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Comunicarnos: Visión y Compromiso


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Generalmente quienes se acercan a recibir entrenamiento en Expresión o Comunicación Oral están buscando mayor efectividad, lo que manifiestan de distintas formas: hablar con fluidez, superar el miedo escénico, organizar mejor las ideas, lograr mayor impacto, convencer, mostrar seguridad, entre muchas otras.
Lo que está siempre en el núcleo de todo esto es la necesidad de desarrollar una adecuada conexión con la audiencia, el contexto, el discurso y los recursos expresivos que poseo; lo que todo individuo parece buscar es maestría en el manejo de estos elementos en su conjunto, para alcanzar sus objetivos de comunicación, dicho de otro modo, para obtener la respuesta que espera.
Desde mi perspectiva, el elemento que conecta todos estos aspectos es la Visión de quien se expresa, la cual debe estar profundamente arraigada en quien habla. La Visión posee múltiples dimensiones: es una imagen en la cual se integran todos los sentidos (es visual, auditiva y kinésica), es un compromiso emocional, constituye una reflexión ética y revela la honestidad del orador.
En distintos manuales de Oratoria aparece esta noción como motivación, objetivos, propósito, respuesta esperada, intensión. La Visión se está manifestando constantemente aunque no estemos concientes de ella o no se haga manifiesta durante el discurso. Su naturaleza es polivalente y multidimensional: en su nivel más elevado y general puede tratarse de la búsqueda esencial de toda una vida; en un estrato más concreto e inmediato, puede traducirse en los objetivos específicos de nuestra alocución, aquello que buscamos en el acto de comunicación.
En el ámbito empresarial por ejemplo, el Gerente que se encuentra en un proceso de negociación mantiene presentes sus objetivos inmediatos: lograr cerrar el acuerdo, fijar la inversión en niveles adecuados, resolver la disputa de la forma más beneficiosa posible. Pero detrás de estos, encontramos los planes estratégicos de su gerencia en el mediano y largo plazo, las prioridades planteadas de acuerdo a objetivos de mayor alcance e incluso lo que la empresa ha establecido como su propósito, misión y metas.
Si miramos con mayor detalle, en esa reunión también están presentes los valores de quienes dialogan, su nivel real de honestidad, los temas que hacen explícitos y aquellos que se quedan ocultos. También interactúan sus particulares creencias y búsquedas. Todo ello, en su conjunto, entra en el campo de la Visión.
Esto es mucho más evidente en el ámbito de la política, en el caso de que un candidato a un cargo público, o un dirigente en funciones públicas, se dirigan a la ciudadanía. Los políticos están llamados a conjugar los temas prácticos de la cotidianidad y los sentidos por los miembros de la sociedad, con la Visión que como colectivo podrían compartir para unir esfuerzos en función del bienestar común.
Si el orador tiene clara su Visión, está comprometido con ella y la sostiene durante su discurso o intervención, el resultado es un aumento significativo devlas posibilidades de transmitir su mensaje e impactar con sus palabras. Traígase presente la imagen del maestro de escuela que sostiene su creencia en la educación y en el desarrollo de sus estudiantes, del abogado que a pesar de las dificultades sigue en conexión real con su sentido de justicia, del trabajador empresarial que está comprometido con la cultura organizacional y convencido de la relevancia de su labor; en el estudiante que aborda un tema en alguna exposición habiéndose realmente involucrado en la dinámica de investigación y permitiéndose tocar por los datos hallados.
Si lo que se busca es aumentar el impacto de nuestros actos de comunicación, aumentar la seguridad personal en situación de intervención pública, balancear y lograr eficacia en el lenguaje corporal y el uso gestual, lograr un adecuado manejo de la voz, uno de los pasos indispensables es trabajar sobre y clarificar la conexión con una Visión. Ella no puede manipularse, sino que emerge en el conjunto de nuestros valores, creencias y prácticas.
Las preguntas que sugen al inicio de la preparación de un orador o comunicador siguen esta línea: ¿qué quiero decir? ¿cuál es la visión que deseo transmitir? ¿cuál es su relevancia? ¿cómo me conecto con esa visión? En torno a este núcleo se organiza el resto del trabajo sobre las capacidades y habilidades personales, el contacto con la audiencia, la adecuación al contexto y la circunstancia, y la construcción del discurso.
Si no fuese así ¿para qué aprender a comunicarnos mejor?

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