Psicodrama

Psicodrama

Psicodrama y Cambio


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Hace pocos días tuve la oportunidad de facilitar sesiones de trabajo en las que integré técnicas del Psicodrama, en el abordaje de un conjunto de madres y de adolescentes que se plantean el desafío de pensar sobre su futuro.

Madres La CañadaLas madres se encuentran frente a la presión de ofrecer a sus muchachos guía y dirección para que se aseguren un mejor futuro del que ellas mismas han tenido; los adolescentes enfrentan la incertidumbre de no saber realmente qué quieren desarrollar en sus vidas, en una realidad que perciben como limitada en opciones para su crecimiento personal y profesional.

Así nos encontramos, para empezar, con muchos obstáculos que superar:

  • El pasado de esas mujeres determina su presente. Habiendo vivido múltiples carencias a lo largo de sus vidas, muchas de ellas no pudieron realizar estudios formales, algunas apenas saben leer o escribir, y sólo les quedan sus valores y el amor por sus hijos.
  • El entorno es limitado, no hay realmente muchas opciones por distintos motivos: gran distancia de las capitales del país por ubicación geográfica, escasos recursos económicos para sostener alternativas de estudio, en algunos casos mala base recibida en la educación básica y media.
  • Gran parte de los adolescentes deben encontrar formas de sustento lo más pronto posible, de modo que muchos de ellos van a salir a trabajar para poder subsistir y dejarán de lado cualquier posibilidad de estudio o desarrollo profesional.

El panorama, como vemos, es bastante desalentador. Visto en términos generales pareciera que difícilmente las cosas van a cambiar o a mejorar para estas familias, y que sus dudas con respecto a un mejor futuro están buen fundamentadas, sobre la base de unas limitaciones reales difíciles de superar.

Jóvenes La CañadaSin embargo, ya que estamos allí reunidos para abordar el tema del «futuro», o deberíamos decir mejor del «porvenir», quizás existan posibilidades que todavía no hemos valorado en su justa medida. Por otra parte la técnica del Psicodrama ofrece oportunidades para recrear la realidad, transformar nuestra percepción y reconducir nuestras acciones.

He aquí los caminos que nos ofrece esta perspectiva ante la situación planteada. De hecho, así pude conducir las sesiones de trabajo tanto con las madres, como con sus hijos adolescentes.

  1. Revisemos nuestra percepción del pasado. Hoy estamos en un lugar y en una posición que nos permite reflexionar sobre lo ocurrido en el ayer y plantearnos alternativas para el mañana, este es el instante en el cual todo se concentra y es posible realizar cambios en cualquier dirección. Busquemos entonces aquellos hechos que nos han traído hasta aquí, a través de un conjunto de circunstancias difíciles a las cuales hemos sobrevivido, retos que hemos superado. Empezamos así a entender que ese pasado no es total y únicamente de un color, sino que tiene matices, situaciones contraproducentes y otras propicias para nuestro desarrollo; personas que nos hicieron daño y otras que nos salvaron, cuidaron y alentaron. Hay mucha sabiduría en una vida recorrida de este modo. Los valores generados son los que permiten a las madres hacerse las preguntas que están hoy planteándoles a sus hijos.
  2. El psicodrama permite percibir y reinterpretar los eventos del pasado a través de la acción escénica. Traer presentes esas situaciones y sus protagonistas, es una oportunidad para cambiar la perspectiva, para completar conversaciones pendientes, cerrar sucesos que dejaron emociones abiertas, experimentar cómo hoy podemos reinterpretar los acontecimientos. Todo esto es vivido internamente como absolutamente real, de modo que se produce la vivencia de un viaje en el tiempo para equilibrar los hechos y actualizar la visión y las emociones, de modo que se produzca un impulso y no una limitación.
  3. Revisemos además nuestra percepción del presente. ¿Qué pasaría si improvisáramos escenas en torno a cualquier opción, no importa cuán descabellada parezca ser inicialmente? Entonces empiezan a surgir posibilidades, porque la creatividad hace su aparición con toda su fuerza y, como estamos jugando en la escena, no se producen bloqueos de opciones antes de experimentarlas. Entonces los adolescentes prueban ser profesionales, se sienten en distintos roles que ellos reconocen como «de éxito», ensayan graduarse de la Universidad como licenciados o como Técnicos Universitarios, y a partir de esa vivencia comienzan a construir, probando en la acción, rutas alternativas para llegar a esa realidad. Algo dentro de ellos cambia el involucrarse activamente en el uso de su visión y su imaginación, aparece cierto orgullo de ser capaces de superar su circunstancia, identifican opciones que antes no veían: «los bomberos están ofreciendo una formación técnica que puedes hacer mientras trabajan», «la Universidad tiene un pequeño núcleo cerca del pueblo», «si saco el bachillerato por parasistemas me da tiempo de hacer algunos trabajos para ayudar en casa». La acción psicodramática produce cambios que hace posible acciones concretas en lo que llamamos realidad.
  4. Todo se da en el ahora, en el presente mágico e ilimitado que permite comprender la fuerza de la acción, que la creatividad está en la experiencia concreta y que de esta manera podemos percibir las posibilidades reales que tenemos ante cualquier situación. El psicodrama abre la posibilidad de hacer más consciente las opciones que tenemos frente a una situación, tal y como lo planteó su creador Jacobo Levi Moreno (1889-1974): se trata de «ofrecer una respuesta diferente ante circunstancias que se repiten». El núcleo de esta práctica es la creatividad, el acto creador como vía de transformación de la propia vida.

Esta experiencia a la que hago referencia fue desarrollada en dos poblaciones del estado Zulia, en el mes de febrero del año 2014. Pude constatar al facilitar estos procesos, que las técnicas escénicas, especialmente las propias del psicodrama, tienen un gran potencial y altísimo impacto real en las personas. Sostenidas, bien implementadas, pueden librar la capacidad creativa y la fuerza para la acción transformadora de la propia vida en cualquiera.

Es este el tipo de trabajo escénico que quiero seguir desarrollando, este es el sentido más profundo que posee incluso el teatro: el generar la posibilidad de cambio en los seres humanos.

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Comunicación: crear y reinventar


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Grupo

Trabajar sobre las habilidades de liderazgo, desarrollar la capacidad de influir sobre otros, fortalecer al equipo o la comunidad, son algunos de los temas más reiterativos en todo tipo de colectivo, empresa u organización; es también de las cosas que más solicitan las personas al momento de buscar asesorías, procesos de formación, intervenciones o coaching.

En ello hay un conjunto de elementos invisibles, que generalmente tienen fuerza pero que no son mencionados ni abordados porque se perciben como extremadamente amenazantes: son tensiones subjetivas, creencias profundas y reales temores de los involucrados. Trátese de líderes de base, integrantes de grupos comunitarios, gerentes de empresa, directores, ejecutivos, colaboradores o trabajadores, muchos tienen en lo profundo aspectos que contradicen o generan tensión frente a lo que declaran como sus verdaderas intenciones o propuestas.

Esto es muy difícil de trabajar, pues se trata de contenidos que se intentan esconder, consciente o inconscientemente. Es lo que se encuentra en el Área Oculta en primer término, y en el Área Ciega en segundo lugar; todo eso que conocemos de nosotros pero no deseamos que los demás lo perciban, y aquello que quizás los demás perciben pero nosotros no podemos identificar.

Imaginen por un momento lo complejo que es abordar esos contenidos, proponer a un individuo o a un equipo que se atreva a avanzar sobre esos elementos porque es realmente lo único que les permitirá dar un salto en sus procesos de comunicación, y los llevará a ser realmente una organización de alto rendimiento y efectividad, o una colectividad en verdadero trabajo colaborativo. Esta perspectiva y labor suelen percibirse como peligrosas.

Si se trata del Área Oculta, es explícito y claro que ningún individuo quiere revelar lo que allí se encuentra, e invierte gran parte de su energía en que no sean percibidos aquellos elementos que reconoce como faltas, fallas, negatividad, oscuridad. Generalmente allí se encuentran cosas como la mediocridad, la capacidad para mentir, la flojera, el poco compromiso, entre otros aspectos.

Por otra parte, si intentamos abordar el Área Ciega, las resistencias se multiplican, porque hablamos de aspectos que sencillamente no podemos percibir de nosotros mismos. Allí el sujeto puede recibir feedback de sus compañeros, pares o supervisores, y en general no va a aceptar esa percepción como cierta, por el contrario buscará una y otra vez, y las encontrará, explicaciones válidas en las que todo es producido por factores externos y nunca por una característica o comportamiento propio.

¿Cómo entonces podemos trabajar con estos contenidos? ¿Cómo transitar hacia estas áreas? La respuesta por lo pronto me parece que es: sigilosamente y de manera indirecta. Lo primero a considerar es que no se trata de exponer abiertamente estos temas ante todo el equipo, no hablamos de poner en evidencia; paradójicamente, debemos cuidarnos mucho de proponer esto como una vía para resolver algo, como si se trata de identificar un problema y solucionarlo. Toda esta lógica hay que dejarla a un lado.

Se trata más bien de flexibilizar y abrir posibilidades de acción diferentes, además de espacios de reflexión innovadores. Nosotros Creandoproponemos dos vías concretas: contarnos historias y jugar escénicamente con distintos roles. Sí, así es, nuestra apuesta es a jugar para aprender nuevas pautas de comportamiento, y pensar en la acción que tipo de guión estamos poniendo en nuestro devenir personal y profesional.

Los conocedores ya habrán reconocido aquí un enfoque que se conecta con el AT (Análisis Transaccional) y con el Psicodrama, y es que efectivamente allí se basa, para la aplicación de técnicas concretas que permiten distinguir los distintos tipos de roles en juego, las escenas que repiten una misma historia que a veces está estancada en algo contraproducente o negativo, y el reconocimiento de la dinámica interna que da como resultado tal o cual conducta.

Pero pensemos esto solamente, porque eso es lo que es, como una dinámica de contarnos historias, compartir nuestras imágenes de lo que hacemos y practicar escenas para mirar, en un tiempo específicamente dedicado para ello, la forma en que está funcionando un equipo y el modo en que se relacionan las personas y sus roles en el devenir de la comunidad u organización. Este es un tiempo para abonar a la creatividad, a la flexibilidad y al aprendizaje compartido.

Proponemos el cuento, la historia, la creación de personajes, el juego escénico, la creatividad activa, como vías para avanzar y realmente generar un movimiento genuino y constructivo en quienes conforman una comunidad, grupo, empresa o institución. De eso se trata nuestro trabajo actual y es la apuesta definitiva que venimos haciendo.

La invitación constante es a abrir espacios para desarrollar todos los aspectos relativos a la comunicación humana: cantar, tocar un instrumento, bailar, interpretar o actuar, escribir y crear, pintar; no se trata solamente de habilidades técnicas, sino de aquello que es esencialmente humano y que necesitamos re-vigorizar con urgencia. Es nuestro derecho a crear y, al hacerlo, transformar el mundo en que vivimos, en la escala en que nos sea posible, pero siempre en un proceso de continua reinvención.

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Comunicación: una dinámica de percepción


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IMG00118-20120204-1405Hay tantos elementos subjetivos que abordar  en el Arte de la Comunicación Presencial y la Oratoria, que no puedo hacer otra cosa que aproximarme a ellos instintivamente. Ha resultado sumamente interesante  y enriquecedor  el concebir  gran parte de mi trabajo como un proceso de percepción, uno que requiere altos niveles de apertura  y una suspensión de los prejuicios.

Progresivamente, a lo largo de estos 10 años de ejercicio profesional, he venido comprendiendo que no hay algo que pueda considerarse como bueno o malo a priori cuando se trata de los modos de expresión de una persona o sus formas de comunicación. Hay otra aproximación que resulta muy útil: todo depende de lo que quiera lograrse en la audiencia. Partiendo de esta idea, cualquier elemento puede ser apropiado o inapropiado.

Se acostumbra a trabajar sobre el orador y sus habilidades técnicas considerando audiencia, contexto y circunstancia, y esto lo considero adecuado y necesario. Pero muy a menudo se olvida que ello apunta más a la flexibilidad y capacidad de adaptación del Comunicador u Orador que de un análisis exhaustivo sobre el público y lo que rodea a la presentación. Abordar los aspectos de Audiencia, Contexto y Circunstancia es más, y he aquí el énfasis, un acto de percepción y escucha para la acción que un proceso de recolección y análisis de datos.

Por eso para mí es fundamental trabajar perceptiva e intuitivamente, y enfocarme en el desarrollo de la espontaneidad y creatividad del Orador. Ello requiere de máximo compromiso, conciencia de la intención y del propósito comunicativo, además de conexión con el propio instrumental expresivo.

He allí un camino profundo y fértil de trabajo e investigación en el campo de la Comunicación Humana. Este es nuestro camino.

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Comunicación: comenzar desde lo esencial


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expresion-oralLos temas básicos del proceso de Comunicación Humana, son centrales al momento de trabajar sobre las propias habilidades expresivas y de interacción con otros. Se trata de nociones esenciales que, de ser bien abordadas, nos abren la posibilidad de un proceso para toda la vida en este campo tan relevante.

Propongo iniciar pensando en los niveles de Comunicación: Intrapersonal, Interpersonal, Grupal y Masiva. Cada uno de ellos requiere de un entrenamiento diferente, posibilidades distintas de abordaje de nuestras posibilidades expresivas y nuestra capacidad para comunicarnos.
Para los primeros niveles, lo esencial es la conexión y la escucha, la capacidad para percibir. En los niveles posteriores, la emisión, la habilidad de transmitir, se hace cada vez más central y exigente.
Sin embargo, sin la capacidad de percibir, y al pensar en lo intrapersonal nos referimos a escucharnos internamente, no es posible emitir con sentido, se hace sumamente difícil hacer llegar nuestro mensaje a cualquier audiencia, no digamos siquiera articularlo con coherencia.
Por eso planteo una y otra vez en mi trabajo sobre la Comunicación Humana que debemos iniciar con el proceso de clarificar el modo en que nos comunicamos con nosotros mismos, y la identificación de aquello que nos motiva o nos lleva a querer expresarnos en cualquier nivel que nos estemos planteando.
Hay mucha responsabilidad, porque en cada interacción con otros, trátese de una clase en la universidad si somos docentes, un proceso de negociación para lograr nuevos acuerdos o algún contrato, un diálogo personal con un amigo o la pareja, cualquier encuentro e intercambio es una posibilidad de impacto, influencia y transformación.
Partiendo de esa noción, es imprescindible entender que todo acto de comunicación posee un sentido, y que tenemos la obligación, en cierto modo, de encontrar esa dirección, de darle significación total a nuestro encuentro con otro. Ello ocurre desde desde el fuero interior, desde el momento en que nuestros impulsos, ideas, emociones, motivaciones u otros, se manifiestan adentro y generan la suficiente energía para el acto expresivo.
Por supuesto a ello hay que permitirle una forma adecuada, pero sin esa conexión interna toda la técnica queda flotando en un vacío sin sentido ni fuerza.
La forma: tono de voz adecuado, contacto visual, gesto y manejo corporal, entre otros elementos; resplandece y alcanza altos niveles cuando existe una necesidad genuina de comunicarnos, y tenemos la capacidad de percibirnos en el momento mismo de la interacción con el otro. A partir de nuestra escucha interna seremos más capaces de percibir a los demás, de modo que adaptaremos nuestros mensajes para tener las mayores posibilidades de encuentro y acuerdo.
Lo dicho, un trabajo constante que lleva toda la vida, el de afinar y profundizar la comunicación intrapersonal, y desde allí ir abordando y mejorando la capacidad y los aspectos técnicos de los otros niveles hasta alcanzar aquello que buscamos, la posibilidad de comunicarnos con mayor impacto e influencia.
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Conversaciones Difíciles (2)


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>¿Quién tiene razón?

Sigamos revisando lo referente a las llamadas Conversaciones Difíciles, que generalmente se producen debido a que las personas involucradas están en desacuerdo con respecto a los hechos o a lo que debe hacerse.

En el artículo anterior hicimos referencia a que en cada Conversación Difícil realmente se están desarrollando tres conversaciones: (1) la conversación del qué pasó; (2) la conversación de los sentimientos; (3) y la conversación de la identidad. En cada uno de estos niveles hay claves para transitar de la conversación difícil a una posición más constructiva y con mejores resultados.
El espacio del «qué pasó» es el lugar de las percepciones y el pensamiento, el ámbito más evidente donde se dan nuestras discusiones. Generalmente tenemos una idea de lo que está ocurriendo y de lo que el otro está pensando y sintiendo, le damos a eso un valor particular (emitimos juicios al respecto), y a partir de allí generamos toda la conversación; convencidos por supuesto de que tenemos la razón.
Se da así el siguiente fenómeno: como manejamos información suficiente de lo que está ocurriendo y tenemos una idea clara de lo que le pasa al otro, estamos convencidos de que manejamos la verdad y de que nuestro objetivo en la conversación es lograr hacer ver a los demás esa verdad. En ocasiones hasta nos lamentamos de que puedan estar tan equivocados.
Es así, en nuestras discusiones el problema son los demás. Si tan sólo pudieran ver los hechos con la claridad que nosotros poseemos, se darían cuenta de que es el mejor momento para ahorrar ese dinero, que no es adecuado presentar ese proyecto, que es indispensable cambiar las fechas de entrega, que la calificación colocada en el examen es la justa (o es injusta), que el gobierno está haciendo un desastre con la seguridad social (o lo está haciendo muy bien y las condiciones de vida han mejorado), que es mejor ver esta película y no la otra, o que tal libro es superior a los anteriores. Pero resulta que no es así, que los otros no tienen esa claridad.
Este es el punto de partida para nuestras discusiones todos pensamos que el otro (o los otros) está equivocado. Todavía más, llegamos a estar seguros de que ese otro con quien discutimos es egoísta, ingenuo, controlador, irracional, o alguna otra cosa que descalifica inmediatamente su punto de vista. Por supuesto, es un proceso inmediato: «Rafael no quiere acompañarme a visitar a mi familia, porque es un egoista«; «María insiste en presentar el informe completo del proyecto, porque es una ingenua«; «mi jefe no me permite conducir la modificación de los planos, porque es un controlador«; «mi hermano se resiste a vender su viejo vehículo, porque está loco, es irracional«.
Así lo plantean Douglas Stone, Bruce Patton y Sheila Heen en el libro que estamos revisando (detalles al final de este artículo). Lo que sucede después es, según estos investigadores, prácticamente inevitable: cuando llegamos a estas conclusiones, insistimos en cambiar el punto de vista del otro, pues se convierte en nuestra misión. Debemos hacerlos entrar en razón, liberarlos del yugo de sus defectos, romper con su terquedad, iluminar su corta visión, conducirlos hacia un mejor lugar, que es aquel en el cual nosotros nos encontramos. Como el problema son los otros, somos en cierto sentido superiores a ellos, y esto no es lo peor, sino que los demás piensan del mismo modo con respecto a nosotros, así que el enganche es mutuo.
Ellos son el problema para nosotros. Nosotros somos el problema para ellos. ¡Vaya cosa! He allí porque discutir es de las cosas más inútiles que podemos hacer. No estamos intentando comprender otro punto de vista o ampliar nuestra perspectiva, sino que estamos en una batalla por demostrar que tenemos la razón. Todavía más, nuestra gesta es heroica: curar al otro de su locura momentánea.
Lo cierto es, en este sentido, que discutir nos impide conocer el punto de vista del otro; nos perdemos de comprender lo que le lleva a decidir o actuar de ese modo. Una discusión es generalmente un intercambio de conclusiones, pero detrás de ellas hay un conjunto de experiencias y normas que se convirtieron en un modo, con sentido para cada individuo, de ver la vida y el mundo.
Un primer paso para superar o manejar las Conversaciones Difíciles es mirar detrás de las conclusiones. Si mi hermano no quiere vender su viajo vehículo, por más absurdo que me parezca, detrás de esa decisión hay un conjunto de experiencias, y esas vivencias están organizadas en su subjetividad de forma tal que generaron un modo particular de ver el mundo y sus fenómenos. Quizás ese fue el primer carro que compró con su propio dinero, y nuestro padre tuvo el mismo carro por 25 años, y siempre decía que no tenía sentido cambiarlo si funcionaba bien y se mantenía adecuadamente, y además afirmaba que había que valorar y cuidar lo que se tenía, y todo ello se configuró en la perspectiva de mi hermano como un sistema de creencias en el cual basa sus decisiones actuales.
Lo interesante es que detrás de mis propias conclusiones también se encuentran mis experiencias y mis reglas sobre como vivir. Lo que ocurre con frecuencia es que vamos tomando decisiones sólo a partir de nuestras conclusiones, sin considerar de dónde surgieron, sin analizar cómo hemos llegado a ellas pues muchas veces se configuran de forma orgánica y hasta inconsciente. Esto por supuesto tiene un sentido, pues nos permite ahorrar energía y utilizar más efectivamente nuestras experiencias pasadas para decidir en el presente; sin embargo, si somos capaces de reconocer lo que hay detrás de nuestras conclusiones (e indagar sobre las conclusiones de los demás), es posible desplazar la discusión y abrirnos a comprender diferentes perspectivas.
Poseemos distinta información, nuestra percepción privilegia datos diferentes, hacemos nuestras propias interpretaciones de los hechos, construimos reglas a partir de esas interpretaciones y con eso salimos al mundo a interactuar y relacionarnos con personas que han hecho las mismas operaciones llegando a conclusiones a veces opuestas a las nuestras. ¿No es interesante este fenómeno?
Pues verlo como algo interesante y merecedor de estudio es la propuesta que se nos hace en el libro «Conversaciones Difíciles». Un primer paso para abordar de manera eficiente nuestras discusiones es utilizar nuestra curiosidad e indagar sobre por qué el otro ha llegado a esa conclusión o decisión, e intentar también comprender por qué nosotros hemos llegado a las nuestras (a veces no estamos conscientes de ello). Quizás de este modo podamos ampliar la perspectiva y finalmente cooperar buscando la mejor opción a tomar frente a la situación que se nos presenta.
Esto representa un ejercicio desafiante, porque además nuestra versión de los hechos generalmente refleja nuestros propios intereses. Sin embargo en el largo plazo es muy probable que lograr cooperar con ese otro (pareja, familia, compañeros de trabajo) sea mucho más productivo y apoye mejor nuestros intereses que la oposición constante.
Ampliar la perspectiva, de eso se trata. Comprender cómo elaboramos nuestras conclusiones y abrirnos a escuchar (indagar, ser curiosos) como el otro ha constituido las suyas. Trasladar la conversación desde una pugna de conclusiones, a una revisión de los datos y las interpretaciones que están detrás. Finalmente, estos investigadores hacen una recomendación adicional, y es colocarnos en la «posición y».
La «posición y» se trata de incluir todas las versiones y posibilidades para interpretar un hecho o tomar una decisión. Es una posición que incluye y no subestima la postura de los demás. De modo que podamos decir: «es cierto que necesitamos ser transparentes en la presentación de la información de este proyecto, y debemos también ser cuidadosos verificando lo que el cliente realmente requiere de nosotros y cuáles son los recursos disponibles». La «posición y» va sumando datos relevantes, ampliando las posibilidades de acción.
Entendemos que esto puede ser desafiante, sobre todo por las emociones que se movilizan en una discusión y el apego que puede existir a mis puntos de vista y opiniones; pero aceptemos por ahora que poner en práctica esta forma de abordar nuestras Conversaciones Difíciles puede ser liberador y útil. El aspecto específicamente emocional de estas situaciones lo abordaremos en nuestra próxima entrega sobre este tema.
Recuerden que esta serie «Conversaciones Difíciles» está centrada en la revisión del libro: NEGOCIACIÓN: Una orientación para enfrentar Conversaciones Difíciles. De Douglas Stone, Bruce Patton y Sheila Heen (Proyecto de Negociación de la Universidad de Harvard). Grupo Editorial Norma. Colombia, 2008. 
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Conversaciones Difíciles (1)


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Este es el primero de una seria de artículos que dedicaremos al abordaje de conversaciones difíciles.
¿Qué son conversaciones difíciles? Pues aquellas que por lo general preferimos evitar, las que nos llevan a confrontar temas incómodos, esos que son delicados de hablar.
La conversación difícil no es un objetivo en sí mismo, sino un medio para: llegar a acuerdos, resolver diferencias o conflictos, diseñar estrategias, movilizar puntos de vista, entre otros. De modo que el manejo consciente y asertivo de una conversación difícil produce grandes diferencias en la gestión de un líder y en los resultados que puede obtener un equipo de trabajo.
Este tipo de interacción es complejo, generalmente involucra diferencias en las perspectivas y perturbación emocional, de modo que el diálogo no se da sobre territorio común ni con disposición a la cooperación, sino sobre territorios que deben ser defendidos y percibiendo al otro como el enemigo.
El trabajador llega tarde a la oficina y el supervisor le llama la atención. Ambos tienen razón, aquel conoce las dificultades reales que tuvo para llegar a la hora: deficiencia del transporte público, tráfico, dificultades familiares, desafíos en su entorno o en su propia vida; el supervisor, por otro lado, tiene claridad en que es su responsabilidad mantener a todo el equipo alineado y sabe los costos que puede tener el permitir que un trabajador empiece a llegar tarde con frecuencia. Se entabla una discusión porque aunque el hecho de llegar a la hora está claro, el trabajador requiere mayor comprensión y apoyo ante su situación ya que, después de todo, está dedicando mucho esfuerzo a la empresa y realmente ha enfrentado con valor y tenacidad los desafíos que enfrenta. El supervisor sólo quiere que el trabajador entienda que, bajo ninguna circunstancia, puede repetirse esa conducta.
Esta es una situación sumamente sencilla, pero imaginemos lo compleja que puede hacerse una conversación al respecto, ya que aunque se trata de un hecho específico (llegar a la hora), en realidad ambos están hablando de aspectos diferentes, lo que puede convertirse en dos conversaciones diferentes en donde cada uno lucha por traer al otro a su terreno, sin ceder un ápice. Todo ello se multiplica en otros ámbitos: discusiones de pareja, conversaciones sobre dinero, abordaje de diferencias políticas, resolución de distintos enfoques al momento de desarrollar un proyecto. La lista puede ser interminable.
En todas esas situaciones hay un elemento común: no se tiene una sola conversación, sino múltiples conversaciones. Cada interlocutor posee una versión de los hechos y una idea preconcebida de lo que es y lo que debería pasar, está comprometido con su propia perspectiva, de modo que no solamente se trata de la conversación en cuestión, sino que además se involucra el monólogo interior de cada uno, la movilización emocional presente, el compromiso que secretamente cada sujeto ha hecho con su particular versión de los hechos, la presión del entorno, las percepciones que cada uno de los involucrados tiene sobre el otro, y pare usted de contar.
¿Cómo organizar todo este complejo entramado de voces, ideas, emociones, que se involucra en una conversación difícil?
Douglas Stone, Bruce Patton y Sheila Heen, del Proyecto de Negociación de la Universidad de Harvard proponen un modelo de abordaje. Lo primero que hay que hacer es «distinguir entre las tres conversaciones», lo que equivale a decir que es indispensable «decodificar la estructura de las conversaciones difíciles».
Según estos investigadores, en una conversación difícil se llevan a cabo realmente tres conversaciones:
1. La conversación del qué pasó. Este nivel es fácilmente reconocible, porque se trata de los enredos habituales con relación a los hechos, que no siempre son tan fácilmente identificables. ¿Quién dijo qué? ¿En qué tono lo dijo? ¿Con qué intención? ¿En qué fecha se envió cuál comunicación? ¿Estaban todos presentes? ¿Luego quien hizo cuál acción? ¿Quiénes son los responsables de esto?
En esta primera conversación hay además muchas inferencias, realizadas según la perspectiva de cada involucrado, quienes además, individualmente, están convencidos de tener la verdad.

2. La conversación de los sentimientos. Generalmente no se expresan directamente en una conversación difícil, sino que aparecen camuflados en diversas formas. En situaciones complejas que requieren interacciones desafiantes nos movemos, generalmente, en dos extremos: u ocultamos nuestras emociones (aunque siempre se cuelan en nuestro lenguaje no verbal o en comentarios innecesarios como juicios), o explotamos y los manifestamos amplificados y sin control. Cuando intentamos esconderlos, se da esa segunda conversación que no es la explícita o evidente.

3. La conversación de la identidad. Esta es otra característica de las conversaciones difíciles, que nos sentimos comprometidos a tal punto con aquello que se discute, que una parte de nosotros percibe que se está jugando su identidad: ¿seré buen o mal jefe? ¿como trabajador voy a ser tildado como eficiente o ineficiente? ¡Está en juego mi trabajo y mi reputación! ¿Soy un mal esposo? ¿Soy un hijo desconsiderado? ¿Estoy loca como madre? Este monólogo interno, en el cual se pone en juego nuestra identidad, aumenta la dificultad y complejidad del diálogo con el o los otros.
Todos podemos reconocer estos tres niveles de comunicación en nuestras conversaciones difíciles, así que visto de este modo podemos imaginar lo retador que puede ser lograr buenos resultados en estas interacciones y, sin embargo, es indispensable que aprendamos a manejarlas para el fluir de nuestra vida personal, nuestro desarrollo profesional y el desenvolvimiento adecuado de cualquier proceso de negociación en el cual nos veamos involucrados.
Lo primero que habría que hacer entonces es distinguir estas tres conversaciones, sus sutilezas, para trabajar en la eliminación del ruido que ello produce. Esto pasa por:
Suspender la presunción de verdad y los prejuicios. Generalmente creemos tener la razón cuando entramos en este tipo de conversaciones. Sabemos lo que vimos, lo que escuchamos y hemos realizado un análisis adecuado de los hechos, de modo que tenemos claro lo que está pasando. Todavía más, como lo hemos pensado bien, también sabemos lo que los otros estaban tratando de hacer, es decir, conocemos sus intenciones mejor que ellos. Esto es contraproducente, porque entramos en estas conversaciones no para escuchar o intercambiar información y opiniones, sino para hacer valer nuestra perspectiva y ganar la batalla. 
La opción sería abrirnos a otros puntos de vista y verificar nuestras inferencias, lo que equivale a asumir, desde el inicio, que podemos estar equivocados.
Reconocer nuestras emociones y ponerlas en su lugar. Las emociones están dentro de nosotros y sostienen nuestras comunicaciones, son la vía real para conectarnos con lo que está pasando y los involucrados en nuestra conversación. Esa energía puede servirnos para avalar nuestra experiencias: «yo me he sentido incómodo con esta situación y por eso quiero que lo hablemos, para que conozcas mi punto de vista y yo poder escuchar lo que a ti te sucede»; o para atacar a los demás: «tú me has hecho sentir muy incómodo ¿lo haces para molestarme? ¡Dime!»
El lugar de las emociones es dentro de nosotros mismos, es decir que tienen un altísimo valor para el fluir de una conversación. Pero si lo convertimos en una bola de fuego que lanzamos en la cara de nuestro interlocutor, seguramente recibiremos de vuelta una avalancha. 
Tampoco negarlas o reprimirlas es buena idea, porque entonces se crea un efecto de «olla de presión» y lo que se escape puede ser una desagradable sorpresa en el desarrollo de la conversación difícil.
No jugar a «todo o nada» en cuanto a mi identidad. Lo siguiente que se hace imprescindible es separar el hecho específico de esa conversación difícil y lo que ella implica, de nuestra identidad. Habría que trabajar en tomar conciencia sobre el impacto que ese diálogo está teniendo sobre mi autoestima, sobre mi imagen, y reconocer aquellas áreas de duda sobre mí mismo que estoy involucrando en la interacción, sin que ello necesariamente esté en juego o venga al caso.
Generalmente me pregunto ¿de qué se trata esta conversación? ¿cuál es el punto aquí? Y así evitar aquellos juegos donde una pareja puede discutir de la limpieza del hogar sin que se trata de una lucha de poder, o un trabajador puede solicitar un aumento sin dudar de su honradez, o puede recibir observaciones de un proyecto sin que sienta que está siendo juzgada su capacidad creativa o su eficiencia. 
A partir de estos elementos, el trabajo es abrirnos e invitar al otro al mismo proceso. Mantenernos equilibrados es la tarea constante, enfocarnos en el objetivo concreto de esa conversación y dar espacio para que se de una verdadera interacción, un real intercambio donde sean valoradas las diferentes perspectivas, escuchadas las percepciones y opiniones, en la búsqueda de la comprensión. 
Generalmente entramos en conversaciones difíciles porque hay algo importante y significativo para todos los involucrados, si encontramos ese elemento común, será más fácil llegar a un resultado positivo y constructivo. 
Sobre este tema seguiremos publicando otros artículos, hasta completar una pequeña serie que tiene como base la revisión de este libro, que les recomiendo: NEGOCIACIÓN: Una orientación para enfrentar Conversaciones Difíciles. De Douglas Stone, Bruce Patton y Sheila Heen (Proyecto de Negociación de la Universidad de Harvard). Grupo Editorial Norma. Colombia, 2008. 
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Comunicación Oral, Creatividad y Desarrollo Humano (II)


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LA HISTORIA PERSONAL Y EL JUEGO DE ROLES

Hay un enfoque considerado revolucionario en el campo de la psicoterapia, y es el del psicodrama. Esta visión del ser humano, esta práctica de psicoterapia de grupo, este modo de ver los vínculos y las interacciones humanas, ha transformado el modo en que se conciben los procesos de Comunicación. 
El psicodrama plantea que el yo se constituye a través del juego de roles. Todo lo que hacemos puede ser considerado como el ejercicio de un rol, los distintos modos que tenemos de relacionarnos con los otros: siendo hijos, hermanos, amigos, padres, alumnos, maestros, profesionales, técnicos, alcaldes, gerentes, etc. Como puede inferirse, el rol es un conjunto complejo de modos de actuar y generar vínculos con los otros y el entorno. 
Este paradigma nos lleva a ver el mundo como un gran escenario, nuestra vida como una película, pues todo lo que experimentamos se desarrolla como distintas escenas, en contextos diversos y con personajes que nos complementan: desde los adversos hasta los que apoyan nuestras acciones. 
Por ello el psicodrama es tan adecuado y versatil para desarrollar entrenamientos de alto impacto y valor para presentadores, oradores y actores, yendo mucho más allá de lo técnico básico, para generar fuertes experiencias en niveles más profundos, que permiten un real desarrollo de habilidades creativas y de comunicación. 
Existen enfoques relativos al mundo de la Comunicación que nos permite integrar a nuestra práctica los ejercicios y la dinámica propia del psicodrama. Uno de los más resaltantes es el Narrative Paradigm (Walter Fisher), cuyo planteamiento fundamental es que toda nuestra comunicación es símbolo de una historia que vamos contándonos, y que todas nuestras experiencias las tenemos y las comprendemos como situaciones con sus propios inicios, conflictos, personajes, puntos de giro y finales.
 Podemos usar estos enfoques para abordar el desarrollo de habilidades expresivas y de comunicación, y esta es una de las bases de mis planteamientos y mi trabajo actual: trabajar sobre cada pieza de comunicación, cada acto expresivo, cada momento de relación con otros, como parte de una historia que se está contando o representando (experimentando), considerando a los involucrados como actores de esta narración, por lo cual es fundamental reconocer y clarificar el rol que se tiene en cada caso. 
Desde el punto de vista del presentador, orador o comunicador, el énfasis está en esta conciencia, y cómo ello incide significativamente en la efectividad de la interacción, o en el impacto del mensaje que se está elaborando. Es posible así identificar aquellos elementos relativos al rol y que pueden estar en conflicto con características personales de quien lo ejerce, lo cual genera un efecto negativo en el acto expresivo. 
Esto abre todo un nuevo camino de trabajo y aumenta posibilidades de avance y aprendizaje. Mis comunicaciones son un reflejo de lo que soy, y del modo en que me relaciono conmigo y mis particulares contenidos; al pensar en el rol que tengo en un acto de comunicación particular, considero las motivaciones existentes, las creencias en movimiento, las exigencias sociales, aquello que se ha vuelto rígido y las posibilidades de realizar modificaciones sobre todo ello para encontrar formas expresivas más libres, espontáneas, pertinentes o impactantes. 
Sin perder de vista lo concreto de la interacción: objetivos específicos, contenido que será abordado, organización de la información, resultados esperados, confianza o seguridad personal, así como todos los aspectos técnicos relativos al ritmo, postura, gesto y voz; se recorre un territorio mucho más fértil para cambios y evolución en los modos de comunicación y los procesos de relación. Este territorio, además de lo ya mencionado, incluye la posibilidad de reconocer la historia que se quiere contar, y los roles que le hemos asignado a las demás personas involucradas.
A partir de este enfoque y con las técnicas del psicodrama podemos experimentar todas las dimensiones de la situación: los pensamientos que nos produce, las emociones que emergen en torno a ella, las sensaciones, todo lo que nos impulsa y a la vez nos bloquea. Ello se realiza en escena, se practica como una ficción creada, una realidad subjetiva en el ahora, con infinitas posibilidades. A través de técnicas como el reveso de roles, el espejo, el doblaje, la multiplicación dramática, entre otras, podemos ampliar nuestra visión y aumentar significativamente nuestro repertorio expresivo y nuestras posibilidades de comunicación. 
Este es, desde mi punto de vista, el verdadero trabajo sobre la Comunicación Presencial y sobre la Expresión Creativa. Presentador, orador, comunicador o actor, ¿cuál es, en esencia, la búsqueda? tener la conciencia de nuestras posibilidades de expresión, lograr conexión con el contenido que elaboramos y con el cual queremos a su vez conectar a otros; así trasladarnos a un ámbito común, el del encuentro transformador, a veces sutil, otras demoledor, siempre poderoso en lo profundo.