El asunto de definir, descubrir o encontrar un propósito u objetivo mayor para impulsar nuestras habilidades de comunicación, no es algo menor o tangencial, por el contrario se trata de un elemento esencial, el núcleo mismo del acto de comunicación.
Enfocados en la técnica, en los avances tecnológicos, en las inmensas posibilidades que ofrece el aprendizaje en el manejo del discurso y la comunicación no verbal, nos hemos olvidado de lo esencial: la razón por la cual nos comunicamos. Al pasar del tiempo la motivación de la supervivencia ha ido quedando atrás, de modo que en la actualidad podemos interactuar en una ausencia total de sentido, sin requerir mayor cooperación, incluso en ausencia de cualquier interlocutor porque podemos mirarnos a través del espejo que son las redes sociales, en un juego narcisista que tiende a eternizarse.
Sin propósito no hay intención consciente, sin lo cual el encuentro humano se vacía de sentido, se hace vacuo e inútil, cayendo los significados en el territorio de multiplicidad de interpretaciones: sin fondo, la forma no se sostiene y puede mutar para complacer las más diversas visiones en su afán de vender y aumentar el número de seguidores y “likes”.
Pero si queremos mejorar nuestra capacidad expresiva, si deseamos aumentar el impacto de nuestros actos de comunicación, aumentar los niveles de cooperación en los ámbitos personal y profesional, es necesario emprender un nuevo recorrido cuyo elemento central es la conexión con un propósito mayor, a partir de lo cual es posible una mejor conexión con la propia identidad y la dirección que toman nuestras interacciones.
El proceso pasa por al menos estos tres elementos:
(1) Dar sentido: incluso si no se logra una respuesta concreta y definitiva, el ejercicio de plantearse preguntas al respecto de manera constante es fundamental. ¿Por qué estamos aquí, en esta vida y circunstancia, en este territorio y con estas personas? ¿Qué hemos venido a hacer o aportar? ¿Cuál es la visión que tenemos hoy de nuestra existencia?
(2) Identificar el rol: ¿Cómo se manifiestan las ideas que tenemos sobre el papel que tenemos en el entorno donde nos desenvolvemos? Visualizar el lugar que ocupamos y el aporte que hacemos en ese ámbito. Como padres, hermanos, hijos; como trabajadores, empleados, obreros, responsables de atención al cliente, gerentes, directivos consultores.
(3) Conectar la propia expresión: A partir de los elementos anteriores podremos comprender mejor el camino para el desarrollo de una técnica. El trabajo sobre la voz, sobre la intención, el ritmo, la estructuración del discurso, entre muchos otros elementos, cobra su real espacio de relevancia cuando existe una inquietud base, un sentido de lo que hacemos y las razones que nos movilizan a comunicarnos para alcanzar mejores niveles de cooperación.
Estamos excesivamente ocupados en los efectos, en los resultados en términos de un éxito momentáneo y superficial. Parece que olvidamos que toda técnica requiere una ética que la sostenga y le permita desarrollarse. En el tiempo de la fama transitoria que permiten los medios y las redes sociales, nos enfocamos únicamente en “demostrar” facultades que no se sostienen en verdaderos resultados, la efectividad se vuelve así un engaño del cual todos somos cómplices.
Al pensar en la dinámica de la comunicación en los ámbitos de la vida privada y pública, en los niveles de credibilidad de las instituciones del Estado, en el papel de la publicidad en la configuración de nuestra percepción del mundo, nos percatamos de la importancia que tiene el desarrollo de este tipo de reflexión en individuos, grupos y comunidades.
Comunicarnos mejor pasa por trascender la inmediatez del aplauso para buscar la perdurabilidad de una visión compartida, la creación de una ruta sólida para fortalecer capital social. Todos somos líderes en nuestro ámbito y podemos ejercer influencia en este camino.