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Mantenernos constructivos frente a la incertidumbre


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Todo cambio tiene una dosis de incertidumbre. Las modificaciones más pequeñas traen consigo movimientos que, por más minúsculos que sean, pueden producir algún grado de ansiedad frente a lo nuevo desconocido. Sumemos a esto nuestras expectativas, las ideas que tenemos sobre lo que debería ser y lo que no debería ser. Nuestros temores profundos, que pueden dispararse fuera de nuestro control en cualquier momento. Si miramos solamente este rostro de los cambios, pocas veces nos atreveríamos a modificar nuestra realidad.

incertidumbre

Pero la posibilidad transformarnos a nosotros y al mundo en que vivimos es real y, si miramos bien, está en todo lo que hacemos. Cada movimiento que iniciamos, cada relación, cada elección en el diario devenir, viene cargado de la idea de algo distinto, de alguna visión sobre las posibilidades futuras, de una esperanza sobre lo que deseamos experimentar.

Así que allí está, una suerte de tensión creativa: podemos temer al cambio, pero al mismo tiempo lo deseamos. Esperamos que las cosas en nuestro mundo se muevan, que sean diferentes en algún nivel a como son ahora. Porque todos queremos avanzar, crecer, aprender, abrir oportunidades, compartir, vivir el amor, el encuentro; y todos sabemos que para ello es necesario a veces retroceder, fracasar, fallar, cometer errores, perder, desencontrarse.

Si sabemos aprovechar estos momentos, que hay muchos en la vida (quizás la mayor parte del tiempo), en los que las cosas no van como queremos que vayan, en las que nos vemos movilizados hacia espacios y circunstancias desconocidas, encontraremos infinitas oportunidades para desarrollar nuevas habilidades, aprender distintos modos de hacer las cosas, producir o encontrar mejores resultados y además disfrutar el proceso. Porque donde están los mayores desafíos, también aguardan las mejores posibilidades.

Recientemente he enfrentado retos que considero importantes y he compartido algunas de estas ideas con amistades que están recorriendo nuevos caminos, iniciando proyectos, y juntos coincidimos en la necesidad de aprender a enfrentar la incertidumbre. Lo cierto es que tenemos la posibilidad de reconocerla como necesaria, para poder superar momentos difíciles, sostener el enfoque en lo que buscamos y dar solamente un paso a la vez, ni más ni menos.

Una forma de experimentar el mundo es asumiendo que lo que llamamos realidad es una proyección de nuestro interior: nuestras creencias y juicios funcionan como un filtro que nos permite ver sólo aquello que estamos preparados para percibir. Aceptar esto como cierto es reconocer que un cambio en el interior puede transformar radicalmente el mundo exterior.

Así que una decisión que puede servirnos de gran apoyo, es ver el mundo de la forma más constructiva que nos sea posible y hacernos responsables de ello. No me refiero al “ser positivo a ultranza”, tampoco al “estar por encima de los hechos”, sino trabajar sinceramente por aportar y edificar en cualquier relación, interacción o situación. Esta idea ha hecho una diferencia importante en mi vida, mantenerla firme no siempre es fácil, pero es una gran intención que me permite descubrir nuevas posibilidades en el camino.

He conocido personas que han pasado por situaciones que yo considero extremas, que han estado al borde de la muerte, o han atravesado verdaderos túneles que les han tocado profundamente en todos los niveles de su vida. Estos eventos los han hecho reinventarse, muchos incluso se han convertido en guías para otros, en luces del camino de los demás. No deja de sorprenderme la capacidad de nosotros los seres humanos para convertir los desafíos en aprendizajes y nuevas fortalezas.

Avancemos con la certeza de que, frente a la incertidumbre, nuestras capacidades se renuevan y fortalecen.