Para poder comunicarnos mejor hay que lograr realizar una afirmación interior: conectar con una motivación propia y permitir que ello movilice nuestra percepción en grado tal, que aparezca claramente esa necesidad de interactuar con otros para que compartan nuestra visión.
De esto se trata realmente el acto de comunicación: conexión. Creemos que los efectos de persuasión, impacto, elocuencia, son todos consecuencia de un compromiso verdadero con aquello que decimos y a quien se lo decimos. La mayor búsqueda, la que tiene más sentido, es la de ser genuino, lo que implica responder desde adentro.
Con frecuencia se insiste en los efectos del acto de comunicación, de modo que los entrenamientos para oradores o presentadores se centran en la forma, lo cual por supuesto resulta muy útil: trabajar la voz, el gesto, la postura, el ritmo. Todo ello es necesario y cuando está bien abordado produce notorios avances.
Pocas veces sin embargo se complementa este trabajo o se aborda lo que consideramos todavía más relevante: la motivación, el reconocimiento de un propósito, la identificación del propio estilo de expresión y la consciencia sobre el nivel de responsabilidad que implica comunicarnos mejor.
Es interesante sin embargo que no se puede trabajar un ámbito sin movilizar el otro, de modo que aun cuando solamente entrenemos la forma, o nos esforcemos únicamente en mejorar el uso de nuestro instrumental expresivo (voz y cuerpo), estaremos de todas maneras afectando otros elementos de nuestra percepción y experiencia subjetiva (autoestima, seguridad personal, claridad, empatía, espontaneidad).
El peligro está en que si sólo se insiste en los elementos de la forma, el camino es mucho más largo, repleto de dificultades y los efectos difícilmente serán duraderos, además de la tensión que se genera en cualquiera cuando intenta hablar o realizar una presentación siguiendo una lista interminable de indicaciones técnicas.
Cuando se trabajo de manera directa sobre los elementos de la conexión, el propósito y la motivación sin embargo, la forma adecuada de expresión parece llegar por sí misma, sin presiones innecesarias, como si ese conocimiento está alojado en el cuerpo desde el nacimiento. La forma necesaria (la voz, el gesto, el ritmo, la mirada, el cuerpo) aparece cuando existe una verdadera necesidad de comunicación.