Confianza

Coaching

Percibir potencialidades


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Luego de haber reflexionado sobre el elemento de la confianza, dentro y fuera del ámbito de los procesos de acompañamiento, apoyo y coaching, me conecto ahora con la segunda maestría de la International Association of Coaching: Percibir, afirmar y expandir el potencial.

Aunque específicamente referido a la práctica del coaching en conexión con lo que está presente en el cliente, también abarca el contexto, las distintas situaciones en desarrollo y las múltiples relaciones con las dimensiones internas y externas de la experiencia.

Durante el tiempo que he estado meditando sobre esta noción, he podido percibir que se abren posibilidades infinitas, con una amplitud inconmensurable de aquello que aguarda para manifestarse o crearse. Mi sensación inicial ha sido la de sentirme excedido y abrumado por todo lo que podría ocurrir o presentarse.

Basta realizar el ejercicio de imaginar aquello posible para percatarnos de las innumerables opciones que aparecen, tanto referidas a lo que podemos impulsar o crear, como aquello que acontece fuera de nuestro control y que sin embargo ejerce influencia relevante en nuestro camino.

Percibir las potencialidades conecta, además, el presente de nuestras cualidades actuales con el futuro de lo que podemos generar con ellas y los recursos disponibles o por llegar. Por ejemplo, si tengo una buena voz y soy afinado, yo podría convertirme en un cantante, pero esa probabilidad no solamente es dependiente de mis habilidades o talentos, sino de circunstancias impredecibles que no se han presentado todavía.

Desde esta perspectiva, la idea de que todo es posible me lleva a la experiencia de lo contingente (lo posible y necesario), lo que constituye una noción absolutamente abrumadora que puede generar confusión o indefinición, porque se relaciona a alternativas múltiples sin que haya necesariamente un foco definido.

Se hace necesario entonces pasar por un proceso de discernimiento entre las potencialidades internas y externas, en el juego constante entre futuro y presente. De este modo, aunque acepto la afirmación de que todo tiene potencia (todo es posible), el elemento crucial es aquello a lo que le brindo mi atención y le doy mi energía.

La distinción es factible cuando se basa en un propósito que se define internamente primero, una intención subjetiva que podría ser, en algunos casos, difícil de comunicar. La dirección que me abrirá a potencialidades específicas no viene solamente de objetivos y metas definidas concretamente, sino también de percepciones intuitivas, emocionales y sensoriales que son procesadas subjetivamente, que constituyen mi original concepción de las cosas y formas de actuar.

De este modo llego a comprender que la idea de una potencialidad natural podría estar asociada a un llamado personal, que es la base de nuestras realizaciones a lo largo de la vida. Dicho de otro modo, percibir, afirmar y expandir nuestro potencial se convierte en un proceso consistente de fortalecimiento de lo que nos es propio, de lo que es auténtico.

En este punto me sorprende que el siguiente paso, para mí, es un acto de recogimiento y no de expansión. En esta línea de reflexión llego a la sensación de que, para realmente abordar las potencialidades, necesito ir hacia dentro y mantenerme presente, para reconocer aquello que es importante y necesario (la idea de lo contingente) para mí.

No es necesario malgastar energías yendo detrás de todas las cosas o de cualquier meta. Mejor es evitar aquella idea de que la vida es un ascenso indetenible y que una vez alcanzado cierto logro debo ir a otro mayor.

Conectar y reconocer las potencialidades es ir tras una energía que es difusa, poco específica y sumamente dinámica, por lo cual se requiere de un esfuerzo especial para dirigirla . Entonces se hará posible identificar la clave específica de mis posibilidades particulares, reconocernos para poder producir el movimiento que se nos hace indispensable y que forma parte de nuestra búsqueda.

Finalmente nuestra mayor potencialidad podría ser parecernos cada día más a quienes somos, alcanzar una expresión más genuina y auténtica de nosotros mismos.

Sin dudas, hay que tender puentes entre lo interior y lo exterior, entre la forma y el fondo; entre el pasado, el presente y el futuro.

Coaching

Una relación de confianza


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La confianza es un bien especialmente valioso, esencial para todas las relaciones que tenemos en nuestra vida, especialmente las más cercanas. Tiene asociado un elemento de vulnerabilidad que se manifiesta como liberación de defensas y armaduras pesadas que, en ocasiones, nos distancian de nuestra expresión más genuina.

Durante este año (2020), he tenido el privilegio de acompañar, en procesos de apoyo y contención emocional, a muchas personas que están enfrentando situaciones sumamente desafiantes, producto de los cambios y las exigencias impuestas por la crisis de la COVID-19. En esta dinámica, los aprendizajes han sido múltiples y valiosos, también los retos constantes para crear un espacio de confianza adecuado.

Entre las herramientas y los marcos técnicos que me han sido de utilidad en el proceso, están las 9 Maestrías de la International Association of Coaching – IAC. Hoy inicio una revisión subjetiva sobre sus planteamientos, abordando de manera intuitiva, y reflexionando sobre mi vivencia, la primera de ellas: establecer y mantener una relación de confianza.

Las resonancias que tiene este planteamiento inicial son muy relevantes y en un abordaje rápido resaltan la noción de confianza. Sin este elemento, difícilmente hay contacto genuino y movimiento. Confiar implica reconocer aquello que no está bajo nuestro control, para ceder espacios que permitan que las cosas (los aprendizajes, las transformaciones) ocurran.

No es un proceso necesariamente sencillo, porque hay una fina línea en momentos de crisis que diferencia entre una confianza ciega que lleva a la inacción y otra que impulsa a la reflexión y a la acción. En una relación de apoyo, acompañamiento, facilitación o coaching, la confianza se percibe primero desde adentro, porque reafirma la capacidad de los actores involucrados en una situación determinada para abordar el conflicto o desafío, buscando alternativas para enfrentarlo, resolverlo o transitarlo.

Generalmente se asocia este aspecto de la confianza con reconocer que siempre es posible crecer, cambiar, desarrollar nuevas visiones, en una dinámica que puede sorprender y está llena de posibilidades. En mi experiencia, también está asociada a la conexión emocional y el conocimiento intuitivo, que nos apoyan en el tránsito de territorios desconocidos.

Allí encontramos otro elemento esencial: el que se refiere a la relación. Si lo abordamos específicamente en la interacción entre el coach y el coachee, se refiere entonces al vínculo que se genera dentro del proceso como la base para la transformación que ambos actores experimentan. Es una conexión de interdependencia que fortalece la autonomía de cada uno.

Si lo trasladamos a todas nuestras relaciones, notaremos que la confianza es algo emergente que no le pertenece a ninguna de las partes pero que los involucra a todos. La confianza no se controla, no se demanda, sino que requiere apertura y escucha, un reconocimiento de las particulares cosmovisiones de los otros.

Cuando nos enfocamos en la relación se hace imposible dejar de reconocer que allí donde surge la confianza también aguardan las contradicciones: la duda, la suspicacia, la inevitable aparición de las oscuridades e incertidumbres de toda persona y todo vínculo.

El andar por los territorios a veces sombríos del autodescubrimiento, requiere del valor y la confianza de reconocer temores, rabias, frustraciones y soledades. La relación y el estado de confianza dependen de las vivencias interiores de cada persona y su capacidad para, aun cuando se comentan errores o emerja la negatividad, mantener un estado de conciencia abierto y de reconocimiento de las propias heridas y limitaciones.

Una relación de confianza se sostiene por el compromiso implícito (o explícito) de crecer juntos, por el esfuerzo sostenido de no herirnos a nosotros o a los otros. Aceptación, apertura, flexibilidad, son base para una relación de confianza que abra el espacio para transformaciones genuinas. Constituye, además, una red de seguridad para momentos de crisis profunda.

Visto así, establecer y mantener una relación de confianza constituye un desafío cotidiano, en el cual cada acto suma al conjunto de percepciones que fortalecen o debilitan el vínculo, siendo este también un reflejo interior de los involucrados, de sus anhelos, visiones y juicios. La complejidad sólo se soporta por la certeza del compromiso ético y el esfuerzo honesto por mantener la interacción enfocada en la superación de la crisis, el bienestar y el desarrollo.