearnos alternativas para el mañana, este es el instante en el cual todo se concentra y es posible realizar cambios en cualquier dirección. Busquemos entonces aquellos hechos que nos han traído hasta aquí, a través de un conjunto de circunstancias difíciles a las cuales hemos sobrevivido, retos que hemos superado. Empezamos así a entender que ese pasado no es total y únicamente de un color, sino que tiene matices, situaciones contraproducentes y otras propicias para nuestro desarrollo; personas que nos hicieron daño y otras que nos salvaron, cuidaron y alentaron. Hay mucha sabiduría en una vida recorrida de este modo. Los valores generados son los que permiten a las madres hacerse las preguntas que están hoy planteándoles a sus hijos.
  2. El psicodrama permite percibir y reinterpretar los eventos del pasado a través de la acción escénica. Traer presentes esas situaciones y sus protagonistas, es una oportunidad para cambiar la perspectiva, para completar conversaciones pendientes, cerrar sucesos que dejaron emociones abiertas, experimentar cómo hoy podemos reinterpretar los acontecimientos. Todo esto es vivido internamente como absolutamente real, de modo que se produce la vivencia de un viaje en el tiempo para equilibrar los hechos y actualizar la visión y las emociones, de modo que se produzca un impulso y no una limitación.
  3. Revisemos además nuestra percepción del presente. ¿Qué pasaría si improvisáramos escenas en torno a cualquier opción, no importa cuán descabellada parezca ser inicialmente? Entonces empiezan a surgir posibilidades, porque la creatividad hace su aparición con toda su fuerza y, como estamos jugando en la escena, no se producen bloqueos de opciones antes de experimentarlas. Entonces los adolescentes prueban ser profesionales, se sienten en distintos roles que ellos reconocen como «de éxito», ensayan graduarse de la Universidad como licenciados o como Técnicos Universitarios, y a partir de esa vivencia comienzan a construir, probando en la acción, rutas alternativas para llegar a esa realidad. Algo dentro de ellos cambia el involucrarse activamente en el uso de su visión y su imaginación, aparece cierto orgullo de ser capaces de superar su circunstancia, identifican opciones que antes no veían: «los bomberos están ofreciendo una formación técnica que puedes hacer mientras trabajan», «la Universidad tiene un pequeño núcleo cerca del pueblo», «si saco el bachillerato por parasistemas me da tiempo de hacer algunos trabajos para ayudar en casa». La acción psicodramática produce cambios que hace posible acciones concretas en lo que llamamos realidad.
  4. Todo se da en el ahora, en el presente mágico e ilimitado que permite comprender la fuerza de la acción, que la creatividad está en la experiencia concreta y que de esta manera podemos percibir las posibilidades reales que tenemos ante cualquier situación. El psicodrama abre la posibilidad de hacer más consciente las opciones que tenemos frente a una situación, tal y como lo planteó su creador Jacobo Levi Moreno (1889-1974): se trata de «ofrecer una respuesta diferente ante circunstancias que se repiten». El núcleo de esta práctica es la creatividad, el acto creador como vía de transformación de la propia vida.

Esta experiencia a la que hago referencia fue desarrollada en dos poblaciones del estado Zulia, en el mes de febrero del año 2014. Pude constatar al facilitar estos procesos, que las técnicas escénicas, especialmente las propias del psicodrama, tienen un gran potencial y altísimo impacto real en las personas. Sostenidas, bien implementadas, pueden librar la capacidad creativa y la fuerza para la acción transformadora de la propia vida en cualquiera.

Es este el tipo de trabajo escénico que quiero seguir desarrollando, este es el sentido más profundo que posee incluso el teatro: el generar la posibilidad de cambio en los seres humanos.