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Coaching

El Presente


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Seguimos esta serie referida a las 9 maestrías del Coaching, planteadas y promovidas por la International Association of Coaching, revisadas de una forma vivencial y privilegiando el movimiento emocional e imaginativo al trabajar con cada una de ellas. Siguiendo el método planteado me dediqué durante una semana a experimentar mantenerme procesando todo en el presente. Es curioso que me percibí haciendo un esfuerzo por lograr esta propuesta, pues me pregunto dónde más podemos estar si no es en nuestro presente.

Recordemos que venía del proceso de escuchar con compromiso y que antes de ello habíamos estado percibiendo potencialidades sobre la base de la confianza. Mi vivencia ha sido que solamente al conectar con el momento presente todo lo anterior cobra su verdadero sentido. El ahora permite aceptar el devenir constante de nuestra experiencia subjetiva, la actualización indetenible de nuestras percepciones. Desde mi perspectiva se trata de cierta renuncia al «pretender», al «creer ser» y al «aspirar».

A veces se concibe el presente como el momento en el cual estamos construyendo el mañana, pero lo que he estado sintiendo está lejos de la idea de edificar, actuar para avanzar hacia algo (una visión que hemos creado). Me parece que podría tratarse de algo muy diferente, y me atrevo a decir que estar en el momento presente y procesar desde ese espacio-tiempo toda la información y estímulos, no consiste en otra cosa que escuchar-nos sin expectativas.

Esta constituye una fase en la cual involucramos todos nuestros recursos perceptivos y el amplio instrumental que tenemos para reconocer nuestras transformaciones interiores. Especialmente se manifiestan las intuiciones, las emociones, las movilizaciones de creencias sostenidas artificialmente, en un movimiento casi instantáneo que nos sacude desde adentro.

Sorprendentemente estar en el presente nos habilita para viajar en el tiempo y renovar la experiencia subjetiva relacionada con nuestros apegos pasados y futuros. Lo que se nos exige al trabajar en el ahora es abrazar la incertidumbre, que contiene posibilidades múltiples, para que pueda emerger lo nuevo a través de la tensión creciente que produce soltar los paradigmas antiguos y aceptar que no estamos en control del futuro. Cualquier otro procesamiento se quedaría en la superficie y fortalecería la distancia existente entre nuestra conciencia y la autenticidad que nos habita.

En este sentido es esta una exigencia inmensa, que requiere un acto de mucho valor, porque demanda abandonar la idea de «lo que creo que fui y lo que creo que seré», para asumir un estado de no saber, de fluidez con aquello que emerge de forma espontánea a través de nuestra presencia. En un nivel profundo, se experimenta una especie de reconciliación radical con todo lo que fue y lo que será, dado que hay un movimiento intuitivo y creativo que otorga sentido a la experiencia personal.

Todavía diré una cosa más sobre mi experiencia procesando en el presente: lo importante no es el destino, el objetivo o la meta; tampoco el camino recorrido; lo más relevante es la innovadora vivencia de aquello que se va actualizando minuto a minuto, la chispa que se mantiene encendida creando y recreando nuestras posibilidades. Ese flujo indetenible es lo que realmente estamos buscando recuperar, lo demás es ruido fútil sin consecuencia.

Ello también nos permite vincularnos de forma más completa a vivencias compartidas, a la presencia de la naturaleza, de los seres vivos y al devenir del planeta, pues en la medida en que somos más conscientes de nuestra individualidad también lo somos del colectivo. Somos presencia y movimiento constante para la regeneración de todo lo que existe.

¿De qué forma esto se manifiesta en nuestra vida cotidiana? Sobre todo a través del silencio y un profundo sentido de compasión, una flexibilidad radical y adaptación constante a eso que nos saca del camino que creímos era el nuestro. Dicho de otro modo, es en el presente cuando se manifiestan las potencialidades, pero no de la forma en que creemos debe ser (relacionadas con el éxito o la realización de nuestros sueños), sino de la manera en que es (verdaderamente). El fracaso tiene un papel fundamental aquí, porque asienta nuestro ser en una dimensión genuina.

Lo que no deja de sorprenderme es que esto nos lleva al movimiento constante, a la conexión con el profundo sentido de nuestra existencia personal, al sentido de nuestros actos en función de lo que necesitamos y el encuentro con otros, a la realización constante de eso que hemos venido a aportar al mundo.

Coaching

Escuchar con compromiso


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En este viaje de conexión y exploración por las Maestrías de la International Association of Coaching (IAC), hemos seguido un método sencillo: nos enfocamos en experimentar cada noción durante un período de 7 a 10 días, para percibir lo que emerge de ese enfoque.

Trabajé recientemente con la tercera maestría: escuchar con compromiso. La vivencia que he tenido ha sido sencilla y profunda, la de estar presente y mantenerme percibiendo los estímulos que provienen tanto del entorno como del mundo interior, sin responder a ello inicialmente, solamente recibiendo información.

Sumado al proceso que traía de percibir posibilidades, el flujo de mi atención se transformó hacia algo más concreto que, sin embargo, no dejó de multiplicarse continuamente. Desde mi experiencia subjetiva podría decir que percibir potencialidades me lleva al mundo de lo sutil, a la fuerza y multiplicidad de todas las posibilidades; mientras que escuchar con compromiso me traslada al devenir de todos los sonidos, movimientos, sensaciones y emociones que van generándose momento a momento.

Dentro de este recorrido tiene mucho sentido entonces la interconexión entre afirmar-expandir el potencial y la escucha comprometida. Este último acto es indispensable para poder dar forma a todo lo que es posible, para elegir, si cabe esa palabra, la potencialidad que se va a desarrollar o a seguir.

Pero la dinámica debe llevar, naturalmente, a procesar en el presente (que es la cuarta Maestría), para darle todavía un contexto más sólido a la dinámica en evolución. Sobre ello ahondaré en la siguiente entrega.

Por lo pronto, quiero quedarme conectado con la escucha, que me exigió suspender cualquier argumento o juicio interno, para poder abrir progresivamente mi percepción a lo que es, a lo que voy recibiendo en ese ámbito limítrofe que es la atención dirigida. En este ejercicio se hace claro que lo que hay adentro y lo que hay afuera está interconectado, en una interacción constante de la cual emergen o en la cual se reflejan las experiencias.

De pronto cada cosa, fenómeno, presencia, incluso las más sutiles, comenzaron a manifestarse con mayor claridad. Los flujos de las relaciones, de los momentos a lo largo del día, cobraron nuevos sentidos y me sentí, curiosamente, más partícipe y co-creador de mi propia experiencia cotidiana.

Con la escucha se abren nuevas dimensiones. Hay una cualidad especial allí, una especie de espera atenta, de la cual emergen otras capacidades, quizás insospechadas. Quizás esto ocurre porque al escuchar necesito dejar de hablar o de prepara mis respuestas, lo que me coloca en una posición vulnerable y de apertura; ello me obliga a conectar con otros recursos y a desarrollar habilidades que había dejado a un lado.

En ese proceso hay un elemento adicional que se ha hecho radicalmente importante: la escucha comprometida me permite ingresar y sumergirme en la perspectiva del otro. Ese otro que no soy yo, que tiene sus particulares perspectivas y vivencias, se abre a través de mi silencio y yo puedo asumir su posición y comprenderle. Se trata de un acto de compasión y conexión profunda en la cual puedo ser aquel que está delante de mí sin dejar de ser yo.

Entiendo que este es el acto transformador del comunicarnos, de donde provienen las posibilidades de cambio del coaching. La escucha ancla las posibilidades en el ámbito intermedio entre el uno y el otro, para que ellas emerjan con su propia fuerza; para ello, el silencio que existe en la escucha debe ser sostenido significativamente, operación a la cual no estamos habituados.

Encontré en el ejercicio una espera y un ritmo más pausado, que no me empuja a buscar soluciones a determinada situación, o a resolver de inmediato una tensión reconocida. Por el contrario, la escucha comprometida me lleva a conectarme más profundamente, percibir con todos mis instrumentos, reconocer la situación en toda su extensión. Sólo así se produce una conexión genuina de la cual la acción resultante será inevitable.

Refinar la escucha, fortalecerla, requiere de valor y paciencia, de fuerza interna y disciplina, para permitir el reconocimiento de otros recursos que aguardan más hondo dentro de nosotros y en las situaciones que atravesamos.

Coaching

Percibir potencialidades


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Luego de haber reflexionado sobre el elemento de la confianza, dentro y fuera del ámbito de los procesos de acompañamiento, apoyo y coaching, me conecto ahora con la segunda maestría de la International Association of Coaching: Percibir, afirmar y expandir el potencial.

Aunque específicamente referido a la práctica del coaching en conexión con lo que está presente en el cliente, también abarca el contexto, las distintas situaciones en desarrollo y las múltiples relaciones con las dimensiones internas y externas de la experiencia.

Durante el tiempo que he estado meditando sobre esta noción, he podido percibir que se abren posibilidades infinitas, con una amplitud inconmensurable de aquello que aguarda para manifestarse o crearse. Mi sensación inicial ha sido la de sentirme excedido y abrumado por todo lo que podría ocurrir o presentarse.

Basta realizar el ejercicio de imaginar aquello posible para percatarnos de las innumerables opciones que aparecen, tanto referidas a lo que podemos impulsar o crear, como aquello que acontece fuera de nuestro control y que sin embargo ejerce influencia relevante en nuestro camino.

Percibir las potencialidades conecta, además, el presente de nuestras cualidades actuales con el futuro de lo que podemos generar con ellas y los recursos disponibles o por llegar. Por ejemplo, si tengo una buena voz y soy afinado, yo podría convertirme en un cantante, pero esa probabilidad no solamente es dependiente de mis habilidades o talentos, sino de circunstancias impredecibles que no se han presentado todavía.

Desde esta perspectiva, la idea de que todo es posible me lleva a la experiencia de lo contingente (lo posible y necesario), lo que constituye una noción absolutamente abrumadora que puede generar confusión o indefinición, porque se relaciona a alternativas múltiples sin que haya necesariamente un foco definido.

Se hace necesario entonces pasar por un proceso de discernimiento entre las potencialidades internas y externas, en el juego constante entre futuro y presente. De este modo, aunque acepto la afirmación de que todo tiene potencia (todo es posible), el elemento crucial es aquello a lo que le brindo mi atención y le doy mi energía.

La distinción es factible cuando se basa en un propósito que se define internamente primero, una intención subjetiva que podría ser, en algunos casos, difícil de comunicar. La dirección que me abrirá a potencialidades específicas no viene solamente de objetivos y metas definidas concretamente, sino también de percepciones intuitivas, emocionales y sensoriales que son procesadas subjetivamente, que constituyen mi original concepción de las cosas y formas de actuar.

De este modo llego a comprender que la idea de una potencialidad natural podría estar asociada a un llamado personal, que es la base de nuestras realizaciones a lo largo de la vida. Dicho de otro modo, percibir, afirmar y expandir nuestro potencial se convierte en un proceso consistente de fortalecimiento de lo que nos es propio, de lo que es auténtico.

En este punto me sorprende que el siguiente paso, para mí, es un acto de recogimiento y no de expansión. En esta línea de reflexión llego a la sensación de que, para realmente abordar las potencialidades, necesito ir hacia dentro y mantenerme presente, para reconocer aquello que es importante y necesario (la idea de lo contingente) para mí.

No es necesario malgastar energías yendo detrás de todas las cosas o de cualquier meta. Mejor es evitar aquella idea de que la vida es un ascenso indetenible y que una vez alcanzado cierto logro debo ir a otro mayor.

Conectar y reconocer las potencialidades es ir tras una energía que es difusa, poco específica y sumamente dinámica, por lo cual se requiere de un esfuerzo especial para dirigirla . Entonces se hará posible identificar la clave específica de mis posibilidades particulares, reconocernos para poder producir el movimiento que se nos hace indispensable y que forma parte de nuestra búsqueda.

Finalmente nuestra mayor potencialidad podría ser parecernos cada día más a quienes somos, alcanzar una expresión más genuina y auténtica de nosotros mismos.

Sin dudas, hay que tender puentes entre lo interior y lo exterior, entre la forma y el fondo; entre el pasado, el presente y el futuro.

Coaching

Una relación de confianza


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La confianza es un bien especialmente valioso, esencial para todas las relaciones que tenemos en nuestra vida, especialmente las más cercanas. Tiene asociado un elemento de vulnerabilidad que se manifiesta como liberación de defensas y armaduras pesadas que, en ocasiones, nos distancian de nuestra expresión más genuina.

Durante este año (2020), he tenido el privilegio de acompañar, en procesos de apoyo y contención emocional, a muchas personas que están enfrentando situaciones sumamente desafiantes, producto de los cambios y las exigencias impuestas por la crisis de la COVID-19. En esta dinámica, los aprendizajes han sido múltiples y valiosos, también los retos constantes para crear un espacio de confianza adecuado.

Entre las herramientas y los marcos técnicos que me han sido de utilidad en el proceso, están las 9 Maestrías de la International Association of Coaching – IAC. Hoy inicio una revisión subjetiva sobre sus planteamientos, abordando de manera intuitiva, y reflexionando sobre mi vivencia, la primera de ellas: establecer y mantener una relación de confianza.

Las resonancias que tiene este planteamiento inicial son muy relevantes y en un abordaje rápido resaltan la noción de confianza. Sin este elemento, difícilmente hay contacto genuino y movimiento. Confiar implica reconocer aquello que no está bajo nuestro control, para ceder espacios que permitan que las cosas (los aprendizajes, las transformaciones) ocurran.

No es un proceso necesariamente sencillo, porque hay una fina línea en momentos de crisis que diferencia entre una confianza ciega que lleva a la inacción y otra que impulsa a la reflexión y a la acción. En una relación de apoyo, acompañamiento, facilitación o coaching, la confianza se percibe primero desde adentro, porque reafirma la capacidad de los actores involucrados en una situación determinada para abordar el conflicto o desafío, buscando alternativas para enfrentarlo, resolverlo o transitarlo.

Generalmente se asocia este aspecto de la confianza con reconocer que siempre es posible crecer, cambiar, desarrollar nuevas visiones, en una dinámica que puede sorprender y está llena de posibilidades. En mi experiencia, también está asociada a la conexión emocional y el conocimiento intuitivo, que nos apoyan en el tránsito de territorios desconocidos.

Allí encontramos otro elemento esencial: el que se refiere a la relación. Si lo abordamos específicamente en la interacción entre el coach y el coachee, se refiere entonces al vínculo que se genera dentro del proceso como la base para la transformación que ambos actores experimentan. Es una conexión de interdependencia que fortalece la autonomía de cada uno.

Si lo trasladamos a todas nuestras relaciones, notaremos que la confianza es algo emergente que no le pertenece a ninguna de las partes pero que los involucra a todos. La confianza no se controla, no se demanda, sino que requiere apertura y escucha, un reconocimiento de las particulares cosmovisiones de los otros.

Cuando nos enfocamos en la relación se hace imposible dejar de reconocer que allí donde surge la confianza también aguardan las contradicciones: la duda, la suspicacia, la inevitable aparición de las oscuridades e incertidumbres de toda persona y todo vínculo.

El andar por los territorios a veces sombríos del autodescubrimiento, requiere del valor y la confianza de reconocer temores, rabias, frustraciones y soledades. La relación y el estado de confianza dependen de las vivencias interiores de cada persona y su capacidad para, aun cuando se comentan errores o emerja la negatividad, mantener un estado de conciencia abierto y de reconocimiento de las propias heridas y limitaciones.

Una relación de confianza se sostiene por el compromiso implícito (o explícito) de crecer juntos, por el esfuerzo sostenido de no herirnos a nosotros o a los otros. Aceptación, apertura, flexibilidad, son base para una relación de confianza que abra el espacio para transformaciones genuinas. Constituye, además, una red de seguridad para momentos de crisis profunda.

Visto así, establecer y mantener una relación de confianza constituye un desafío cotidiano, en el cual cada acto suma al conjunto de percepciones que fortalecen o debilitan el vínculo, siendo este también un reflejo interior de los involucrados, de sus anhelos, visiones y juicios. La complejidad sólo se soporta por la certeza del compromiso ético y el esfuerzo honesto por mantener la interacción enfocada en la superación de la crisis, el bienestar y el desarrollo.