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Expresión, Creatividad y Psicodrama I


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Inicio con este texto una serie de artículos dedicados al tema de la creatividad en la expresión, y el psicodrama como técnica para su desarrollo.

Actualmente estoy trabajando con diversos grupos, en contextos diferentes, centrado en el impulso a la expresión creativa y espontánea, utilizando para ello diversas formas de improvisación escénica, con el psicodrama como núcleo del trabajo que venimos desarrollando.

Lo más básico en esta línea de trabajo, es que el surgimiento de la creatividad está vinculada a estados de profunda conexión interna, que sólo se producen si existe el adecuado estado de concentración y relajación.

El principal obstáculo que enfrentamos entonces es aquello que nos resta espontaneidad: la mente racional, los cálculos lógicos que generalmente hacemos para conducirnos de forma adecuada en nuestra cotidianidad, la ansiedad por anticiparnos a lo desconocido y mantener todo bajo control. Todo ello se traduce en fuertes tensiones emocionales y corporales.

En mi experiencia la primera etapa es observar, percibir o contactar con esas tensiones, esas dificultades para expresarme. Es un momento del trabajo en el cual me doy cuenta de cómo se manifiesta el obstáculo, de qué manera lo percibo (sensaciones físicas, movimiento interno, ideas repetitivas) y cuál es mi reacción habitual ante eso.

Esta información acerca de la manera en que el bloqueo a mi expresión espontánea y creativa se manifiesta, me permitirá ubicar o determinar un objetivo de trabajo y tener información suficiente para el desarrollo de la exploración posterior. No se trata necesariamente de plantearnos superar esos bloqueos o resolver las dificultades, tampoco es necesario entender por qué se presentan esas dificultades, lo relevante es percibir o sentir lo que pasa, cómo pasa y cuál es su dinámica.

Al tener la experiencia de las tensiones que aparecen cuando inicio una acción creativa, cuando me abro a percibir el mundo y a establecer contacto con otras personas, en otras palabras cuando tomo el riesgo de la comunicación, vislumbro mejor la forma en que mis recursos expresivos se encuentran disminuidos y limitados.

En la escena psicodramática esta primera etapa es la de jugar y mover las situaciones que hacen referencia a esa dificultad expresiva, indagar en la acción sobre aquello que me ocurre con situaciones concretas, de modo que pueda reconocerlo con claridad cada vez que se manifieste. Dicho de otro modo: se trata de generar la identificación y la confrontación con aquello que no me permite manifestar mi potencial creativo y mi espontaneidad.

La intención no es comprender o explicar lo que ocurre, sino tener la experiencia de eso que es incertidumbre para mí: el potencial de la nueva respuesta a la situación habitual, las posibilidades de acciones diferentes a las situaciones de siempre. Todo ello debe percibirse claramente en las sensaciones físicas, el cuerpo es el mejor instrumento de registro.

Si se suprime el afán por resolver, comprender, analizar o explicar lo que sucede, entonces existe la posibilidad de encontrar vías de abordar lo que se esté trabajando en el momento. La tensión o limitación a la espontaneidad y la creatividad, que es nuestro primer elemento de trabajo, cobra nueva vida y provoca el acceso a recursos expresivos más profundos, al manifestarse en escena de múltiples formas y mostrar por sí misma matices insospechados.

Aparecen así imágenes, personajes, situaciones fuera de lo habitual, todo lo que permite hacer metáforas y colocar la atención en otro ámbito: es el uso de la imaginación dinámica para crear nuevas posibilidades de comunicación conmigo y con otros.

El juego escénico es el que permite y facilita este proceso, y la técnica del psicodrama ofrece posibilidades para experimentar con todos los sentidos y las emociones disponibles eso que vivimos como tensión. Habiéndolo reconocido con el cuerpo, empieza entonces el recorrido hacia nuevas e inesperadas maneras de expresión, pero eso es ya la siguiente etapa del proceso.

Intentaré luego publicar algunos ejemplos de este trabajo antes de pasar a contar como se desarrolla la segunda fase.

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Trabajar sobre una expresión libre y espontánea


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La capacidad de expresarnos libre y espontáneamente, así como tener una comunicación fluida con los otros en nuestra vida, está vinculado estrechamente a mis niveles de apertura, conexión con las experiencias del interior y del exterior.

Mi actos de comunicación podrían constituir movimientos de verdadero contacto real y con sentido, en relación conmigo y con otros. ¿Cómo se observa y se percibe este suceso y estado de conexión? Se trata de una experiencia particular (propia de cada individuo), pero es posible que se reconozcan ciertos aspectos comunes a todos: coherencia y balance en la expresión, claridad y fluidez en el transcurrir de la interacción.

“Libre y espontáneamente” no significa entonces fuera de control o con emocionalidad desmedida, se trata de lo opuesto, de conciencia y justa medida, de adaptabilidad dinámica a mis propias necesidades expresivas, las circunstancias, el contexto y el estado de las personas a las cuáles me estoy dirigiendo. Se entiende aquí esto no como represión sino como contención, es un arte similar al del chef: todos los ingredientes en el desarrollo del plato son colocados en el momento adecuado, en la medida correcta para producir un determinado sabor.

Así voy conduciendo los ingredientes de mi particular expresión: emociones, ideas, sensaciones, que van emergiendo como movimiento corporal, gestos, voz (con sus tonos y ritmos).

Por eso considero que la primera etapa para el desarrollo de nuestra expresividad es el autoconocimiento. Oradores, profesores, expositores, conferencistas, intérpretes, actores, y todo aquel que se dirija a otros con su voz, su cuerpo y sus palabras, requiere en primer término tener un ato grado de conciencia de sí mismo.

Si esto se asume como tarea primordial, entonces será posible el aprendizaje y desarrollo de una técnica real para el trabajo expresivo. Ese conjunto de técnicas expresivas se convertirían con el paso del tiempo en una segunda naturaleza, logrando así lo que todo orador, presentador, actor o cantante quiere: fluidez y espontaneidad.

La labor de desarrollo de la expresividad y la espontaneidad exige el desarrollo de nuevos hábitos, sugiero algunas acciones sencillas y concretas que pueden apoyar el proceso de autoconocimiento y de desarrollo de esa segunda naturaleza:

– Llevar un registro personal de experiencias cotidianas de interacción con otros: encuentros, conversaciones, negociaciones, desafíos en la expresión, etc.
– Mantener algún tipo de rutina de ejercicio o actividad física, para fortalecer el vínculo y la conciencia del cuerpo, así como desarrollar mayor capacidad expresiva.
– Realizar hasta las más pequeñas acciones cotidianas (levantarme de la cama, asearme, entre otras) colocando en ellas un mayor grado de atención y ocasionalmente cambiando el orden en que las realizamos, el ritmo o colocándols alguna intención adicional.
– Mantener un plan de lectura y fortalecer este hábito. Cotidianamente leer algún fragmento de cualquier libro o del dierio en alta voz.
– Memorizar en lapsos de tiempo determinados de acuerdo a mi nivel de actividad (uno a la semana o al mes) algún texto de mi agrado: poema, pasaje de una novela, monólogo de un personaje.
– Meditar, orar o realizar algún tipo de actividad similar para fortalecer mi vínculo interno con aquello que nos es desconocido o difícil de racionalizar.

Este conjunto de actividades, a las que pueden sumarse otras que seguramente el lector a estará imaginando, constituyen una plataforma concreta sobre la cual desarrollar capacidades de expresión y comunicación: la escucha, el ritmo adecuado para nuestras interacciones, el uso de la voz y la gestual, el abordaje del idioma, etc.

Sin una base en nuevos hábitos y una conciencia abierta y despierta en las interacciones cotidianas, sin cierto grado de conocimiento sobre mis propias características y cualidades para la comunicación presencial, los cambios que se intenten hacer en los aspectos técnicos de la expresión personal tendrán sólo un efecto pasajero, mientras que lo que estamos buscando son cambios permanentes, mayor apertura y naturalidad, en una frase: la expansión profunda de nuestra expresividad.

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El Gran Dictador (Charles Chaplin)


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El “Gran Dictador” es una película escrita y dirigida por Charles Chaplin, estrenada en Estados Unidos en 1940, justo antes del inicio de la Segunda Guerra Mundial. Este discurso final es un llamado célebre de Chaplin a la libertad, antes de haber ocurrido los mayores desmanes del Estado Nazi y mucho antes de conocerse los abusos, las torturas y muertes ocurridas en los campos de concentración. Chaplin, intuitivo y creador excepcional, nos dejó estas palabras en el film.

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Educación y Creatividad


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Este video contiene la intervención de Sir Ken Robinson, en las TED Conferences (Technology, Entertainment, Design), en la cual habla de la relación entre educación y creatividad, y nos alerta de la importancia de cambiar nuestros paradigmas al respecto. Excelente ejemplo de uso del humor y de la precisión en el discurso, con pertinencia en el contenido.

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Algo Hicimos Mal


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Como ejemplo de excelente discurso, y por la pertinencia de su contenido, compartimos con nuestros lectores esta alocución del Presidente de Costa Rica, Óscar Arias, en la reciente Cumbre de las Américas.

Trinidad y Tobago

18 de abril del 2009


Tengo la impresión de que cada vez que los países caribeños y latinoamericanos se reúnen con el presidente de los Estados Unidos de América, es para pedirle cosas o para reclamarle cosas. Casi siempre, es para culpar a Estados Unidos de nuestros males pasados, presentes y futuros. No creo que eso sea del todo justo.

No podemos olvidar que América Latina tuvo universidades antes de que Estados Unidos creara Harvard y William & Mary, que son las primeras universidades de ese país. No podemos olvidar que en este continente, como en el mundo entero, por lo menos hasta 1750 todos los americanos eran más o menos iguales: todos eran pobres.

Cuando aparece la Revolución Industrial en Inglaterra, otros países se montan en ese vagón: Alemania, Francia, Estados Unidos, Canadá, Australia, Nueva Zelanda… y así la Revolución Industrial pasó por América Latina como un cometa, y no nos dimos cuenta. Ciertamente perdimos la oportunidad.

También hay una diferencia muy grande. Leyendo la historia de América Latina, comparada con la historia de Estados Unidos, uno comprende que Latinoamérica no tuvo un John Winthrop español, ni portugués, que viniera con la Biblia en su mano dispuesto a construir “una Ciudad sobre una Colina”, una ciudad que brillara, como fue la pretensión de los peregrinos que llegaron a Estados Unidos.

Hace 50 años, México era más rico que Portugal. En 1950, un país como Brasil tenía un ingreso per cápita más elevado que el de Corea del Sur. Hace 60 años, Honduras tenía más riqueza per cápita que Singapur, y hoy Singapur –en cuestión de 35 ó 40 años– es un país con $40.000 de ingreso anual por habitante. Bueno, algo hicimos mal los latinoamericanos.

¿Qué hicimos mal? No puedo enumerar todas las cosas que hemos hecho mal. Para comenzar, tenemos una escolaridad de 7 años. Esa es la escolaridad promedio de América Latina y no es el caso de la mayoría de los países asiáticos. Ciertamente no es el caso de países como Estados Unidos y Canadá, con la mejor educación del mundo, similar a la de los europeos. De cada 10 estudiantes que ingresan a la secundaria en América Latina, en algunos países solo uno termina esa secundaria. Hay países que tienen una mortalidad infantil de 50 niños por cada mil, cuando el promedio en los países asiáticos más avanzados es de 8, 9 ó 10.

Nosotros tenemos países donde la carga tributaria es del 12% del producto interno bruto, y no es responsabilidad de nadie, excepto la nuestra, que no le cobremos dinero a la gente más rica de nuestros países. Nadie tiene la culpa de eso, excepto nosotros mismos. En 1950, cada ciudadano norteamericano era cuatro veces más rico que un ciudadano latinoamericano. Hoy en día, un ciudadano norteamericano es 10, 15 ó 20 veces más rico que un latinoamericano. Eso no es culpa de Estados Unidos, es culpa nuestra. En mi intervención de esta mañana, me referí a un hecho que para mí es grotesco, y que lo único que demuestra es que el sistema de valores del siglo XX, que parece ser el que estamos poniendo en práctica también en el siglo XXI, es un sistema de valores equivocado. Porque no puede ser que el mundo rico dedique 100.000 millones de dólares para aliviar la pobreza del 80% de la población del mundo –en un planeta que tiene 2.500 millones de seres humanos con un ingreso de $2 por día– y que gaste 13 veces más ($1.300.000.000.000) en armas y
soldados.

Como lo dije esta mañana, no puede ser que América Latina se gaste $50.000 millones en armas y soldados. Yo me pregunto: ¿quién es el enemigo nuestro? El enemigo nuestro, presidente Correa, de esa desigualdad que usted apunta con mucha razón, es la falta de educación; es el analfabetismo; es que no gastamos en la salud de nuestro pueblo; que no creamos la infraestructura necesaria, los caminos, las carreteras, los puertos, los aeropuertos; que no estamos dedicando los recursos necesarios para detener la degradación del medio ambiente; es la desigualdad que tenemos, que realmente nos avergüenza; es producto, entre muchas cosas, por supuesto, de que no estamos educando a nuestros hijos y a nuestras hijas.

Uno va a una universidad latinoamericana y todavía parece que estamos en los sesenta, setenta u ochenta. Parece que se nos olvidó que el 9 de noviembre de 1989 pasó algo muy importante, al caer el Muro de Berlín, y que el mundo cambió. Tenemos que aceptar que este es un mundo distinto, y en eso francamente pienso que todos los académicos, que toda la gente de pensamiento, que todos los economistas, que todos los historiadores, casi que coinciden en que el siglo XXI es el siglo de los asiáticos, no de los latinoamericanos. Y yo, lamentablemente, coincido con ellos. Porque mientras nosotros seguimos discutiendo sobre ideologías, seguimos discutiendo sobre todos los “ismos” (¿cuál es el mejor? capitalismo, socialismo, comunismo, liberalismo, neoliberalismo, socialcristianismo…), los asiáticos encontraron un “ismo” muy realista para el siglo XXI y el final del siglo XX, que es
el pragmatismo. Para solo citar un ejemplo, recordemos que cuando Deng Xiaoping visitó Singapur y Corea del Sur, después de haberse dado cuenta de que sus propios vecinos se estaban enriqueciendo de una manera muy acelerada, regresó a Pekín y dijo a los viejos camaradas maoístas que lo habían acompañado en la Larga Marcha: “Bueno, la verdad, queridos camaradas, es que mí no me importa si el gato es blanco o negro, lo único que me interesa es que cace ratones” . Y si hubiera estado vivo Mao, se hubiera muerto de nuevo cuando dijo que “la verdad es que enriquecerse es glorioso”.

Y mientras los chinos hacen esto, y desde el 79 a hoy crecen a un 11%, 12% o 13%, y han sacado a 300 millones de habitantes de la pobreza, nosotros seguimos discutiendo sobre ideologías que tuvimos que haber enterrado hace mucho tiempo atrás.

La buena noticia es que esto lo logró Deng Xioping cuando tenía 74 años. Viendo alrededor, queridos Presidentes, no veo a nadie que esté cerca de los 74 años. Por eso solo les pido que no esperemos a cumplirlos para hacer los cambios que tenemos que hacer.

Muchas gracias.

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Superando el Miedo Escénico


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El Miedo Escénico parece ser uno de los obstáculos más importantes que enfrenta cualquier persona en situación de comunicación o expresión (oradores, actores y cualquier otro tipo de intérprete escénico). Propongo algunas claves para su abordaje y superación.

El fenómeno llamado “miedo escénico” es experimentado la mayor parte de las veces como un bloqueo significativo que disminuye la capacidad de expresión espontánea y de comunicación adecuada con otros. Aunque generalmente se reconoce como una emoción básica, este temor se manifiesta tanto en el ámbito del pensamiento -tomando la forma de sentencias y fantasías negativas-, como en el del cuerpo -sudoración exagerada, ausencia o exceso de salivación, temblor, tensión generalizada, respiración caótica, etc.-, de modo que se trata de un estado que toma al individuo integralmente.Se presenta además de forma tal que parece autónomo, un conjunto de reacciones que no pueden ser controladas por aquel que las sufre, quien se resigna a ser afectado por ellas y a sufrir las consecuencias de ello: la parálisis total o parcial, la baja calidad del discurso o presentación, la disminución de la fluidez y del impacto de la intervención, entre otras.

Existen sin embargo formas de trabajar el miedo escénico y superarlo. Algunas de estas formas son:

1. Cambiar la forma de percibirlo, reconociéndole como un aliado antes y durante nuestras intervenciones o actuaciones frente a cualquier audiencia. El miedo escénico puede ser una vía para conectarnos con todo nuestro instrumental expresivo, con la audiencia y con la circunstancia. Cuando sentimos miedo frente a una amenaza real (alguien que viene a atacarnos, un perro enfurecido) nuestros sentidos se agudizan y la sangre fluye por todo nuestro cuerpo con mayor fuerza para que las extremidades respondan con mayor rapidez (para huir o enfrentar); del mismo modo, una dosis de miedo escénico antes y durante una presentación nos mantiene más alertas y con los sentidos despiertos en función de la tarea que vamos a realizar. Lo importante aquí es que este temor no nos sobrepase o abrume.

2. Sustituir las fantasías o creencias negativas por otras que nos impulsen más en la tarea. La labor sobre la mente requiere de disciplinas específicas: preparación adecuada del discurso, visualización de la situación de presentación, meditaciones para calmar el flujo de pensamientos, la construcción y repetición de frases que apoyen una visión positiva y optimista de mi presentación, entre otras.

3. Observar y alinear las emociones, a través del reconocimiento del modo en que se manifiestan, el uso del pensamiento y la visualización creativa para una mejor conexión con los impulsos y movimientos internos.

4. Preparar el cuerpo a través del movimiento y de la relajación muscular. El uso consciente de la respiración es vital en este sentido, pues permite al cuerpo expandirse y oxigenarse en función de alcanzar un estado de mayor balance.

5. Practicar y realizar simulaciones, presentando distintas opciones de la situación y contexto en los cuáles realizaremos nuestro discurso o presentación.

Algo sumamente interesante del miedo escénico, es que es justamente la energia que el sentirlo o sufrirlo produce, lo que permite realizar una buena presentación oral, dado que son las emociones una vía de contacto real conmigo y con otros, así cómo el impulso que perite sostener un discurso.

Más que superarlo, creo que la clave es usarlo o, dicho de otro modo, experimentarlo de la forma más completa que nos sea posible, para impulsarnos a través de esa energía en movimiento a un contacto más profundo con nosotros y con otros. De esta manera se irá transformando en otro tipo de emoción, que nos permita un desarrollo óptimo de nuestras capacidades de comunicación.

El Miedo Escénico es la señal de un camino de autoconocimiento y evolución de nuestras aptitudes expresiva, por ello no puedo recomendar “trucos” para solventarlo, sino el desarrollo de un método para su abordaje real:

I. Hay que observar claramente cuándo se manifiesta y percibir específicamente cuál es su intensidad y forma de moverse, lo cual puede reconocerse a través del seguimiento de las sensaciones presentes (generalmente viene acompañado de sensaciones específicas, como por ejemplo el hueco sobre la boca del estómago, temblor, respiración caótica, entre otros).

II. Reconocer con total honestidad aquello que está produciendo y amplificando ese temor: creencias repetidas (tales como “no sirvo para esto”, “mi voz es muy chillona” o “no se lo suficiente”), fantasías negativas, desconfianza.

III. Practicar constantemente las formas de abordar el miedo escénico que se mancionaron anteriormente: meditar, respirar, estirar el cuerpo, hacer simulaciones, repetir pensamientos y fantasías que alienten y apoyen, etc.

La exploración y el contacto con el Miedo Escénico puede convertirse en un rico y profundo camino de aprendizaje. Sentirlo tenerlo es signo de un alto nivel de compromiso y sensibilidad en la situación de contacto presencial con otros.

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Comunicación Presencial. Impacto y Transformación


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¿De dónde proviene la seguridad al comunicarnos con otros? ¿Cómo se presenta o manifiesta aquello que nos permite tener impacto en nuestro entorno y completar nuestros procesos de interacción?

He estado trabajando, cuando se trata de abordar los procesos de comunicación interpersonal, con tres niveles bien visibles: el corporal, el mental y el emocional. El equilibrio y fuerte conexión entre estos tres niveles de nuestra experiencia y percepción del mundo, son los aspectos claves para tener el impacto justo que nos es dado en nuestras interacciones con otros.

No se trata del impacto que deseamos a fuerza de pura voluntad o imposición, tampoco me refiero a las técnicas de persuasión utilizadas a veces sin ética como métodos o vías para manipular. Entramos aquí en otro ámbito, más sutil y si se quiere profundo: el del contacto personal, desde un lugar esencial hacia las personas con quienes nos relacionamos.

En ese punto de contacto puede producirse un equilibrio, que se experimenta como un balance entre nuestra creatividad natural, el flujo del impulso expresivo en el cuerpo y las ideas que estamos manifestando. He allí los tres niveles: el cuerpo como vía de percepción y contacto concreto con el otro, las emociones como flujo de las percepciones que establecen relación a través del universo intra-subjetivo de quienes interactúan, y los pensamientos constituyendo constructos abstractos y elaborados para explicar y explicarnos.

Habría que incluir en esta dinámica un cuarto elemento: el espiritual. Este es el aspecto de conexión con un nivel de experiencia que nos sobrepasa como individuos, que no guarda relación con el yo (el Ego) y que nos permite experimentar un sentido mayor en nuestras comunicaciones.

He visto como esto se manifiesta en prácticas de oratoria, en talleres de comunicación presencial o en asesorías individuales. También lo he vivido en mis relaciones. Cuando un individuo quiere comunicar una idea, esa idea representa parte de su objetivo expresivo (la otra parte es el efecto que busca lograr en sus interlocutores), lo cual está en el nivel mental; esa idea y el objetivo de comunicarla a alguien lo pone en movimiento, involucrando sus sentidos (percibiendo el entorno y a quienes le escuchan) y su cuerpo en movimiento que acompaña todo el acto de comunicación (esto es el elemento no verbal); estas ideas y la acción física que las sostiene en el contacto con otros, están a su vez moviéndose sobre o a través de las emociones, las cuáles ofrecen valor y permiten realmente producir un contacto entre dos o más personas.

Pero a lo largo de la vida de una persona el propósito mayor, la intención amplia de sus interacciones, está vinculada a la existencia espiritual, un ámbito inabarcable que estando siempre presente nos coloca en circunstancias de movilizar o completar experiencias y relaciones, acciones de cooperación y proyectos, separaciones o desafíos compartidos.

¿No han notado como a veces un discurso puede contar con todos los elementos formales y sin embargo no comunicar nada? ¿No han percibido el vacío que se produce cuando un individuo, incluso hablando de forma coherente, con el vocabulario y los gestos adecuados, dice cosas sin conexión interna alguna? Todos tenemos la capacidad de percibir estas cosas.

El flujo de información, objetivo, intención o propósito, emoción, gesto y movimiento, es una dinámica que no puede controlarse a voluntad. Por ello, el trabajo de quien se comunica presencialmente constituye un entrenamiento continuo, similar al que debe desarrollar un actor o cualquier clase de intérprete escénico. Se trata de abrir espacios donde aparecen los bloqueos, obstáculos o limitaciones. Esta es la tarea real y requiere de conciencia y dedicación.

La única decisión que podemos tomar es estar abiertos, el único trabajo prepararnos y darle mantenimiento continuo a nuestro instrumental: el cuerpo, la psique o el alma, la razón. Esta es nuestra decisión cotidiana y la labor por asumir.

El potencial comunicativo real, la fuerza transformadora de nuestras interacciones, viene otorgada desde el nivel espiritual. A nosotros nos toca ocuparnos sólo de los otros niveles.

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Comunicarnos Mejor


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Markel R. Méndez H.
Nadie puede alcanzarnos con sus juicios a menos que ya nos hayamos juzado nosotros antes. Por eso cuando alguien emite una opinión sobre mí o alguna de mis acciones, y esa expresión me afecta emocionalmente y me desequilibra, se que me están mostrando un aspecto de mi mismo que me resulta difícil aceptar y amar, que probablemente estoy enganchado en un patrón que no me apoya a obtener los resultados que espero o me gustaría alcanzar.
En ocasiones es más fácil reconocer cuando los juicios de otros nos afectan: la perspectiva de nuestros padres, de nuestra pareja, de los seres que más amamos o queremos, o de aquellos que admiramos y tenemos como modelos. Para algunos de nosotros es más retador poder darnos cuenta de ese mismo fenómeno en la comunicación intrapersonal: cuando la perspectiva o idea de como “debo ser” o “debo comportarme” (que se puede traducir en cosas como aquello que debo conocer, las cosas que debo tener, los logros que debo alcanzar en tal o cual momento de mi vida, la claridad que debo tener, etc…) se traduce en una presión continua sobre mi, como la voz de un juez implacable e invisible que vive en mi cabeza y mi cuerpo.
Pero aunque sea un desafío, lo importante para mí ha sido comprender que mis relaciones con otras personas no son más que un reflejo de la relación que mantengo conmigo, que en la medida en que soy más abierto y honesto en mi interior, que mejor me reconozco y acepto, que más amor manifiesto, mayor es la conexión que puedo generar con otros, produciéndose relaciones de calidad, y con un apoyo más claro para aprender y crecer.
Mis formas expresivas mejoran naturalmente y el modo en que me comunico con otros alcanza nuevos niveles de fluidez y aceptación. Entonces las opiniones, los juicios o cualquier otra expresión de quienes me rodean, se convierte en una oportunidad para entender un aspecto de mi mismo, o darle un giro completo a la situación con creatividad, o quizás se produce una señal para retirarme y reconsiderar lo que sea que esté sucediendo.
Todo este proceso es ya sumamente conocido y existen muchas formas de describirlo, sin embargo es la experiencia la única vía para realmente reconocer cómo funciona este mecanismo en nosotros. Tener la vivencia, probar alternativas y observar la forma en que se desarrolla la dinámica y se producen los resultados, es una forma perfecta para saber cómo está mi comunicación conmigo y con otros, encontrando nuevas formas de abordar mis relaciones.
El amor es una de las claves, amor por mi, por los otros y por aquello que está sucediendo.