Recientemente participé de una entrevista para la sección de expertos, que cuenta con el patrocinio de Florida State University, y se realizada dentro del programa Zona VIP Radio, que puede escucharse todos los sábados por Radio Panamá. En este espacio tuve la oportunidad de hablar sobre algunos aspectos que considero centrales en cualquier proceso de comunicación.
Siempre que me sea posible insistiré en que lo más importante es reconocer que nos comunicamos a partir de nuestros valores, que la honestidad es la mejor forma de lograr impacto en otros y que nuestro propósito es la guía fundamental para la elaboración de nuestros mensajes, llegando también a influir significativamente en los elementos no verbales de nuestra expresión.
Esto implica que la máxima de “conócete a ti mismo” tiene absoluta vigencia, todavía más en la actualidad, y la vía para este conocimiento es la escucha activa, la apertura hacia la percepción de los estímulos que se producen en la interacción con otros, así como de la forma en que los procesamos internamente.
El desafío es grande porque en la actualidad convivimos en ambientes llenos de ruido, en lo cuales se nos impulsa a aparentar y se nos enseña que en los procesos de comunicación profesionales, sobre todo si se trata de negociaciones o interacciones difíciles, no deben hacerse presentes las emociones.
Pero lo cierto es que lo emocional es la vía por excelencia de las conexiones humanas, la puerta de entrada para un reconocimiento del otro y una interacción confiable. En ciertos ámbitos hemos relegado hacia el olvido las emociones en tal medida, que no sabemos reconocerlas o utilizar su energía cuando aparecen; solemos creer, de forma errada, que las emociones siempre son erráticas y emergen descolocadas, pero esto ocurre solamente porque hemos perdido la capacidad de percibirlas en sus dimensiones más sutiles y de conectarlas cuando su movimiento es suave y ofrece soporte a nuestra expresión.
Se trata de un proceso de alineación de las dimensiones activas en nuestros procesos de comunicación: nuestros valores, nuestra intención o propósito, nuestras emociones, todo lo cual afecta y dirige nuestra corporalidad (gestos, mímica del rostro), incluyendo los elementos no verbales más sutiles (tono y matices de la voz, ritmo e intención de la mirada). Lo más eficiente entonces no es tratar de estudiarlos por separado, intentando un control sobre cada elemento de forma autónoma, sino reconocerlos y experimentarlos en su conjunto sobre la práctica y el desarrollo de escenas reales de interacción con otros.
Este proceso de aprendizaje real, que va de adentro (valores, propósito, intención) hacia fuera (mensajes clave, elementos de comunicación no verbal, conexión emocional, sensaciones), permite que nuestras capacidades expresivas se desarrollen y se multipliquen las posibilidades de avance y aprendizaje en cualquier contexto y circunstancia.
Nos falta mucho por reflexionar y aprender, pero desde mi punto de vista este es un excelente camino para recuperar el sentido humano y honesto de los procesos de comunicación humana.