Psicodrama

Uncategorized

Comunicación Oral, Creatividad y Desarrollo Humano (I)


No hay comentarios

Mis primeras aproximaciones al aprendizaje de laComunicación Oral estuvieron vinculadas a la expresión y la creatividad propias de la acción escénica, específicamente en los ámbitos del teatro universitario y comunitario. Antes de llegar a pretender ser actor o director profesional, lo cual todavía disto mucho de alcanzar, he estado varios años dedicado a la reflexión sobre el teatro como medio para impulsar el desarrollo humano: más conciencia del propio instrumental expresivo, reflexión sobre temas que movilizan a un individuo y a una comunidad, recuperación de la memoria colectiva, expresión de inquietudes y diálogos sobre temas de interés común. Todo ello en un proceso que llevaría (quizás haya llevado en algunos casos) a la articulación de subjetividades y a la comprensión de la propia circunstancia desde un lugar donde es posible actuar para generar algún tipo de transformación.
Desde esa experiencia y perspectiva me lancé al trabajo sobre la Comunicación Oral, a diseñar y desarrollar entrenamientos en Oratoria y en Expresión. Apelé a los libros propios de este oficio, observé el trabajo de algunos expertos; así fue que identifiqué los primeros elementos sobre los que se hace énfasis: estructuración del discurso, manejo del lenguaje, principios de argumentación, elementos no verbales de la comunicación (dicción, gestual, manejo de la voz, postura, ritmo, contacto visual, entre otros).
Aunque esto me ha ofrecido una plataforma segura y un conjunto de elementos observables y concretos para el trabajo en este campo, reconozco que en los últimos seis años ha venido creciendo en mí una profunda sospecha en torno a la efectividad de este enfoque, y aceptando lo necesario del abordaje de esos elementos técnicos, me he estado planteando otros aspectos desde una perspectiva mayor; algo que podríamos entender como asuntos esenciales del acto de comunicación oral.
Ubico en primer lugar la intención o propósito para realizar un acto de comunicación presencial tal como una presentación o discurso público, lo que involucra tanto lo que motiva ese intercambio como la necesidad de expresarle algo a otras personas. En segundo término encontramos elementos subjetivos vitales como: la conexión con la dimensión emocional, el nivel de relación con el contenido, la integración y seguridad personal del orador o presentador. Estos son los primeros elementos a ser abordados y los iniciales para lograr avances reales en la capacidad de comunicación de cualquier individuo.
Es así que podemos dar paso a otros aspectos de este trabajo: la identificación y superación de los estereotipos, la revisión de prejuicios, la determinación de temas de interés o que generan inquietud; todo ello como vías de contacto y creación de vínculos con los otros, en el entorno del acto de comunicación.
Finalmente, encontramos la trascendencia del trabajo en elementos de más exigencia técnica como la creación de imágenes, la puesta del instrumental expresivo propio al servicio de la transmisión de un contenido, la emergencia de ideas y propuesta de acciones compartidas, la generación de confianza y de vínculos, el fortalecimiento de la memoria colectiva
Este proceso, que parte del individuo, su claridad de propósito, seguridad personal, hacia el grupo o comunidad, en la generación de imágenes y posibilidad de acciones a través de vínculos vigorizados, nos permite percatarnos de la relevancia del acto de comunicación, de las exigencias técnicas que implica y la pertinencia de su aplicación. Esta perspectiva nos permite actualizar contenidos que, de otro modo, quedarían en la repetición automática de unos modos expresivos que siguen allí sólo porque «la tradición» indica que son los modos «correctos», pero no porque entendemos la urgencia de saber comunicarnos.
En mi experiencia abordar el proceso de la Comunicación Oral de este modo, amplía significativamente la creatividad, las posibilidades de aprendizaje y desarrollo de la expresión, facilita la generación de un verdadero contacto en el acto de relación con otros y, lo que creo sumamente necesario en estos tiempos, intenta superar las formas preconcebidas y artificiales de comunicación cara a cara.
Todo ello apunta a una comunicación con sentido, donde los imaginarios se movilicen hacia relaciones más humanas con los otros y la realidad que compartimos.
En próximos trabajos desarrollaré más estas ideas. 
Uncategorized

La Expresión Corporal y Gestual


2 comentarios
Hay una distinción que hacer al respecto de la expresión personal a través del cuerpo: por un lado está todo lo relativo a la postura y el movimiento; por el otro lo referente al gesto, relacionado con la mímica del rostro y el uso de los brazos y manos para la comunicación presencial.
Para una expresión más libre, espontánea, creativa y efectiva, la relajación corporal es una condición indispensable. El trabajo de todo individuo que aspira a comunicarse más fluidamente y con mayor impacto, es reconocer las tensiones que existen en su organismo y minimizarlas. El objetivo es alcanzar una postura equilibrada y relajada, de apertura hacia el espacio y los interlocutores o audiencia, como punto de partida.
La postura que recomiendo generalmente es mantenerse de pie, con los pies bien colocados en el piso, los brazos a los lados, el pecho abierto, los hombros bajos, mirada al frente. Es la forma más sencilla y adecuada para iniciar un discurso, permite al orador percibir mejor todos los estímulos presentes y comunica a la audiencia neutralidad, seguridad y apertura. 

El movimiento que se genera entonces es el del desplazamiento en el espacio, los cambios de dirección del cuerpo en función de cómo están colocados quienes escuchan y la relación con los recursos de apoyo. Lo que se dice, considerado como una narración (con diversas etapas y ritmos), también incidirá en el movimiento. 
Postura, desplazamiento y movimiento emergen de la conciencia del comunicador-orador del punto que ocupa en ese espacio de contacto con otros, tanto como de la ubicación subjetiva con respecto al tema a ser abordado o presentado. Existen dos espacios que el presentador debe ocupar: su espacio interno y el externo que comparte con quienes le escuchan; hay una relación estrecha y dinámica entre ambos, ambos se afectan y se transforman continuamente.

Si existe conciencia y se perciben las sensaciones de esa relación adentro-afuera (del cuerpo, de la mente, del espacio de las emociones, del escenario, del salón de clases o conferencias), entonces se producirán tanto desplazamientos reales como gestos fluidos y en conexión con aquello que se expresa.

Ese otro conjunto de elementos de la comunicación no verbal: los gestos, aparecerán en el individuo que habla como un verdadero recurso de soporte de sus palabras. Como totalidad, la conjunción de gestos, expresión corporal y palabra producirán las imágenes necesarias para hacer llegar el mensaje a la audiencia. 
El gesto está ubicado específicamente en los brazos, manos y rostro del hablante, a ellos se dirige la atención de quien escucha, con énfasis especial en la mirada (en términos generales). Por ello en la preparación del orador o comunicador presencial se hace indispensable experimentar con las posibilidades gestuales, familiarizarse con el movimiento de esas partes del cuerpo.
Lo que se requiere especialmente es conciencia del movimiento, del gesto y del impacto que tiene tanto sobre quien habla como sobre quienes escuchan. Esta es la vía adecuada para generar un desarrollo gestual. No se trata, y sugiero evitar eso, de aprender fórmulas predeterminadas, de tachar tal gesto como inadecuado u otro como el de mejor impacto; todos estos aspectos son relativos a la personalidad del orador, la cultura de todos los involucrados en el acto de comunicación, en contexto y demás elementos de la circunstancia.

Por ello sólo entendiendo que el cuerpo (su expresión general y la gestual) es tanto el aparato perceptor primario como la vía de expresión esencial. Los ejercicios para el desarrollo de la expresión corporal y gestual que realizo están enfocados en la percepción de la presencia física del individuo y lo que el movimiento produce en él y sus interlocutores. 
Uncategorized

Julian Treasure: 5 ways to listen better | Video on TED.com


No hay comentarios
Recomendación especial:
Usa los enlaces indicados o haz click sobre la imagen para ver esta presentación que nos ofrece una visión profunda sobre el proceso de escuchar, su importancia para experimentar el mundo y para generar vínculos entre los seres humanos. Escuchar mejor puede llevarnos a vivir mejor, al encuentro con los otros y a la generación más consciente de espacios de contacto y vínculo.
Uncategorized

>Respeto por la Comunicación Presencial


No hay comentarios

>

Siempre me ha despertado mucha curiosidad aquello de que el 93% de nuestra comunicación es no verbal. Cuando se busca en distintas fuentes, el porcentaje cambia dependiendo de lo que se considere no verbal. Sospecho que al pasar del tiempo esa medida ha venido en aumento, pues los elementos que se consideran dentro de la interacción humana se hacen cada vez más complejos y de mayor profundidad a los ojos del investigador.

En el proceso de encuentro e intercambio de información entre dos o más individuos, entran en juego tantos factores que abordarlos y comprenderlos a cabalidad se hace tarea imposible: empezamos por considerar el lenguaje corporal y la postura, agregamos el timbre de voz, el ritmo en que se habla, la dirección y matiz de la mirada, la respiración; siguiendo en este proceso pronto entramos en contacto con aspectos más sutiles como las sensaciones de los interlocutores, las que tienen ellos sobre sí mismos y las que se producen el uno al otro. Todavía podemos ir más allá: las intenciones explícitas e implícitas, los temores, los pensamientos, el movimiento emocional, todo ello impacta significativamente en el desarrollo y resultado del acto de comunicación entre personas.
Así que cada vez me parece más claro que si cualquiera desea mejorar su capacidad de comunicación, entendiendo eso como aumentar la asertividad, comprender mejor a los demás, ser más claro y directo, lograr mayor influencia en otros, y cualquier otra opción que pueda plantearse, lo más importante es el proceso de conocimiento de sí mismo, vale decir, que el individuo se perciba y se comprenda en la medida posible.
Me gusta decir que no hay trucos ni tips para expresarse o comunicarse mejor. Por lo general me parece que quien adquiere esas «claves» y las usa como «trucos o atajos» para mejorar su comunicación, sólo logra un efecto provisional, pasajero y artificial. Lo más seguro es que sus audiencias se den cuenta, tarde o temprano, de lo postizo de su estilo, y sientan la distancia que se genera cada vez que esa persona particular manifiesta una idea o intenta hacer contacto.
Por ello concibo que lo más importante del proceso de comunicación es hacer contacto: con la realidad (contexto y circunstancia) y con el otro (audiencia o interlocutores). El proceso que lleva a ello es de doble atención: hacia dentro y hacia fuera. Si reconocemos que mucho de lo que pasa en la comunicación no depende de nosotros ni está bajo nuestro control (ese 93% de los elementos no verbales), entonces nos aproximaremos a ese fenómeno con más cuidado, más respeto y más profundidad.
Quienes estamos en el campo de la comunicación y la expresión no podemos prometer recetas mágicas, todos somos conscientes de que en corto tiempo sólo pueden darse nociones básicas, pero que el cambio real en la capacidad de relación con otros, de realización de una presentación oral o exposición de impacto, de establecer vínculos con quienes nos comunicamos, sólo puede desarrollarse a través de la práctica constante, sostenida, y con la tutela de una guía adecuada.
La comunicación cara a cara es un riesgo, que consiste no solamente en la relación que se establece con un otro, lo cual acarrea gran responsabilidad, sino en la relación que se establece con el sí mismo, con la estructura de personalidad, con las tensiones personales, con las creencias, los temores, las supuestas certezas, las presiones emocionales, la vanidad personal, entre muchos otros factores.
En mi consulta privada se me hace cada día más evidente esta dinámica compleja, que nos lleva, a mí y mis clientes, del trabajo sobre el miedo escénico o el deseo de mayor proyección personal, hasta el abordaje de tensiones físicas y emocionales que llevan años elaborándose, y que son precisamente las que evitan que se dé el cambio que buscan en sus interacciones con otros.
Mi llamado es a que se comprenda que el trabajo sobre expresión, oratoria, comunicación presencial, no es y no puede ser una labor de trucos o claves rápidas, sino un territorio de abordaje sobre aspectos complejos, de un hacer exigente y minucioso y para el cual hay que tener un profundo respeto por el otro.
Cada detalle que se aborda forma parte de una totalidad que se moviliza a la menor intervención. Si trabajo sobre la respiración no es únicamente para fortalecer la voz y que se active el diafragma o el abdomen; al impulsar una respiración más profunda se está abriendo una puerta hacia nuevas imágenes y emociones, e induciendo un cambio en toda la dinámica expresiva del sujeto. Es así con cada elemento de esta actividad.
El entrenamiento en expresión y comunicación presencial considera estos elementos y su óptimo desarrollo requiere tiempo y dedicación.
Uncategorized

Saber Escuchar


No hay comentarios
En las sesiones recientes con mis clientes he vuelto a un elemento básico de suma importancia: la escucha. Ha sido muy interesante para ellos y para mí recobrar la noción de que el proceso de abrir la percepción, para que nuestras interacciones sean más profundas y nuestros procesos de comunicación más efectivos, pasa primero por sensibilizar mis sentidos hacia mis emociones, sensaciones y pensamientos. 
Generalmente empiezo a darme cuenta que requiero atender mi dinámica de comunicación porque aparece alguna reacción imprevista en mis interacciones habituales: un sobresalto inesperado, una nueva forma de miedo escénico hasta ese momento no experimentado, impaciencia frente a alguna actividad, cambios en la voz o en la respiración, entre otros. Puede comenzar como algo sutil, o como una reacción fuerte frente a alguna nueva situación que se presente, pero lo cierto es que constituye una señal que indica una zona de riesgo, dicho de otro modo, un espacio de expansión de la expresión. 
Es común que frente a esas manifestaciones nuestra tendencia inicial sea a enfrentarlas para eliminarlas lo antes posible: «no puedo titubear en una entrevista», «no me puede faltar el aire en una presentación», «no puedo olvidar un punto esencial cuando estoy presentando información»; pero lo que les sugiero es que pongan atención a esa expresión inesperada, reconozcan dónde se encuentra y de qué manera se presenta, para convertirla en un aliado.
Ese es el primer proceso: el de escucharme, tomar conciencia y registrar los movimientos de mis pensamientos, sensaciones y emociones. A partir de allí, puedo avanzar hacia una segunda fase: abrir mi percepción a todo lo que me rodea, especialmente hacia mis interlocutores. Entonces mi percepción se hace más sutil y profunda, ofreciéndome información suficiente para adaptarme constantemente a condiciones cambiantes, para hacer llegar mejor la información que estoy transmitiendo.
El camino que suelo recorrer junto a mis clientes para ellos inicia en la respiración, el repaso sobre las sensaciones corporales, la revisión de las ideas que suele manifestar, la valoración de sus expresiones en función de los objetivos que deseo alcanzar, el contacto con la dimensión emocional de los procesos de comunicación o intervenciones frente a audiencias; el paso final está constituido por la integración de estos elementos en la dinámica expresiva. 
Cada vez queda más claro aquello de que el mejor comunicador es aquel que sabe escuchar. 
Uncategorized

Introducción al Psicodrama


No hay comentarios

Podemos referirnos al psicodrama como una técnica de trabajo grupal, que utiliza la acción escénica para el desarrollo de la espontaneidad y la creatividad en los individuos. Ello se traduce en mayor conciencia de las propias posibilidades expresivas y de acción ante cualquier situación, y un aumento de la flexibilidad y la capacidad de adaptación frente al contexto cambiante. 
“El psicodrama, creado por el doctor Jacobo L. Moreno, es una modalidad educativa práctica; es además una forma de promover, encauzar y desarrollar el crecimiento personal. Finalmente, es un método terapéutico aplicable a niños, jóvenes y adultos”[1].
Entre las ideas más relevantes planteadas por J. L. Moreno encontramos el papel que juega la espontaneidad y la creatividad en el desarrollo del individuo y de las sociedades. Nociones esenciales para la comprensión del Psicodrama son: Rol, Tele, Espontaneidad y Catarsis. En cuanto a su práctica las etapas de realización: caldeamiento, acción y compartir; así como sus agentes: Director, Protagonista, Yo Auxiliares y Audiencia.
Lo que se investiga y desarrolla a través del psicodrama es la espontaneidad de los individuos, vale decir, la capacidad de generar respuestas nuevas ante cualquier situación, ya sea esta inesperada o habitual. La espontaneidad está vinculada a la flexibilidad, la adaptabilidad, y por supuesto la creatividad. Todas estas funciones del ser humano (tal y como las entendió Moreno) son fundamentales para la vida en la actualidad.
“Se investiga, a través del psicodrama, el elemento psicomotriz y el significado creador del encuentro”[2].
Creatividad y espontaneidad emergen del interior del individuo, y se ponen en práctica en la relación con los otros. Esta relación produce una doble dinámica: la de los elementos internos del sujeto y la de aquellos que se ponen en juego en cualquier relación. Así, concebido integralmente, el acto espontáneo y la acción creativa son aspectos de la dinámica interna individual, y del movimiento que se genera hacia el exterior. En ello se involucra psique y cuerpo.
El ser humano está en movimiento constante, creando y re-creando su propia existencia y el mundo en el cual se desenvuelve. Los elementos reales (objetos, espacios, personas) con los cuáles se relaciona, poseen una carga simbólica, que debe ser procesada y actualizada constantemente. Esto es lo que de distinto modo se realiza, concentrando la acción, tanto en la escena teatral como en la escena psicodramática.
“… Todas las cosas que damos por sentadas y que permanecen inconscientes tenían que ser reconstruidas pero reducidas a su elemento verdaderamente simbólico”[3].  
Esta reconstrucción se hace necesaria para el despertar consciente de la humanidad, en el proceso de enfrentamiento de nuestros mayores desafíos: la violencia, las guerras, el calentamiento global y deterioro ambiental, los abusos de poder, los movimientos migratorios y el desarraigo consecuente, etc. Todas estas realidades escapan a nuestra comprensión racional, ponen en entredicho el estilo de vida que hemos generado e imposibilitan el alcance de la tan ansiada paz general y el desarrollo de la humanidad.
De modo que estamos, a inicios del siglo XXI, en una fuerte encrucijada y frente a gran incertidumbre, por ello la necesidad de re-elaborar, re-construir, re-crear, y así acercarnos a una comprensión no solamente más profunda sino también integral de nuestras naturaleza y circunstancia.
El trabajo escénico, el teatro y el psicodrama, son vías constituidas para la reinvención del ser humano, para su actualización simbólica. J.L. Moreno plantea que el trabajo para desarrollar y expandir la espontaneidad y concretar actos creativos en nuestra cotidianidad se hace indispensable. Se trata de darle al hombre medios concretos para impulsarle a soñar, inventar y actuar en consecuencia, incidir entonces en su realidad.
Desde la perspectiva del psicodrama, espontaneidad aparece cuando “el hombre se ve en la necesidad de responder con cierta adecuación a una nueva situación, o de una manera en cierta medida novedosa a una situación conocida”[4]. En este sentido se trata de una revolución en los procesos de aprendizaje, una transformación en los ámbitos tanto de la educación formal como del desarrollo humano.
“No tenemos idea de lo que va a suceder en términos de futuro, ni idea de cómo eso va a llevarse a cabo. Tengo un gran interés en la educación, creo que todos tenemos un gran interés en la educación, en parte porque la educación nos lleva a un futuro que no podemos entender. Si piensan en esto, los niños que empiezan la escuela este año (2006) se jubilarán en 2065. Nadie tiene una pista de cómo se verá el mundo en 5 años. Y, sin embargo se supone que estamos educándolos para ello. Por lo tanto, la incertidumbre, en mi opinión, es extraordinaria”.[5]
Así el psicodrama se entiende también como un método para flexibilizar las respuestas y generar nuevas experiencias en el individuo, producir la emergencia de aquello que de cierto modo no está listo para su manifestación. Se contacta y fortalece así un tipo de inteligencia que opera en el momento presente para abordar la incertidumbre, esa es la espontaneidad, la capacidad creativa. Por otro lado, todo ello se aborda integrando palabra, movimiento, voz, interacción entre individuos, danza, canto; toda manifestación es posible y es incluida en el proceso dinámico de crear en escena.
En el escenario psicodramático se movilizan los individuos y los roles que en ellos coexisten (psicosomáticos, psicodramáticos y sociales), sus visiones e interpretaciones de la realidad, los temas que emergen entre lo consciente y lo inconsciente compartido: las imágenes, los recuerdos, las emociones. Todo ello es material escénico. La dimensión del individuo, del yo que opera en el espacio del psicodrama, nos obliga a hacer una primera distinción, la que hace el propio Moreno entre la “persona privada” y el “rol”.
“El rol puede ser definido como una persona imaginaria creada por un dramaturgo; ese rol imaginario que no ha existido nunca (…) Puede ser un modelo de la existencia, o una imitación de ella. (…) Se puede definir también al rol como una parte o un personaje que representa un actor. (…)Como un carácter o función asumidos dentro de la realidad social. (…)Como las formas reales y tangibles que toma la persona”[6].
Las distintas dimensiones del rol (persona imaginaria, modelo de existencia, personaje, carácter o función dentro de la realidad social, forma tangible que toma la persona) son un conjunto de aspectos y manifestaciones que constituyen la persona tal y como la percibimos en sus interacciones, y van constituyendo un todo orgánico con cierto grado de coherencia: lo que conocemos como el yo.
Desde la perspectiva del psicodrama, el desempeño de roles antecede al surgimiento de yo, al punto de que dentro de nosotros existen aspectos no resueltos que no hemos podido integrar de manera adecuada. Una vía para su integración es el jugar roles no habituales, o practicar aquello que generalmente no hacemos para poder contactar esos aspectos que han estado marginados dentro de nosotros.
El individuo, ese yo que opera en la interacción con otros, se ha ido conformando a través del conjunto de roles que ha jugado y juega en cada situación, encuentro y desencuentro de su existencia. El yo conecta o consteliza el conjunto de roles en juego, constituye una matriz de identidad donde los sentidos y experiencias de la vida se depositan y se mantienen en movimiento. La dinámica interna se ha visto afectada e incluso constituida de una forma particular de acuerdo a como esos roles fueron expresados y movilizados en los niveles físico, emocional y mental.
El yo contiene y a la vez es contenido por los distintos roles que un individuo ha jugado a lo largo de su vida: en su niñez, juventud y vida adulta. Como capas, las distintas experiencias tenidas a través del tiempo, perfilan un modo específico de jugar determinados roles: el compañero de trabajo que siempre se comporta como un hermano mayor, el jefe que parece ser un padre para su equipo, la madre que en su casa se maneja como maestra de escuela o profesora, el padre que sigue siendo jefe de regimiento en su casa tal y como lo es en su trabajo, etc.
El riesgo de esta dinámica está en la posibilidad de que el yo se vuelva rígido en el rol o roles que ejerce, vale decir, se identifique completamente con éste y se cristalice una forma específica de manifestarlo o ejercerlo. Esto puede generar pérdida del sentido, desconexión, automatización, despersonalización, lo cual por supuesto afecta las relaciones y la calidad de vida del individuo.
Este fenómeno de la “cristalización” se da también en la cultura, afectando de igual manera a una sociedad entera que no es capaz de encontrar nuevas respuestas a los desafíos o problemas que enfrenta. La repetición constante de un patrón inadecuado que se convierte en sistema instaurado, coarta la libertad y espontaneidad de las personas que en él conviven y reduce al mínimo las posibilidades creativas de ese colectivo.
El ejercicio o juego de roles es ya un amplio campo de exploración, en función de que las personas comprendan el modo en que están expresándose y afectando a otros en sus vidas, así como determinando la fijación de patrones en su realidad, disminuyendo su libertad: su capacidad creativa (espontánea) de interpretar y fluir con los aspectos de su subjetividad.
En la práctica del psicodrama todos estos elementos se hacen presentes, en la búsqueda de la conexión integral (mental, física y emocional) de todos los aspectos que están en escena. El escenario psicodramático constituye una expresión de la psique de los sujetos que en él se desenvuelven, y allí ocurre un movimiento particular que en cierto momento del desarrollo de las escenas permite la experimentación de una catarsis, esto es, el surgimiento del sentimiento de conexión (compasión) entre los presentes, donde se da el chispazo que indica un profundo movimiento interno.
Así como en el antiguo Teatro Griego la catarsis se da en el espectador, y en la Tragedia se define como ese sentimiento de temor y piedad, donde la audiencia vive con el protagonista (el héroe, el que agoniza) sus vicisitudes, por efecto de lo cual contiene sus propios excesos; en el psicodrama se produce un efecto análogo sobre en el escenario, primero en el protagonista del psicodrama y los otros sujetos en escena, luego en la audiencia que resuena con los contenidos emergentes en la acción.
Todo lo descrito hasta aquí, como esencia, propósito y aspectos fundamentales del psicodrama y su concepción del individuo, en la práctica se desarrolla en tres etapas específicas: 1) el caldeamiento, momento en el cual se prepara al grupo para la acción dramática a través de alguna conversación, una dinámica de movimiento por el espacio, lectura de algún texto, entre otras; 2) la acción específica que se inicia cuando del caldeamiento surge un protagonista, uno de los individuos del grupo emerge con un grado de movilización tal que funge como eje en la creación de una escena, que puede aparecer de su propia experiencia particular, de su imaginación o de aquello que se movilizó en su interior durante el caldeamiento; y 3) el compartir, que se da a través de un diálogo con todos los miembros del grupo en torno al psicodrama desarrollado (conjunto de escenas realizadas espontáneamente), haciendo énfasis en aquello que les resonó y evitando aleccionar, aconsejar o interpretar.
Estas tres etapas son conducidas por un Director, que estará guiando la sesión entera y determinará el ritmo y la forma en que se desarrollarán las escenas generadas por el Protagonista. Los Yo Auxiliares serán los individuos que desde la Audiencia pasarán al escenario, llamados por el Protagonista y asumiendo los roles pertinentes a la acción en desarrollo: los presentes en la situación (interacciones, imágenes) que el Protagonista recordó y ha reproducido (sus padres y hermanos, sus amigos en ese viaje de vacaciones, sus pares en la oficina), o aspectos internos del mismo (sus miedos, su rabia, su dolor de estómago, su nudo en la garganta) que cobran vida a través de los cuerpos y voces de los Yo Auxiliares. 
Es importante agregar que en el Psicodrama la Audiencia tiene un papel activo, en primer lugar porque como espectadores todos los presentes están siendo representados por el protagonista emergente; en segundo término porque en cualquier momento quienes la integran podrán pasar a escena llamados por el Protagonista o el Director para ejercer un rol particular, de modo que estarán en capacidad de darle continuidad a la situación en desarrollo por su conexión con ella; por último porque la Audiencia puede asumir como conjunto de individuos roles importantes: la multitud que grita en un concierto, la sociedad como conjunto de voces anónimas que le dicen al individuo qué hacer, la gente de la calle que grita cosas ante una situación determinada, etc.
En realidad hay muchas formas en que la Audiencia puede activarse en el desarrollo de un psicodrama, así como infinitas posibilidades de juego escénico en el proceso creativo espontáneo propio de esta dinámica. Lo más importante en este sentido es que todos los presentes en un psicodrama experimentan una conexión subjetiva que generalmente no es consciente, y que sin embargo permite el desarrollo espontáneo (pertinente, adecuado y concreto) de la escena. Así el Protagonista encuentra a los Yo Auxiliares perfectos para ejercer los roles dentro de su familia, o la audiencia reacciona espontáneamente ante una situación justo de la manera necesaria y en el momento indicado, aunque no disponga de mayor información o les conozca directamente. J.L.Moreno llamó a esta conexión “Tele”.
A través de estos elementos se llevan a la acción dramática, en una sesión típica de psicodrama, situaciones (externas o internas) vividas por el individuo, y se impulsa o surgen distintas formas de experimentar eso que ha traído presente. Entra en diálogo con aspectos desconocidos de sí mismos, reacciona de forma diferente a una situación de su realidad ya conocida, adapta respuesta ante nuevas circunstancias. En pocas palabras, practica un rol distinto, rompe con las cristalizaciones presentes, se sumerge en su experiencia subjetiva a través de esa acción dramática y emerge de ella con una nueva perspectiva. Se ha tocado la posibilidad creativa en su actuación.
De esta manera hemos explicado lo básico del Psicodrama, como teoría que plantea un modo de comprender al ser humano y la conformación del yo, y como práctica de intervención para el impulso a la espontaneidad y a la creatividad.

[1] RAMÍREZ, José Agustín. Psicodrama Teoría y Práctica. Desclée de Brouwer. España, 1997.
[2]MORENO, Jacobo Levi. Psicodrama. Editorial Paidos. Buenos Aires, 1972.
[3]Ibidem.
[4]Ibidem.
[5] ROBINSON, Sir Ken. Do School Kill Creativity? TED Conference. California, EUA, 2006. Tomado de video de su presentación en http://video.google.com/videoplay?docid=-9133846744370459335&hl=es
[6]MORENO, J.L. OpCit.
Uncategorized

Teatro Espontáneo


2 comentarios
En mi trabajo sobre la comunicación presencial y la expresión, he encontrado que las técnicas del teatro espontáneo y el psicodrama son de mucha utilidad y tienen impacto en el proceso de apertura y expansión, por ello les invito a leer esta seria de trabajos. El documento completo, del cual vienen esta serie de escritos, se obtiene haciendo click sobre su título, que es este: Apuntes sobre Teatro Espontáneo y Psicodrama. También puedes leer todos los trabajos de este blog sobre Psicodrama.

El teatro espontáneo es un proceso de creación colectiva, originado en Viena en la década de los 20, de la mano de J. L. Moreno, con el propósito de revitalizar la creatividad y fortalecer las relaciones y roles sociales. Consiste en la escenificación de situaciones que surgen espontáneamente, sin preparación previa; no hay dramaturgo ni actores en el sentido tradicional; todos los participantes cumplen con estos roles siendo a la vez dramaturgos, intérpretes escénicos y narradores.

“Consiste, básicamente, en la narración de historias a cargo de las personas que asisten a la función. Las historias son representadas, en el mismo momento, por un grupo de actores entrenados, incluyendo la improvisación, la música y la danza. Esos lugares luego pueden ser ocupados por miembros de la audiencia que quieran actuar las historias narradas”. (Garavelli, 2003)

Un grupo de personas se encuentra en un espacio cualquiera, para compartir y representar sus propias historias. Una primera mirada sobre el Teatro Espontáneo nos permite percibirlo como un ritual, donde la improvisación es su característica esencial, para poder generar una experiencia vital y orgánica. Los participantes se relacionan a través de la palabra hablada, el movimiento corporal, los sonidos y la música, para recrear historias compartidas en su íntima subjetividad.

En el Teatro Espontáneo existen técnicas concretas, normas de funcionamiento y un marco conceptual relativo a la condición del ser humano y al trabajo grupal, que tienen como propósito recuperar nuestras historias.

“Su objetivo es el de recuperar al sujeto protagonista de su historia, crear un posicionamiento crítico frente a modelos impuestos, recuperar el lazo social perdido, crear un espacio de resistencia cultural mediante la pertenencia a un conjunto creativo”. (Argurete, 2009)

La premisa detrás de la práctica del teatro espontáneo es la necesidad de recuperar la memoria humana en los niveles individual, grupal y social, considerando que la evolución de los medios masivos de difusión de información y los avances tecnológicos han producido una dislocación en las imágenes y registros colectivos, así como los desplazamientos sociales, las migraciones, los conflictos multinacionales han tenido impacto negativo profundo en el sentido de pertenencia, los valores culturales y el desarrollo humano.

Se ha convertido en un desafío para nosotros, hombres y mujeres de este tiempo, darle sentido a nuestras particulares experiencias. Estamos constantemente inundados por imágenes prefabricadas e inconexas que nos intoxican con fantasías irrealizables. Estereotipos, ideas distorsionadas en torno al éxito o al fracaso, se constituyen en afectadas e hipertrofiadas aproximaciones a la realidad.

El Teatro de la Espontaneidad puede constituir espacios para recuperar la experiencia de creación, en un acto colectivo que fortalece los vínculos entre los participantes y de estos con su propia experiencia y particulares visiones.

“Su objetivo último es la creación de un hecho estético, un acto de resistencia a la cultura impuesta, una provocación a una existencia conformista, un intento terapéutico de lo colectivo, una incursión por nuestra improvisación creativa, el placer infinito de escuchar historias al uso de nuestra infancia, cuando nos ayudaban a dormir conjurando todos los miedos”. (Argurete, 2009)

Desde su creación, la técnica del Teatro Espontáneo tiene como uno de sus propósitos recobrar la vigencia del trabajo escénico como vía de relación dinámica entre los seres humanos, como forma de reconexión entre aquello vital a la experiencia subjetiva (imágenes, sueños, deseos, temores, impulsos) y los factores socioculturales, históricos, elementos colectivos que afectan y son a su vez afectados por los hombres en su individualidad.

Según lo relata su creador J.L.Moreno, el Teatro Espontáneo “se convirtió en un lugar de reunión de los descontentos y los rebeldes, la cuna de la revolución creadora entre 1922 y 1925”. Y de allí, de esos años de experimentación y práctica, surgen las bases del trabajo con la improvisación escénica, la espontaneidad, vinculadas a técnicas dramáticas para el aprendizaje de roles, así como la psicoterapia de grupo y la terapéutica de representaciones espontáneas.

Actualmente, una sesión de teatro espontáneo posee una estructura concreta para su realización. La característica esencial sigue siendo la misma como punto de partida: no hay libreto o texto preconcebido; la compañía de actores y actrices han trabajado previamente improvisando distintos roles, los músicos ensayan tonalidades diversas para mejorar su nivel de acoplamiento, el director guía las improvisaciones.

El público es el portador de las historias que serán representadas. Uno de sus integrantes, voluntariamente, comparte una historia con todos los que allí se han congregado, permite el acceso a un relato de su memoria personal. Casi simultáneamente, la acción escénica comienza a desarrollarse, combinando la presencia de intérpretes de la compañía teatral con aquellos de la audiencia que han decidido pasar al espacio y apoyar la representación. Los músicos generan la ambientación adecuada para cada escena, y progresivamente la historia cobra vida propia, a veces yendo más lejos, mostrando detalles que el narrador no había comentado, revelando nuevas alternativas de acción, revitalizando cada acto al conectar pasado y presente vivo.

La propuesta de los Teatros de la Memoria, desarrollada en Argentina por el Dr. Gustavo J. Aruguete , es una referencia de la vigencia que en nuestros tiempos tiene este tipo de prácticas. La iniciativa del llamado Teatro de la Memoria, que sigue siendo una manifestación del teatro espontáneo, responde al aislamiento que vive el individuo en la ciudad contemporánea, con un debilitamiento evidente de los lazos sociales y de la solidaridad, dificultades para reconocerse en su coetáneo y mucho menos de afirmarse en una individualidad vinculante y dinámica.

Frente a un sujeto y un colectivo sin historia, que ha entrado en un movimiento frenético de inmediatez y superficialidad, se coloca la práctica de este tipo de teatro como una alternativa que recupera el valor del diálogo y la creatividad humanas, que promueve la reelaboración de lo intersubjetivo como posibilidad generadora de alternativas ante los desafíos del presente.

El Teatro Espontáneo permite “reconstruir el pasado y dar significados al presente” , juego de creación que consiente volver a mirar desde distintos lugares la realidad, renovando así la facultad que el individuo tiene de darle algún sentido o significado.

Una típica sesión de Teatro de la Espontaneidad se desarrolla así:

1. Presentación a la audiencia del método de trabajo creativo que se realizará, así como los roles relativos al mismo: audiencia, actores, director, etc.
2. Realización de juegos dramáticos a modo de caldeamiento o preparación para el trabajo posterior.
3. Narración de relatos por parte de la audiencia, selección de algunos sucesos a ser representados.
4. Desarrollo escénico del o los relatos seleccionados, transformados ahora en dramaturgia, con la participación de personas del público y otros actores de la compañía.
5. Combinación de escenas reales con otras provenientes de las fantasías de los presentes, acontecimientos simbólicos, nuevos personajes que no necesariamente estaban en los relatos originales. Multiplicación dramática de imágenes que facilitan la interconexión de aspectos de las historias que ya se han manifestado.
6. Diálogo de todos los presentes, con respecto a la experiencia compartida y las resonancias que en su mundo subjetivo han tenido.

Como ha podido notarse, el Teatro de la Espontaneidad, siendo la base del trabajo de J.L.Moreno, nos ofrece un instrumental de trabajo creativo y escénico, además de una amplia perspectiva sobre el rol del sujeto y del grupo en la dinámica de recuperación su historia e identidad, y en la generación de respuestas ante los retos de nuestro tiempo.